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¿La fiesta en Paz?

De mujeres, quehaceres y pareceres

M

ientras la presidenta de Argentina, con un valor que ya quisieran muchos toreros que figuran, escandaliza a los amnésicos hipócritas –Cárdenas sí, Cristina no– al decretar la expropiación del petróleo y el gas de su país, y en tanto nuestra sometida Cámara de Diputados intentó hacerle, una vez más, al tío Lolo para seguir favoreciendo, por si faltara, a la idiotizante televisión comercial, en el Distrito Federal ilusionados taurinos y antitaurinos deshojan la margarita a la espera de que unos inadvertidos pero manipulados asambleístas se pongan premodernos o posmodernos al preservar o prohibir una tradición taurina con apenas 486 años de existencia en la capital.

Precisamente este abismo entre legisladores, leyes y sociedad es lo que mantiene a los países en el subdesarrollo y la dependencia, a merced del nefasto pensamiento único e impositivo, principal enemigo de la emancipación económica de los pueblos. Así, en las últimas décadas el espectáculo taurino en la Plaza México dejó de observar el reglamento vigente, al tiempo que sucesivos gobiernos capitalinos se desentendieron de esa tradición, retiraron su apoyo a los jueces de plaza y prefirieron hacerle el juego a promotores autorregulados intocables, provocando que la función taurina descendiera a los infraniveles de interés en que se encuentra y reduciendo nuestra fiesta de toros a la importación anual de figuras ventajistas, gracias a sus mexhincados contratantes.

Si los mexicanos multimillonarios de la revista Forbes me- tidos a promotores taurinos hubiesen actuado con la convicción, altura de miras y decisión que lo hizo la mandataria Cristina Fernández –nuestros recursos para beneficio de nosotros, no de los de afuera–, o de perdis con la alta eficiencia organizativa que ha exhibido la aerolínea Interjet –precios bajos y calidad–, de Miguel Alemán Magnani, seguramente otro gallo le cantara a nuestra incomprendida y degradada tradición taurina, no que entre operadores de bajo perfil, gremios taurinos pasmados, funcionarios dóciles y políticos globalizonzos, hoy esa centenaria y descuidada tradición corre el riesgo de que cualquiera la prohíba.

Escribe Gilberto Durán, sensible y culto aficionado, para decir: “Leí en La Jornada la entrevista de Poniatowska a la desconocida fotógrafa antitaurina y ya imaginarás los sentimientos generados por tan se-sudas afirmaciones. No sé la postura de Elena sobre las corridas de toros, pero sin quererlo –o a la mejor sí– lo que logró en la entrevista fue poner en evidencia a los promotores de su prohibición. Y si en base a esos alegatos se decide la prohibición, de carambola también quedará en evidencia la ‘inteligencia’ que prevalece en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal”.

“Pero la inteligencia –añade Gilberto– no es un don de todos ni de todas (fotógrafas incluidas) y la vacuidad es peligrosa. ‘Ninguno de los argumentos de los taurinos es aceptable’, dice la fotógrafa, sin reparar en que eso es totalitarismo puro. Luego, ¿quién sería la mentada sicóloga que le hizo creer a la influenciable fotógrafa ‘que después de una corrida de toros el domingo, sube el índice de criminalidad en la ciudad’? ¿No estarán confundiendo las dos engañadas profesionistas un partido de futbol entre Pumas y Águilas con una corrida de toros?

“La asombrada fotógrafa anda tan confundida que en sus desatinos afirma que Rudolph Giuliani (herrero al que en su casa le salió una hija ladrona) vino al DF ‘invitado por Marcelo Ebrard’, siendo que era Andrés Manuel López Obrador quien gobernaba la ciudad en ese tiempo. Y ¡vaya! gracias a que este mesías gringo cero tolerancia recomendó ‘que México pusiera atención al maltrato animal. De ahí nació la Brigada de Protección Animal’.

“Algo que me dio mucha risa fue eso de que ‘Medellín, Colombia, es de las ciudades más seguras para los animales; incluso los policías tienen una conciencia animal absoluta…’ Digo, que no insulte a los policías. Por último, las sandeces expresadas con respecto a las ganaderías de bravo, al afirmar que ‘una ganadería contamina más que la industria automotriz’, reflejan una ansiosa percepción de la realidad que requiere atención inmediata, aunque desde luego ya no por parte de la sicóloga que la ha estado orientando”, concluye Gilberto Durán.