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Punks y emos se transformaron en centuriones y nazarenos

Por 169 ocasión, resonó en Iztapalapa: Ahí viene Jesucristo con su cruz
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Judas Iscariote, arrepentido, se colgó de un árbol, ante el beneplácito de los presentesFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Sábado 7 de abril de 2012, p. 7

Ayer, al concluir la 169 representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa, los soldados romanos, los fariseos, los nazarenos, los tiranos, héroes y dioses volvían a sus aposentos con la certeza de haber cumplido de nueva cuenta con la promesa/tradición de sus abuelos.

Las actividades del Viernes Santo se iniciaron a las ocho de la mañana con el recorrido por la plaza de la delegación. Nazarenos de todas las edades cargaban sus cruces elaboradas por ellos mismos por las calles Comonfort, Toltecas, 5 de Mayo, Ayuntamiento e Hidalgo entre otras.

Durante la representación, los iztapalapenses emos cambiaron el fleco por el casco de centurión, los punks se transformaron en nazarenos y los salseros dejaron el calzado formal por la sandalia romana. Los adultos dejaron el taxi y el taller para portar el escudo y la lanza, las alas de ángel y los huaraches. El espíritu de participación es generalizado, por tanto, emotivo.

Conforme avanzaban las horas, cerca del mediodía, en la explanada Cuitláhuac se representaban los pasajes bíblicos, entre ellos los que narran cómo Poncio Pilatos se lava las manos al entregar a Dios Hijo, el juicio a Jesucristo, los 30 latigazos a los que sometieron al falso Mesías, autonombrado Rey de los Judíos, para luego colocarle la corona de espinas.

La plaza estaba a reventar, el Sol caía a plomo, pero todos mostraron una fe inquebrantable.

Comenzó el ascenso por las calles Aztecas, Mariano Escobedo y Allende, donde ocurrió la primera caída. Los Centuriones repelían a la turba que permanecía a los costados de las aceras, ya que quería linchar con sus gritos de malhechores y facinerosos a Dimas y a Gestas: Ustedes sí son culpables; a ustedes que los crucifiquen, pero al Jesucito que no le hagan daño.

Mientras, Jesús se tambaleaba de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, con y por la pesada cruz.

Algunos padres mostraban el camino de la fe a sus hijos: Ahí viene Jesucristo con su cruz.

Por las casas de las calles Cuauhtémoc y Lerdo, todos estaban encaramados en las ventanas, en las azoteas y en los balcones, armados con cámaras digitales y celulares para inmortalizar la 169 representación de Iztapalapa.

El Cristo volvió a tambalearse con su pesada carga y se produjo la segunda caída. Las Magdalenas lloraban y alzaban la mirada en busca de consuelo.

La fe que desbordan los iztapalapenses es infranqueable, se vive en cada calle. Aquí no vale haber leído los Evangelios canónicos o los de Judas; aquí la fe es la única ante el clamor incesante de Dios Hijo: Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen.

El aliento de los caballos de la montada resonaba en la nuca de los participantes que avanzaban por las calles Hidalgo y Estrella. La queja/diatriba de “o’ra, hijos de su pinche madre”, fue colectiva.

Hay una cosa clara: el policía representa al policía.

El falso profeta llega al cruce definitivo en las calles Estrella y Ermita, donde se encuentra la mayor concentración de público. Un policía da instrucciones a sus subordinados: No dejen pasar a ningún civil; ahí, en medio de los caballos, viene el actor principal. Que no se les cuele ni uno.

El Cristo toma un último aliento para llegar a su calvario; emprende la empinada pendiente para surcarla, y entonces se sucita otro altercado entre granaderos, civiles y actores, pocos logran pasar el filtro.

Ya en el cerro de la Estrella, algunos romanos perdieron sus capas; algunos judíos, sus chanclas. Integrantes de la Cruz Roja atendían a los lesionados; les vendaban los pies, los hidrataban y les tomaban los signos vitales. Esto ocurría mientras Judas Iscariote se arrepentía de haber vendido a Dios Hijo por 30 monedas, y se colgaba de la rama de un árbol, el beneplácito de los presentes fue manifiesto.

Llega Cristo junto a Dimas y Gestas y tiene lugar el clásico encuentro, donde la gente que aguarda expectante les arroja botellas de plástico a los centuriones romanos mezclados con fariseos, judíos y policías. Se crucifica al Hijo de Dios en medio de los dos hampones. El Espíritu Santo se eleva al cielo en forma de paloma blanca.

Rápidamente, las inmediaciones del cerro de la Estrella comienzan a quedar vacías. Las cientos y cientos de cruces de madera, las túnicas, los disfraces de nazareno, Magdalenas, judíos y ángeles comienzan su otro viacrucis: el regreso a la bodega para entregar sus prendas que volverán a ser usados/desempolvados el próximo año, mientras duren.

Saldo blanco

La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSP-DF) reportó saldo blanco durante el operativo realizado con motivo de la conmemoración en Iztapalapa. La dependencia informó que no ocurrió ningún incidente mayor, salvo que más de mil 200 personas fueron atendidas en los puestos médicos instalados en diversos puntos de la demarcación.

Con información de Alejandro Cruz