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Con dos chispazos, Tigres doblegó a los esforzados auriazules

Se aleja Pumas de la liguilla y piensa en la Concachampions

Ahora el propósito es lograr el mayor número de puntos: Memo Vázquez

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Lucas Lobos (16) festeja la segunda anotación de TigresFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 26 de marzo de 2012, p. 5

El entusiasmo juvenil de los Pumas se estrelló con la realidad. Un equipo con pocos elementos curtidos en el césped y numerosos muchachos con rostros casi infantiles no pudieron evitar la derrota, tal vez la más dolorosa de la temporada, ante el campeón Tigres, un cuadro repleto de jugadores con larga trayectoria y prestigio internacional. Una caída que no sólo frustra las ilusiones del club universitario, sino además aleja las posibilidades de clasificar a la liguilla.

Pumas fue una línea vertiginosa de emociones, del espíritu combativo que mostraron en los primeros minutos al desconcierto –después de recibir el primer gol–, hasta desembocar en la desesperación y el dolor de saberse prácticamente eliminados del torneo.

En cuanto saltaron a la cancha, los auriazules dieron pistas de lo que harían. Jugaban coordinados, bien enchufados, aun con las ausencias de sus integrantes claves, como David Cabrera y Javier Cortés, por convocatoria a la selección Sub-23, y Darío Verón, por fractura en el pie derecho. La ilusión de poder meterse a los lugares de liguilla los inspiraba.

El ataque estaba coordinado por Martín Bravo, uno de los más esforzados en el equipo, capaz de proezas en la disputa cuerpo a cuerpo, pero que suele dejar incompletos esos arrebatos que casi nunca terminan en gol. Sobre sus hombros descansaba la labor ofensiva, sobre todo con un Juan Carlos Cacho ausente y siempre de espaldas.

Tigres, en tanto, parecía muy cauteloso; cargado atrás como si no tuviera mucho ánimo de sacrificio. Así, los hombres de Ricardo Tuca Ferretti defendían precisos, sin mucho desgaste y sólo atentos a encontrarse con alguna pelota perdida.

Pese al buen parado de los regimontanos, había momentos en los que titubeaba la línea defensiva. Jorge Torres Nilo estaba poco concentrado. En una de sus pifias Luis Fuentes dio un buen susto con un disparo de media distancia, que por ley de gravedad debería caer dentro del arco de Enrique Palos, pero algún capricho inexplicable lo mandó fuera. El portero sólo resopló aliviado al ver el milagro.

Lucas Lobos exhibió su categoría más por instinto que producto de un avance planeado y Damián Álvarez apenas corría para alcanzar la pelota. Ese Tigre venía oculto en piel de oveja, como demostró en unas cuantas jugadas, un par de ellas decisivas, porque terminaron dentro del arco.

Álvarez desbordó por el carril izquierdo ante los ojos incrédulos de Fernando Espinosa, cuyos pies fueron incapaces de detener la carrera del mediocampista. A unos metros Emmanuel Cerda intuyó la jugada y avanzó para recibir un magnífico centro que sólo tuvo que empujar para el primer gol.

El entusiasmo local se hundió. Empezó el nerviosismo y las miradas inquietas al reloj. Con esa presión encima buscaron el empate de cualquier forma: si no caía por una acción elaborada lo buscarían desde donde fuera. Un par de veces Espinosa lo intentó desde lejos, pero uno se fue arriba del arco y otro dio en las manos de Palos.

Para la segunda parte, los Pumas dejaron de leer con claridad los signos del juego. Si Tigres se hacía compacto por el centro no buscaban los extremos. Insistían por donde no podían pasar, con terquedad casi adolescente.

La poca presencia en el área de Cacho obligó a Memo Vázquez a sacarlo de la cancha para buscar otros recursos que los pudieran acercar al rival, peligroso e indescifrable para ese momento. El atacante salió abucheado por su afición, harta de ver un cuerpo sin emociones en la punta del equipo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En el extremo izquierdo de Pumas, Efraín Velarde titubeó y en una salida terrible le entregó la pelota a Damián Álvarez, quien con delicadeza le entregó la pelota a Lobos para definir el segundo gol.

En la zona del pebetero la barra auriazul dejó de alentar un instante y mostró una manta en la que se leía: Josefina no insultes a la UNAM. Como respuesta a lo que la candidata panista a la Presidencia consideró en su tesis de titulación hace 19 años. Una frase que también se leía en camisetas que regalaban en los alrededores del estadio. Si el equipo estaba perdido, la afición auriazul apuntaba sus baterías a otro frente.

Al final el rostro desencajado de la afición era el símbolo de las ilusiones aplastadas con esa segunda anotación. Había garra en Pumas, pero no fue suficiente para la hazaña.

Nada que hacer. Los auriazules salieron de la cancha notoriamente contrariados. El Chispa Velarde balbuceó que no les quedaba sino levantar la cara. No nos alcanzó; se juntaron todas las ausencias en el equipo, dijo rumbo al vestidor.

Vázquez también revelaba ese sentimiento de frustración por una campaña perdida. Admitió con sinceridad que con este resultado las posibilidades se redujeron y ahora sólo quedaba terminar de la manera más digna. Y recordó que aún tenían la Concachampions para salvar un poco la temporada.

No abandonamos el torneo, dijo el técnico. “Pero estamos conscientes de que ahora el objetivo es sacar el mayor número de puntos y voltear la mirada a la Concachampions, donde estamos peleando en la semifinal”, señaló al aceptar que los 11 puntos que tienen no sirven de mucho.

No podemos dejarnos caer, mañana debemos reanimarnos, dijo Vázquez antes de marcharse.