Opinión
Ver día anteriorJueves 3 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Melón

El Son Yumurí

H

ace algunos años, más o menos por 1952, no lo recuerdo de manera firme, trabajaba en el Astoria, cabaret de lujo y elegancia sin par. Al terminar una noche nuestras labores decidimos Felipe Chía, Eduardo Lara y un servidor darles una visita a los compañeros que terminaban sus compromisos más tarde que nosotros y tomarnos unos traguitos. Recién se había cambiado a Ron Potosí y el Potrero con Ginger Ale quedaba en el recuerdo.

Estaba de moda un sitio que semejaba una arena de box de nombre El Golpe y el grupo que actuaba ahí era la Sonora México de Polo Gil. Esa fue la primera parada. Luego de un rato decidimos pasar por El Gusano antes de irnos a descansar. Después de allí quisimos caminar en dirección a la Guay, así era conocido el Waikikí, en busca de un taxista conocido que nos llevara a nuestros respectivos gaos (léase domicilios).

Al recorrer Rosales pasamos por El Latino, que primero llevó el nombre de Tabarís, y oímos algo que tenía swing interpretando un número desconocido para nosotros. El montuno decía Bonifacio, qué vivo eres. Nos miramos uno al otro y sin decir una palabra entramos al lugar. El conjunto carecía de piano, pero lo suplían con tres y guitarra. Recuerde, monina, el nombre del instrumento no es tresillo, es tres. Tampoco es marimbol, es marímbula, no importa lo que diga el chileno que está en Jalapa.

Volviendo a mi relato, el conjunto sonaba bien y el repertorio era novedoso. Los tres conocíamos los pocos números de la Sonora Matancera, pese a la deficiente distribución que en aquellos años tenían sus discos. Al terminar su turno que, por cierto, era el último, me presenté ante ellos, pues me causaron admiración y quise conocerlos. Felipe y Lara se acercaron y empezamos una cercanía que se convirtió en gran amistad al paso del tiempo.

La mayoría de su repertorio era de la Sonora, que su director Daniel Revueltas transcribía al escuchar por onda corta programas de radio transmitidos desde La Habana durante su estancia en Tampico trabajando en una casa desafinada llamada Casa Pepe, que llegué a conocer y visitar varias veces porque siempre encontré son y soneros que me pusieron a gozar.

Pero, sin ofender, el Son Yumurí era de liga mayor, tenía lo que hay tener: ¡jícamo! Y, jícamo era lo que tenían muchos conjuntos de aquellos que alegraban las noches de este Distrito Federal de mis amores. Viene a mi memoria otro grupo, admirador y amante de la Sonora Matancera: el conjunto Veracruz de Raúl de la Rosa, que también tenía lo suyo. Cómo no recordar a Pepe Vázquez Chacumbele, su cantante, dueño de un registro envidiable.

Y aquí, permítame, mi enkobio, hablarle de otro Raúl, éste de apellido Jasso, que vive en Monterrey y perteneció al Son Yumurí que me permitió conocer a Rino, al Mosco, al Ratón, La Morena, El Chanate, Julio, Luis y si alguien me faltó, discúlpenme, porque mi memoria no es flaca, está en los huesos. Lo que no se me ha olvidado es el swing que tenían y el de los grupos que me endulzaron la trompa de Eustaquio.

Para que se curen mis contemporáneos, aquí van algunos lugares, como el Río Rosa, que por su tarima pasaron de lo mejor y, según mi punto de vista, hasta la fecha no han sido superados. Por fortuna pude solazarme con su enorme calidad. El Waikikí con el Clave de Oro es digno de recordar, el Bagdad con el conjunto de Chucho Rodríguez, El Macao y los Diablos del Trópico, así como El Tío Sam y el Conjunto Nacional de Luis Lozano. Qué decir de Toño Espino y Los Guajiros del Caribe. Dejo los cantores para otra ocasión, pero tienen de mi parte un cariñoso recuerdo y mi total admiración.

Por supuesto, eran otros tiempos. Las niñas de la noche eran naturales, no hechas a mano como ahora; en fin, era distinto y diferente, dijo Justo Betancourt. Esto era para vivirlo plenamente, pero llegó Uruchurtu y comenzó la debacle, y para colmo la aparición de Venus Rey. Rencoroso y todo hay que reconocer que dejó fuentes de trabajo que ahora ya no existen.

Pero, a lo nuestro. La Sonora Matancera dejó huella en todas partes con un estilo que parece fácil, pero es producto de una disciplina donde no hay de los percusionistas golpes superfluos y nos dice que lo principal es el lucimiento general. Es decir, la estrella es la Sonora y la prueba es la cantidad de sonoras que propició y la cantidad de éxitos que dejó. Hay un coleccionista en cada lugar donde la Sonora sentó sus reales y a pesar de la calidad de otros intérpretes, éstos no alcanzaron la popularidad de la Sonora Matancera. Este servidor da fe de varios grupos que casi no se recuedan, orquestas Casino de la Playa, Julio Cueva, Hermanos Palau y muchas de calidad indudable. Con- juntos Casino, Kuvahavana, Colonial, Arsenio Rodríguez, Jóvenes del Cayo, Gloria Matancera, etcétera, cada uno con estilo propio. ¡Vale!