Al llegar a sus 80 años, el artista plástico Vicente Rojo decidió ponerse en medio del tiempo y ver hacia el pasado y hacia el futuro. Por un lado, este sábado se inauguró en la galería López Quiroga la exposición Ocho estaciones (1952-2012), retrospectiva de sus seis décadas como creador.

En 60 años han pasado muchas cosas; aspiro a que la muestra de lo que ha pasado esté visible aquí. Aspiro a que mi obra haya avanzado, comparte Rojo en breve charla, y agrega: Mi intención con la exposición fue tratar de llegar a encontrar puntos que mostraran lo que ha sido mi trabajo. Es un viaje a lo largo de mi trabajo y de mi vida.

Por el otro lado, este creador nacido en Barcelona el 15 de marzo de 1932 y llegado a México a los 17 años, comenta: Me siento bien, porque tengo proyectos, muchas cosas empezadas que tengo que llevar a término. Sigo tratando de imaginar cosas y de llevarlas a cabo. Tengo el mismo interés que tenía hace 60 años.

La galería estuvo atestada de admiradores y amigos del medio cultural, como Cristina Barros, Marco Buenrostro, Brian Nissen, Alberto Blanco, Federico Álvarez, Alberto Ruy Sánchez, Margarita de Orellana y Bárbara Jacobs, su compañera.

La idea de montar esta exposición, comenta Rojo, es relacionar obras antiguas y recientes, y ver qué ha sucedido en este tiempo.

Está estructurada de manera diferente a como organizo normalmente mi trabajo; una vez que ha quedado colgada voy a ver qué significa para mí, cuál ha sido mi desarrollo.

Agrega que el proceso de montaje fue un poco complejo en la búsqueda de ligar unas piezas con otras. Hay muchas técnicas diferentes, dice, como pintura sobre tela, sobre papel, escultura en bronce, en madera, dibujos a tinta y gouache.

Las Ocho estaciones (1952-2012) o etapas de Vicente Rojo, con sus respectivos subtemas, son: Confrontación, en la que incluyó la figuración y los alfabetos; Itinerarios: el cuaderno de viaje; Grafismos: señales, negaciones y escrituras; Naturaleza: lluvias y volcanes; Visiones: escenarios antiguos; Memoria: la ciudad de Barcelona en 1964; Lecturas: León-Portilla, Carrol, Ullán y Pacheco, e Interiores: recuerdos y autorretrato.

“Una singular autobiografía creativa –destaca al respecto información de la galería López Quiroga–; una abigarrada, limpia síntesis mediante la cual nuestro país y otros espacios del tiempo y del mundo, tan difíciles de precisar, han logrado mostrarse a sí mismos. Pero estas obras son también una revelación: se exhiben como formas, como procesos para pasar a formar parte de la realidad.”