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Disfruto dibujar, dice Elsa Recillas Pismish, estudiosa de las nebulosas planetarias

Madres, compañeras o amas de casa, nos las arreglamos para hacer ciencia de primer nivel

Más que problemas de género, el reto a vencer es la falta de apoyo al sector a escala global, coinciden en señalar Liliana Licea Jiménez, química farmacobióloga, e Itziar Aretxaga, física

Me gusta lo que hago y abrir puertas a las jóvenes, afirma Leticia Brambila Paz, matemática

 
Periódico La Jornada
Viernes 27 de abril de 2012, p. 3

Sus vidas pasan entre el estudio de núcleos galácticos activos y haces vectoriales. Reflexionan sobre nebulosas planetarias y desarrollan nanocompuestos poliméricos que usamos a diario aunque no sepamos qué son.

Forman parte de una comunidad reducida en México y la suya, si se toma en cuenta el género, lo es aún más. Realizaron sus estudios de posgrado en universidades del país, Estados Unidos y Europa. Ahora trabajan en centros de investigación de alto nivel.

A veces combinan los telescopios y el material del laboratorio con biberones y enseres domésticos. Cocinan, cambian pañales y dan clases. Hacen ciencia y tienen la certeza de que dos más dos son cuatro, lo diga un hombre o una mujer, porque a la hora del desempeño y dar resultados, pesa más el escaso presupuesto con el que deben trabajar que el género.

Elsa Recillas Pishmish es licenciada en física, con maestría y doctorado en ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es investigadora titular C en el departamento de Astrofísica del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), con sede en Puebla.

Hija de Paris Pishmish, primera mujer que impartió clases de astronomía y astrofísica en la Facultad de Ciencias de la UNAM, Elsa Recillas entró al mundo de la ciencia de modo natural.

Satisfecha de haber sido parte del Instituto de Astronomía de la UNAM, uno de los mejores del mundo durante décadas, la especialista en nebulosas planetarias asegura que las mujeres que se dedican a las ciencias duras, aunque tenemos ocupaciones muy diferentes como ser madres y compañeras, nos las arreglamos para hacer ciencia de primer nivel.

Madre de dos hijos, reconoce el apoyo de su familia para poder conjugar su vida familiar con la investigación. Las abuelas formaron parte de mi formación, porque me apoyaron mucho.

Ahora las nuevas tecnologías permiten trabajar desde casa. Una colega apenas tuvo un bebé y desde su casa estudia, hace consultas bibliográficas y escribe artículos; es productiva.

Además de estudiar las galaxias HII compactas, la especialista en astronomía por la Universidad de Sussex, en Gran Bretaña, disfruta dibujar, coser y cocinar.

Esas actividades distraen del trabajo de investigación. Para algunas colegas es impensable hacerlo, pero yo lo disfruto, asegura recillas Pishmish.

La nanotecnología, fascinante

Liliana Licea Jiménez es química farmacobióloga por la Universidad Autónoma de Querétaro, con maestría en ciencias de los materiales por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), de Instituto Politécnico Nacional, y doctora en esa materia por la Universidad de Tecnología Chalmers (Suecia). Además, es investigadora titular A de la unidad Monterrey del Centro de Investigación de Materiales Avanzados.

Lo que en la niñez es magia con el paso del tiempo se convierte en procesos químicos que se pueden estudiar. El interés por entender fenómenos de la vida cotidiana llevó a Licea Jiménez a estudiar química y especializarse en la síntesis y preparación de materiales nanoestructurados y nanocompuestos de base polimérica, con aplicaciones en ropa y artículos deportivos, por ejemplo.

Es fascinante. La nanotecnología permite cambiar las propiedades de ciertos materiales. Se usa ampliamente en recubrimientos, pigmentos, materiales de construcción civil y de aviones, también en celdas solares. Aún hay infinidad de aplicaciones por explotar, señala entusiasta.

