Opinión
Ver día anteriorJueves 26 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Se rompen las olas
E

l teatro independiente El Milagro –dirigido por Daniel Giménez Cacho, Gabriel Pascal, David Olguín y Pablo Moya– además de sus propias producciones acoge en su escenario a grupos con propuestas interesantes o que tengan una trayectoria importante y conocida, lo mismo que hace la editorial del mismo nombre –a cargo de David Olguín y Pablo Moya– con dramaturgos de todas las generaciones en sus diferentes colecciones. En la actualidad se presenta en este teatro el colectivo Lagartijas tiradas al sol fundado en 2003 por los jóvenes teatristas universitarios Luisa Pardo y Gabino Rodríguez a los que se sumaría después Francisco Barreiro, y que se internacionalizó al presentar en ciudades como Montreal, Zurich o Girona su escenificación de la excelente El rumor del incendio que trata de la guerrilla y que, por otra parte, ejerce un indudable el atractivo en el público joven que llena las salas en que se presenta. Sus planteamientos del pasado y sus ligas con el presente, casi leit motiv del grupo, son reunidos en una trilogía, La invención de nuestros padres, que abarca el ya mencionado espectáculo acerca de la guerrilla y el estreno de dos obras, El rumor de las olas y Montserrat, ésta sin estrenar, que remiten a un pasado real, pero imaginado por la nueva generación.

En este mismo sentido, aunque con una fuerte carga autobiográfica, real o inventada, que la acercan a una sesión de sicodrama, Mariana Villegas elaboró un unipersonal en el taller de José Alberto Gallardo. Se rompen las olas tiene dos líneas de referencias visuales. Por una parte la arena que cae sobre la protagonista al principio y que ella riega después para las escenas de la playa a la que fue con su madre, y por la otra los videos de Carlos Gamboa que muestran fotografías familiares, oleajes y, sobre todo porque empalma con la narración oral de un noticiario, escenas del sismo de 1985. Es en esta muy forzada alusión al sismo (al que la actriz regresa para hablar de los horrores que le contaran entre inexplicables risas que chocan a los espectadores que sí vivimos las tragedias del momento) que la elaboración dramatúrgica muestra ciertas inconsistencias, porque es mencionado como la fecha del amorío inicial de los padres del personaje sin que tenga, el sismo, mayores repercusiones en su vida. El anhelo de una consistente figura paterna que no se tuvo, parece ser el apropiado tema del unipersonal junto a los pequeños detalles de una vida sin mayor relieve que no siempre atrapa al espectador.

Mariana Villegas es una joven actriz que pertenece al colectivo aunque no había actuado más que en un video, por lo que fue asesorada artísticamente por los miembros de mayor experiencia, a pesar de lo cual y de sus estudios en CasaZul, de ser cierto ello y que el unipersonal sea en verdad autobiográfico, no parece tener la disciplina que requiere una actriz profesional. No es solamente que no proyecte o interiorice su personaje, que no se trata de las clásicas diferencias entre ser vivencial o formal que entre nosotros puso al día Héctor Mendoza, porque existen excelentes actrices formales y no todas las vivenciales proyectan sus emociones, sino que no logra dar cambios y matices; en algún momento de la función que le vi, intercambiaba sonrisitas con una espectadora del público y siempre se vio falta de concentración. Es una lástima, porque tiene una voz muy grata y gran valor, siendo una mujer entrada en carnes, en lucir traje de baño.

La escenografía integra muchos objetos de escenificaciones anteriores del grupo, como una pequeña carpa o una mesita con sillitas infantiles, a los que se unen un sofá y otros muebles de buenas proporciones, además de un soporte con una parrilla encendida en donde se cuece un arroz. Con iluminación de Marcela Flores y sonido de Jhonathan Matías Ramírez, la actriz va narrando su historia con buenos, aunque quizás obvios, momentos como el del globo que simula un embarazo y el aborto al ser pinchado o cuando recrea una playa en sintonía con los muñequitos tendidos en sillas playeras. A pesar de estos aciertos, ni texto dramático ni escenificación están a la altura de otros del grupo que ha tenido significativos avances en cada uno de sus montajes.