xiste mucho interés por las familias disfuncionales, pero también habría que documentar los efectos sociales y en la salud de las sociedades disfuncionales
. Este tema ha sido trabajado durante años por los investigadores y epidemiólogos Wilkinson y Pickett. Sus hallazgos están resumidos y presentados para el público no profesional en el libro The Spirit Level, subtitulado Porque una mayor igualdad fortalece a las sociedades.
El argumento básico, sustentado en sus investigaciones propias y de otros, es que a mayor desigualdad en la distribución de la riqueza los problemas de salud y sociales típicos de los pobres incrementan. Estas diferencias no aparecen cuando se trabaja con los valores promedio de las naciones, es decir, lo que cuenta no es si un país es rico o menos rico, sino la manera como se distribuye la riqueza entre las distintas clases o grupos sociales. Así, es una cuestión de desigualdad y no sólo de pobreza.
Miden la desigualdad en la distribución del ingreso como la relación de los ingresos del 20 por ciento más rico de la población y del 20 por ciento más pobre, utilizando los datos de la ONU para 23 países desarrollados. Esta selección se hace para contrastar naciones equiparables y por la disponibilidad de datos comparables. En Japón y los países escandinavos esta relación es de uno a cuatro, mientras en el Reino Unido, Portugal y Estados Unidos es de uno a 7.5-8.5. Para la comparación entre los estados de EU utilizan el coeficiente de Gini. Los autores señalan que, aunque sería importante disponer de otros indicadores de desigualdad, la asociación de la distribución del ingreso con los problemas de salud y sociales más conocidos como de los pobres
es muy fuerte.
En este contexto llama la atención que los países se agrupan en tres grandes bloques que corresponden aproximadamente a tres distintos tipos de estados de bienestar, que se distinguen por la cobertura y calidad de beneficios y servicios sociales públicos.
El índice de salud y problemas sociales se basó en los siguientes indicadores: expectativa de vida y mortalidad infantil, salud mental incluyendo el consumo de drogas ilegales, obesidad, embarazos adolescentes, homicidios, rendimiento escolar, niveles de confianza, tasa de encarcelamiento y movilidad social. Este índice muestra una correlación alta con la desigualdad del ingreso de los países estudiados, mientras su ingreso promedio tiene una asociación muy débil.
Al observar cada uno de los problemas, se encuentra que los de salud mental y uso de drogas ilegales demuestran el mismo comportamiento que el índice al igual que la expectativa de vida y la mortalidad infantil. Otro ejemplo son los embarazos adolescentes y la obesidad. Respecto de los homicidios se encuentra la misma tendencia y el patrón de edad de los homicidas hombres es muy semejante entre Inglaterra-Gales y Chicago, y son predominantemente jóvenes.
Cuando se publicó el libro causó una gran polémica. Algunos expertos consideran que abre una veta muy importante, por ejemplo, Nature; a otros les pareció insuficiente la medida de desigualdad del ingreso, y otros lo descalificaron. Estos últimos tuvieron foros importantes, particularmente en la prensa defensora del modelo económico neoliberal, como por ejemplo el Wall Street Journal o The Financial Times. Los autores respondieron puntualmente a todas las críticas y se publicaron simultáneamente en la página de la Equality Trust. Advierten particularmente contra estudios que aplican la metodología a unidades territoriales pequeñas o que mezclan países ricos y pobres y con sistemas de recolección de datos disímiles.
Los acontecimientos en Europa con la destrucción masiva de empleos, recortes de los salarios y restricción de todos los servicios y beneficios sociales equivalen a la constitución de sociedades disfuncionales
a gran escala. Sería muy importante dar seguimiento a los efectos en salud y a los problemas sociales que esto provoca.
Los mexicanos ya lo estamos viviendo en grado máximo después de 25 años del modelo liberal. La concentración extrema de la riqueza y la extensión de la pobreza, el crecimiento extremo de la desigualdad, nos han arrastrado a la tragedia nacional en marcha. La falta de asideros para que los jóvenes puedan construirse una vida digna es tal vez su expresión más dramática. Demuestra también que de los efectos de la desigualdad no se escapa nadie.