Editorial
Ver día anteriorMiércoles 21 de marzo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Francia: barbarie, xenofobia y elecciones
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n día después de la masacre ocurrida en un colegio judío de Toulouse, Francia –donde un individuo no identificado mató a tiros a un profesor de la institución y a tres alumnas–, el ministro del Interior de ese país, Claude Guéant, dijo que hay indicios de que el asesino videograbó el crimen con una cámara que llevaba pegada al cuerpo, y lo describió como alguien que es muy frío, muy decidido, con gestos precisos, y por lo tanto muy cruel. Por su parte, en entrevista televisiva, el canciller francés, Alain Juppé, secundó la versión formulada la víspera por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu –de que no se puede descartar la posibilidad de que (el crimen) haya sido motivado por un antisemitismo violento y asesino–, al afirmar: el antisemitismo existe en Francia; hemos luchado (contra eso) por años.

Los señalamientos del funcionario francés y del premier israelí parecen quedarse cortos, sin embargo, habida cuenta de que en Francia la racha de bárbaros atentados no se ha limitado a la comunidad judía. Cabe recordar, al respecto, que de acuerdo con las autoridades francesas el asesino de Toulouse está detrás de la muerte a tiros de un militar de origen magrebí en esa misma ciudad, el 11 de marzo, así como de la agresión sufrida por soldados de un regimiento de paracaidistas en la vecina Montauban, dos de origen norafricano y uno antillano.

Así pues, más que a una expresión de odio antijudío, la cadena de crímenes violentos registrados en menos de dos semanas en el suroeste francés se presenta como una expresión de chovinismo y xenofobia, miserias características de la ultraderecha francesa, la cual ha hecho capital político azuzando a la población contra los inmigrantes pobres y las minorías étnicas (judíos, magrebíes, subsaharianos, antillanos, latinoamericanos, gitanos, entre otros) de esa sociedad.

A primera vista puede resultar incomprensible que en una nación democrática, desarrollada y pilar de la integración regional tengan lugar expresiones de odio racista como las referidas. Pero en la Francia contemporánea la marginación tradicional en que viven los inmigrantes pobres y los grupos poblacionales minoritarios –reducidos a condición de ciudadanos de segunda, vistos sistemáticamente como una amenaza a la seguridad y responsabilizados por la falta de empleo y las dificultades financieras del Estado– empata con un auge de posturas cada vez más racistas y xenófobas en el sector europeo de esa sociedad, como se expresa con la resurrección político-electoral del Frente Nacional (ultraderecha), el cual ha articulado tradicionalmente a posturas antieuropeas, ultranacionalistas y xenófobas.

Por más que en lo inmediato resulte urgente capturar al responsable de los asesinatos y hacer justicia a las víctimas y sus familias, el hecho de que esos crímenes se produzcan a unas semanas de las elecciones presidenciales en el país europeo multiplica su proyección y magnitud y les confiere un cariz político acaso involuntario, pero ineludible: en un momento en que el voto del electorado de derecha se disputa entre el referido FN y el oficialista Unión por un Movimiento Popular del presidente Nicolas Sarkozy, los sucesos trágicos de Toulouse y Montauban podrían derivar en una defección de sufragios del segundo en favor del primero, y ello redundaría en un fortalecimiento de la candidatura del actual mandatario frente al principal opositor y favorito en los sondeos, el socialista François Hollande.

En suma, por más que los indicios apunten actualmente a que las masacres son consecuencia de fobias ciegas o de desequilibrios personales, su ocurrencia en pleno periodo de campañas presidenciales hace pensar en la posibilidad de que se deban a una orquestación política de intereses no identificados. Si eso fuera así, se asistiría a una nueva sima de descomposición moral y política en Francia y en la Europa contemporánea.