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A la mitad del foro

Y el cubilete en la mano

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Todo lo necesario para estar a tono con la visita del Papa, ayer en León, GuanajuatoFoto Alfredo Domínguez
L

os candidatos a la Presidencia de la República recién confirmada laica asistirán al acto religioso, a la misa celebrada por el papa Benedicto XVI a la sombra del Cerro del Cubilete. Todos, sin excepción, fieles a la era del espectáculo y ensordecidos por las voces de los oráculos. Total, la izquierda es plural y fracturada; el nacionalismo revolucionario vuelve a poner en escena la opción entre partido de trabajadores o de clases, plural y fraccionado; la derecha gira sobre su propio eje y Felipe Calderón invoca a Juárez lejos del Cerro de las Campanas y con el uniforme de Miguel Miramón bajo el sayo franciscano; lo del Panal es épica del calentamiento plural y el darwinismo social.

Hay una zona del silencio en el norte de México asolado por una sequía que ya cobra vidas, donde los campiranos navegan el desierto y las magras cosechas de siempre se reducen a nada, hasta en las tierras de riego cultivadas con maquinaria donde este año cosecharán menos de la mitad del maíz que llevaron a las bodegas en la cosecha anterior. Son miles las cabezas de ganado mayor cuyos esqueletos cubren las áridas extensiones, como símbolo aterrador de los miles de muertos y desaparecidos en la guerra contra el crimen organizado. Nadie morirá de hambre o de sed, sentencia Felipe Calderón. Pero hay hambre, amenaza la hambruna y la desnutrición es muerte lenta, segura, para miles y miles de infantes.

Misa de réquiem bajo el Cerro del Cubilete. Hemos sufrido mucho, su santidad, pero México está de pie. Y los satisfechos aplauden y enjugan una lágrima de emoción apenas contenida. Y los candidatos, todos, van a misa; olvidan el sabio proverbio mexicano de las mentadas de madre que son como las llamadas a misa. Es la zona del silencio. Del misterio: me arrodillo donde se arrodilla el pueblo, no ante las cámaras, porque no soy hipócrita, dijo Andrés Manuel López Obrador, el de la tierra de Garrido Canabal, el del retador recuerdo radical de no le han quitado ni una pluma a mi gallo. Y Enrique Peña Nieto elude las definiciones, oscila entre la inamovible separación de Iglesia y Estado, y la irresistible tentación de la poliarquía, de darle gusto a todos, incluida desde luego la formación familiar y la educación clerical. Total, la pluralidad que lo puso en el trance de encabezar el retorno del PRI al poder trajo consigo el juego de abalorios anticipo del pregón papal: Hay en muchos católicos cierta esquizofrenia entre la moral individual y la moral pública.

Y todavía insisten los intelectuales orgánicos del neoconservadurismo en que el viaje papal del sucesor de Karol Wojtyla no es misión política, en que es ajeno a los asuntos electorales de México y apenas interesado en que comulguemos con la rueda de molino de la libertad religiosa, sinónimo de libertad de religión, puesta al día de la libertad de culto de larga y laica data constitucional en estas tierras. Josefina Vázquez Mota ya no pide que su Dios la haga viuda, sino que el vicario la haga presidenta de la República. Va a misa, pero también viaja a Perú en busca del escapulario milagroso de una foto al lado de Mario Vargas Llosa; no se trata de Conversaciones en la Catedral, sino del aval de quien acuñó lo de la dictadura perfecta. Pero algún colaborador de doña Josefina informó urbi et orbi que su candidata se había reunido con el premio Nobel de la Paz.

Es la zona del silencio y ese boletín hizo eco del vacío producido en el estadio Azul de la Ciudad de los Deportes. Urge que pasen estos idus de marzo, que empiecen las campañas de estos tristes peregrinos. Cierto, todos hacen campaña, cada uno a tono con la personalidad propia y la capacidad de simular sin agraviar a los escuchas de los acertijos en los que deben estar los proyectos y programas de los candidatos. El más reciente acto colectivo, uno tras otro y no al mismo tiempo, fue en Monterrey. Y en la zona del silencio resonaron las racionalizaciones de unos y otros sobre la ausencia de ciencia y tecnología en nuestra nación paralizada, rezagada por el ignaro desdén de quienes no entienden que la educación no es gasto, es inversión.

Enrique Peña puso el dedo en esa llaga: La inversión no ha cambiado prácticamente desde los años 80, cuando nos podíamos comparar con Corea del Sur; hoy ese país invierte más de 3 por ciento en ciencia y tecnología, nosotros en el orden de 0.4 por ciento. Y el promedio de los países de la OCDE es de 2.33 por ciento. Andrés Manuel López Obrador puso énfasis en impulsar la ciencia, el desarrollo tecnológico y la innovación; aumentar el número de universitarios de 2.5 millones en 2012, a 5 millones en 2018; y aumentar el número de investigadores, sólo 18 mil reciben apoyo del Estado. Su adelantado secretario del ramo, René Drucker, diría que para finales del próximo sexenio prevén haya 50 mil investigadores. Nada más falta que se denuncien violaciones a la veda. Y que el IFE los encuentre culpables de pensar en voz alta.

Josefina Vázquez Mota se pronunció por despolitizar la educación en México. Eso piden los jerarcas católicos que reciben a Benedicto XVI, el del diagnóstico de la esquizofrenia entre la moral individual y la moral pública: da nombre de la libertad religiosa, el derecho de los padres a exigir enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Y el uso de los bienes públicos para difundir sus creencias por la radio y la televisión. Demanda hecha cuando la derecha está al borde de una derrota electoral, del repudio ciudadano al fracaso político, público, desolador; de una economía que no crece, no genera empleos; de la pobreza que se multiplica y la hambruna que amenaza por la incuria oficial y la dura sequía que anticipa una enorme tragedia nacional.

Después del 30 de marzo Felipe Calderón entrará a la zona de silencio, por mandato de ley. Pero quien enfrenta a la Corte Suprema y olvida la separación de poderes no escucha la respuesta, la lección dictada por el ministro presidente, Juan N. Silva Meza, ante la estatua sedente de Benito Juárez, en pleno Palacio Nacional. Como en las mesas de taberna, la voz estentórea del apostador: cinco ases; caballo. ¡Y el cubilete en la mano!

El Papa que volará rumbo a la Cuba de Fidel Castro es teólogo, inquisidor dispuesto a condenar los crímenes de curas pederastas, pero también a aludir ese juicio para predicar en México la libertad religiosa y asumir la defensa de la vida desde el instante de la concepción para criminalizar el aborto. No es un cruzado como su antecesor Juan Pablo II, aliado de los marianos que servían a Ronald Reagan en la Seguridad Nacional, en el combate final de la guerra de las galaxias. Y hoy se podría responder al ¡México siempre fiel!, que siguió a la vanidosa reforma de Carlos Salinas de Gortari, con un ¡México siempre laico!

El próximo presidente asumirá el poder de un México al borde del colapso social, dijo Pedro Joaquín Coldwell al cumplirse 18 años de la muerte de Luis Donaldo Colosio. Y en Hermosillo, Sonora, los sembradores del odio arrojaron pintura roja sobre el busto del sacrificado en Lomas Taurinas. Hay que desechar la inoperante alternancia. Es impostergable el cambio de régimen. Las izquierdas, el nacionalismo revolucionario, no pueden limitar su aspiración a la defensa del Estado benefactor. Hay que reivindicar la equidad, instaurar una política social de Estado; imponer los valores democráticos a los de la tecnocracia al servicio de la oligarquía.