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Ver día anteriorSábado 14 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Comprometiendo a quienes prometen más de lo mismo
U

no de los saldos de la globalización ha sido el achatamiento de las clases dirigentes en casi todas partes. Con la crisis económica que explotó en 2008, pero que venía expresándose de manera sincopada desde los noventas –en México, en Asia, en Rusia– es cada vez más transparente que asistimos a un dilema central: continuar administrando un cada vez más acelerado proceso de deterioro –social, humano, ambiental– o romper el ciclo de dominación que el capital financiero ha impuesto a la inmensa mayoría de la población mundial, incluidos importantes segmentos del empresariado.

Por ello –y por nuestras propias elecciones– no deja de ser aleccionadora la campaña presidencial en Francia cuya primera vuelta ocurrirá el domingo 22 de abril y la segunda, el 6 de mayo. Al día de hoy los sondeos dan un empate técnico entre el presidente Sarkozy y el opositor socialista François Hollande –27 por ciento para el segundo frente a 26 por ciento del primero– en la primera vuelta en donde compiten 10 candidatos presidenciales. Para la segunda vuelta Hollande tiene una clara ventaja sobre Sarkozy de 57 a 43 por ciento.

La derecha ha iniciado su última semana de campaña con un recurso muy conocido entre nosotros: el miedo. Dice Sarkozy: No se hace campaña preparando la ruina del país que se pretende amar, agitando el espectro de la llegada al poder de una izquierda financieramente irresponsable y dispendiosa.

Pero como señala Miguel Mora, Francia no ha cerrado un ejercicio fiscal sin déficit en sus cuentas públicas desde 1979; la segunda economía de la zona euro perdió su triple A en enero después de tres ajustes durísimos y tras casi 10 años de Ejecutivos conservadores; bajo el mandato de Sarkozy la deuda pública del país ha aumentado en 600 millones de euros y el desempleo en un millón de personas. (El País 11/04/12) El gaullismo –de donde proviene Sarkozy– en sus diversas resurrecciones, ha gobernado en Francia 53 de los últimos 67 años.

Lo más interesante empero de esas elecciones han sido los candidatos que no pasarán a la segunda vuelta, pero que sí influyen y mucho en la agenda de los punteros. Normalmente ese papel le ha correspondido a la extrema derecha agrupada alrededor del racista Frente Nacional ahora conducido por la hija del fundador, Marine Le Pen. Y en efecto Sarkozy ha radicalizado sus de por sí extremas posiciones anti-inmigrantes, y ha recurrido al nacionalismo barato típico de esas derechas.

Con todo, lo más relevante es la estrella ascendente de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, quien se encuentra en el tercer lugar con 17 por ciento de la intención del voto. Con esto no sólo desbanca a la extrema derecha sino también al centro moderado encabezado por un auténtico liberal –es decir que cree en la democracia y los mercados y no en el capitalismo de compadres de los llamados neo-liberales–, François Bayrou.

Mélenchon ha obligado al impresentable Sarkozy –sus escándalos, dixit– y al moderado Hollande a tomar dos temas que las clases dirigentes francesas habían decidido dejar fuera de la agenda: los impuestos a los ricos y un pacto respecto al euro que piense en la gente y no sólo en la oligarquía financiera. Apenas ayer viernes 13, Mélenchon en un mitin frente a la autoridad reguladora de los mercados financieros se refirió a los conspiradores financieros. Pero sobre todo al tomar el tema de los impuestos y obligar a Hollande a postular un aumento de impuestos a quienes ganan más de un millón de euros; ha mostrado una vía por medio de la cual sectores impugnadores de la clase política tradicional pueden introducir temas candentes en la agenda política.

Ahí se encuentra ejemplificada una manera de enfrentar a las clases políticas tradicionales desde una impugnación que no abandona el espacio de la lucha electoral. Abriendo, como señalaba Bordieu ,el espacio de los posibles.

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