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Marine Le Pen denuncia cierto laxismo ante fundamentalistas

Breve, la tregua política por los homicidios; la extrema derecha francesa se vuelca en críticas
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Viernes 23 de marzo de 2012, p. 32

París, 22 de marzo. Desde la terrible matanza del pasado 19 de marzo en la escuela judía Ozar Hatorah de Toulouse (Haute-Garonne), precedida por el asesinato de tres militares la semana anterior, se desató en los medios de comunicación una serie de especulaciones. Se señaló primero la pista de la extrema derecha o la de un desequilibrado. Luego se supo que era un terrorista cercano a Al Qaeda, un hombre conocido de la policía, supuestamente vigilado desde hace años por la seguridad nacional por sus viajes a Afganistán y Pakistán. Lo que no deja de cuestionar la capacidad y la voluntad de la policía antiterrorista francesa que se demoró varios días, después de los primeros atentados, en ubicar al culpable.

Si la campaña electoral detuvo su paso unas horas, en el momento de los funerales, llevados a cabo en Jerusalén, para los tres niños y el profesor de la escuela judía, y, en Montauban (Tarne-et-Garonne), para los tres militares asesinados en Montauban y Toulouse, la tregua ha sido corta.

Marine Le Pen, dirigente del Frente Nacional (FN-extrema derecha) y candidata a la presidencia, no ha tardado en acusar al gobierno. Creo, dijo, que el riesgo fundamentalista ha sido minimizado en nuestro país y que grupos político-religiosos se están desarrollando gracias a cierto laxismo. Ha llegado el momento de combatir a esos grupos que matan a nuestros hijos y de plantear un referendo sobre el tema de la pena de muerte y reclusión perpetua verdadera.

La importante progresión del Frente Nacional, desde el principio de los años 80, se debe, principalmente, a la estrategia del presidente Francois Mitterrand que puso a la derecha tradicional frente a una falsa alternativa: aliarse con la extrema derecha y ganar las elecciones nacionales y locales, o renegarla y perder. Es cuando se empezó a ver a Jean-Marie Le Pen en programas televisivos y, con el regreso (muy provisional) de la elección proporcional en 1986, el FN ganó 35 escaños en la Asamblea Nacional (igual que el Partido Comunista francés). Hasta 1998, el partido socialista se benefició de la rivalidad derecha-extrema derecha.

Hasta 2002, cuando su candidato presidencial, Lionel Jospin, se vio eliminado por Jean-Marie Le Pen que habría de competir con Jacques Chirac en la segunda vuelta.

Despues de relecto Chirac, la derecha francesa decide negar toda alianza con el FN. Pero, al mismo tiempo, empieza a hacer suyas las temáticas preferidas de dicho frente en materia de inmigración e inseguridad. Con la elección de Nicolas Sarkozy en 2007, es cuando la derecha invade, sin pestañear, los territorios tradicionalmente ocupados por el FN. La amalgama deliberada, retomada y repetida por el propio ministro de Interior, Claude Guéant, entre inmigración, desempleo, delincuencia, terrorismo, inseguridad e islam, va a corromper las fronteras y provocar, en la mente de muchos franceses, una confusión que agrava los comportamientos racistas. El extranjero es el enemigo, culpable de todos los males. Y no importa que el extranjero sea francés desde una, dos o hasta tres generaciones.

La cuestión de la progresión de la extrema derecha no es propia de Francia. Tiene más fuerza aún en Austria, Hungría, Finlandia, Holanda, Suiza, Noruega, Bélgica…, todos países que, al igual que Francia, sufren el envejecimiento de su población, la crisis de las finanzas públicas y los efectos de la globalización con la agudización del desempleo. La cohesión social se quiebra. El miedo del otro y de su cultura se transforma en odio, favoreciendo una cerrazón social frente a lo que viene de afuera y alentando la xenofobia.

El Frente Nacional es la parte oficial, decente, de la derecha extrema pero existe en Francia un número importante de pequeños grupos extremistas que cuentan con unos 3 mil activistas o simpatizantes.

En 2002, un simpatizante de la Unité Radicale fue el autor de un atentado frustrado contra el presidente Chirac. Se prohibió entonces la organización que se transformó, en 2003, en el Bloc Identitaire cuyo programa es federar a los franceses y europeos orgullosos de sus raíces. Opuestos al mestizaje étnico, quieren regresar a los migrantes, considerados delincuentes, a su país. Desde hace unos años, con una asociación llamada Solidarité des Francais (SdF), organizan, para la gente sin domicilio fijo, la distribución de comida identitaire (es decir con cerdo, según ellos patrimonio culinario de los franceses), marginando a los musulmanes y judíos de la calle.

Hoy día, la gran tarea de Marine Le Pen, hija de Jean-Marie, una de las tres mujeres candidatas a la presidencia frente a siete hombres, es dar a creer que su partido es como cualquiera con el mismo derecho a expresarse en la contienda política. Pero, en estos días de marzo, a 50 años de los acuerdos de Evian que pusieron fin a la guerra de Argelia, es difícil no recordar el papel que tuvo su padre Jean-Marie Le Pen, teniente del primer regimiento de paracaidistas, en la llamada Batalla de Argel. Si bien nunca fue condenado por haber torturado, la justicia francesa reconoció la veracidad de quien lo acusó.

Según los sondeos, Marine Le Pen tiene 17 por ciento de intención de voto. En la elección presidencial de 2002 el FN llegó a tener 4.8 millones de votos pero, en la de 2007 perdió un millón. Los recientes sucesos de Toulouse y Montauban pueden conducir a una competencia descabellada sobre el tema de seguridad entre la derecha tradicional y la extrema para ganar votos el 22 de abril.