A sus 34 años, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), tiene dos hijos y un esposo con el que compartió la oportunidad de cursar el doctorado en Suecia, país con un entorno favorable para estudiar y atender a la familia.

Aunque combinar la actividad científica con la vida personal ha sido complicado, considera que el reto primordial es la falta de apoyo a la ciencia a nivel global, más que las cuestiones de género.

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Elsa Recillas Pismish
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Liliana Licea Jiménez
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Itziar Aretxaga
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Leticia Brambila Paz

“Ayudaría muchísimo la presencia de mujeres en ciertos puestos claves para apoyar a aquellas investigadoras que optan por formar una familia.

Los hombres no experimentan el desplazamiento que puede presentarse cuando hay un embarazo o un hijo pequeño y, por tanto no es algo que se considere a la hora de pensar en las condiciones laborales.

Itziar Aretxaga es licenciada en física por la Universidad Complutense de Madrid, con maestría y doctorado en esa disciplina por la Universidad Autónoma de Madrid. Es coordinadora del área de astronomía en la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) e investigadora del INAOE.

Su trayectoria profesional también la llevó a Alemania e Inglaterra antes de llegar a México, hace 14 años. La especialista en formación y evolución de galaxias asegura que ser mujer no ha sido una cortapisa para su carrera científica, como sí lo han sido, en cambio, las dotaciones económicas que se dan a la ciencia en los países donde ha laborado.

Dice que en una profesión demandante en tiempo y movilidad, los costos personales son tremendos, porque a menudo te tienes que desarraigar de tu familia, amigos y país de origen para labrarte un futuro profesional.

No obstante, hay que animar a las chicas a entrar a ciencias o ingeniería porque éstas las hacen tanto hombres como mujeres.

Muestra de ello es la astronomía, campo en el que México es uno de los mejores países para desarrollarse.

“Quizá por su trayectoria histórica –en la que Paris Pishmish desempeñó un papel fundamental– se ha creado una tradición de mujeres fuertes en la astrofísica, que han sido reconocidas a los más altos niveles”, explica.

Alto porcentaje de ellas, en nivel III del SNI

De acuerdo con un ensayo que escribió para la AMC en 2008, un número considerable de astrónomas ocupan puestos de responsabilidad y decisión, y 33 por ciento de ellas son investigadoras nivel III del SNI, máxima categoría de experiencia y reconocimiento.

Para ella, en la ciencia lo que cuenta son los resultados y éstos no tienen una impronta de género. Dos más dos son cuatro, no porque lo diga una mujer o un hombre, sino porque es una verdad científica.

Leticia Brambila Paz hizo la licenciatura en matemáticas en la UNAM, la maestría de la Universidad de Warwick, y el doctorado en la Colegio Universitario de Swansea, en Gran Bretaña. Es especialista en geometría algebraica, investigadora titular C del Centro de Investigación en Matemáticas, en Guanajuato, y nivel III del SNI.

Recuerda cómo entró a la AMC: “Platicaba con un colega cuando llegó otro compañero a decirle que se postulara para entrar a la asociación. Empezaron a pensar en otros candidatos. Pregunté cuáles eran los requisitos y me di cuenta de que yo los cumplía todos. Al principio se sorprendieron de mi deseo de concursar –cómo era eso de querer entrar al Club de Tobi–, pero de inmediato se dieron cuenta de que podía hacerlo. ¡Claro!, dijeron. Y, por supuesto, entré”.

Cuenta la anécdota para ejemplificar la percepción social de que no es común pensar en científicas. Sin embargo, descarta que por cuestiones de género haya sido limitada para hacer lo que quería.

Soltera y sin hijos, asegura que el apoyo de su familia ha sido importante en su desarrollo profesional. Entre sus satisfacciones está hacer lo que le gusta y abrir puertas a jóvenes matemáticas.

Sobre la mirada femenina en el campo científico, afirma que las mujeres no ven la ciencia color de rosa. Siempre es más saludable que convivan los diferentes géneros, concluye.