Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de abril de 2012 Num: 895

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

El tren sobre el cementerio
Lina Kásdagly

Los desprendimientos de María Auxiliadora Álvarez
José María Espinasa

La escritura multicolor
Adriana Cortés Koloffon entrevista con Suzanne Dracius

Colibrí: del sol al corazón
Agustín Escobar Ledesma

Vicente Rojo: la vuelta
al mundo en 80 años

Francisco Serrano

El testamento de
Atahualpa Yupanqui

Rodolfo Alonso

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Mayra Aguirre Robayo

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Foto: N’Krumah Lawson Daku
Suzanne Dracius (Fort-de-France, Martinica, 1951) tiene un pie en su país natal y otro en París. Se define a sí misma con un corazón de cimarrona y color de piel café claro, producto del mestizaje. Su escritura abreva en las culturas criolla, africana, latina y en la Grecia antigua. Junto con Léopold Sédar Senghor y Aimé Césaire, poeta exaltado por André Breton, Dracius se manifiesta lo mismo a favor de la negritud vocablo acuñado por Césaire que reivindica los valores históricos y culturales de la raza negra como respuesta a la aculturación colonial que del cimarronaje, término que alude a la rebelión del esclavo contra el colonizador. Ambos conceptos son cruciales en su obra poética, dramática y novelística. Autora de Lumina Sophie llamada sorpresa, entre otras obras, es la escritora martiniquesa más reconocida en el mundo; prueba de ello es el libro Mestizajes y cimarronajes en la obra de Suzanne Dracius que reúne ensayos de autores estadunidenses, puertorriqueños, franceses y británicos. La antología Constelación de poetas francófonas de cinco continentes (Diez siglos) (Dirección de Literatura, UNAM/Editorial Espejo de viento; compilación y traducción de Verónica Martínez y Yael Weiss, 2011) contiene una muestra representativa de su producción poética y un ensayo sobre la literatura insular, específicamente, de las Antillas.

La escritura multicolor

entrevista con Suzanne Dracius

Adriana Cortés Koloffon

–¿Qué rasgos mestizos introduce en su obra?

–Elementos salvajes, brutales, hechos históricos o actuales, como en La otra que baila o en mi antología titulada Exquisito abandono mestizo. Parto de violencias traumáticas que transformo en el eje de una resistencia literaria: un pilar sólido y vertical de mujeres, como en Calle sube al cielo. El mestizaje no es horizontal sino vertical, ascendente: se conforma de la abscisa y de la ordenada a la vez. ¡Mestizaje: [métissage]; tejido, [tissage]! Por eso escribo: la palabra texto en latín (textus) pertenece a la misma familia que tejer y textil. El mestizaje es posible en los textos.

–¿Cómo refleja su poesía la negritud?

–Me unía a Aimé Césaire la complicidad de ser profesores de Letras Clásicas, de ser negros greco-latinos. Como mujer, me concibo a mí misma en mi feminitud [feminitude, en francés], neologismo que comparte el sufijo tud con negritud, vocablo que permite sentirse a gusto en la piel de negro, como el de feminitud ayuda a sentirse mejor en la piel de mujer. Mi feminitud está íntimamente ligada a mi mestizaje vinculado no sólo con Césaire, a quien conocí en el camino de la vida, sino también con autores muertos de la Antigüedad más remota, uno de ellos Terencio, el primer gran escritor africano cuyo seudónimo Afer significa el Africano. Esclavo originario de Cartago, fue uno de los más notables autores latinos; enriqueció la literatura con frases plenas de bello humanismo, una de ellas: Homo sum, a me nihil humanum alienum puto: “Soy hombre, nada humano me es ajeno.” La poesía de Sénghor y, sobre todo, la de Césaire forjaron mi postura basada no sólo en la negritud, sino también en lo postcolonial: venero la cultura y las teorías del viejo Occidente a la vez que me reconstruyo con todas mis particularidades en su máximo potencial.

–¿El hecho de ser una escritora insular es sinónimo de marginalidad?

–Puede considerarse como marginalidad el hecho de ser una escritora insular en el seno de la literatura francesa y de escribir en francés, aunque con las particularidades ligadas a mi origen antillano y todas sus implicaciones: una aportación de la tradición criolla, otra visión de la vida, una posición distinta en relación con el mundo. La mezcla de sangres de orígenes y clases sociales tan diversos me hacen ser marginal, pero también me siento próxima a casi todo el mundo. No solamente escribo negro sobre blanco. Siendo criolla, porque nací y me eduqué en Martinica, me resulta normal explicar, a través de expresiones criollas, las realidades tanto de mi entorno, como de mi imaginario. Con todo, muy pronto mis recuerdos de infancia se mestizaron con los de Francia y ambos se mezclaron con las reminiscencias de mi país natal. ¿Quizá mi escritura multicolor ofrezca a cada cual múltiples posibilidades de identificación?

–¿Qué papel juega la oralidad en su obra?

–Juega un papel estético; las cadencias de las palabras o de los giros de la lengua criolla crean, para el lector, otra realidad. Por la vía de la oralidad, la escritura permite [connaître] conocer al Otro, [communier] comulgar. De este conocimiento, nacimiento con el Otro, nace poco a poco una comprensión del texto por el lector, aunque éste no domine el criollo. Mis textos tejen y mestizan muchas costumbres, creencias, supersticiones, anécdotas orales y tradiciones mágicas antillanas. En el quimbois –magia antillana que mezcla elementos de la religión católica: la Virgen, pero negra, las veladoras, pero negras–, hay un perfecto sincretismo de un cristianismo ferviente con supersticiones paganas de origen africano. ¡Si el francés es mi lengua materna, el criollo es mi lengua paterna! Penetro en la lengua francesa como en una habitación que se me ha dado, donde, desde mi isla volcánica y formación clásica, irrumpen simultáneamente la lengua criolla y mis emociones vivas por esas lenguas llamadas muertas: el latín y el griego. No se trata de exhibir los conocimientos sino de compartirlos.

–¿Qué opina sobre la antología Constelación de poetas francófonas de cinco continentes. (Diez siglos)?

–Una obra magnífica, única, inaudita, donde me siento orgullosa de figurar. Esta antología ilustra de maravilla mis teorías sobre la exaltación de la feminitud, y revela que la poesía femenina no es ni remilgada ni ingenua y hace mentir a Flaubert cuando escribe: “No hay que confiar en las mujeres (en cuanto a asuntos literarios) mas que en cuestiones de fragilidad y emotividad. Todo lo que es verdaderamente elevado y alto se les escapa.”

Traducción del francés de Adriana Cortés y Verónica Martínez Lira