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Cultivos de maíz en doble hilera elevan la productividad y disminuyen los costos

Ejidatarios de Puebla incursionan con éxito en programa de alto rendimiento
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El valle de Valsequillo, región óptima para sembrar maízFoto José Carlo González/archivo
 
Periódico La Jornada
Domingo 11 de marzo de 2012, p. 16

Acostumbrados –herencia de padres a hijos– a sembrar maíz criollo y desesperados por las ganancias pírricas y las crecientes deudas tras levantar las cosechas de sus parcelas –la mayoría de temporal, de tres a cinco hectáreas–, decidieron organizarse y buscar alternativas para sobrevivir.

Son los ejidatarios de Tepanco de López y San Pedro La Joya, Puebla. Fundaron la Sociedad de Producción Rural Trabajando por la Tortilla y empezaron a buscar mecanismos para reducir costos de producción y encontrar mejores mercados para sus cosechas.

¡Queremos romper la imagen de un campo pobre, destruido y abandonado!, sostienen. Es el grito de cientos de miles de ejidatarios que pugnan por que se reconozca que pueden contribuir a reducir las importaciones de alimentos hasta 15 por ciento, siempre y cuando los recursos de los diversos programas dejen de privilegiar la agricultura de exportación, en manos de productores de gran escala.

Luchar contra adversidades y no dejar de sembrar, porque sabemos que somos tan buenos como los (agricultores) del norte, es la consigna de los ejidatarios poblanos.

El año pasado tuvieron información del Programa de producción de maíz de alto rendimiento (Proemar) –instalado en diciembre de 2009 por el Fideicomiso de Riesgo Compartido–, algunos visitaron parcelas demostrativas, vencieron la desconfianza y temores, respaldándose en la guía de los técnicos y en sus conocimientos tradicionales, y se lanzaron al cultivo del cereal en doble hilera. El objetivo: elevar rendimientos en sus parcelas de temporal y riego, reducir los costos por tonelada y tener ganancias.

No había imaginado que se pudiera sembrar maíz en doble hilera para tener mayor aprovechamiento por piso cultivable. Antes de este programa pedí a mi padre que me dejara sembrar en tres hectáreas y tras años de esfuerzo alcancé 12.5 toneladas por hectárea en esa parcela de riego, narra Juan Carlos Sorcia Ledo, quien a sus 25 años muestra con orgullo las 10 hectáreas sembradas a doble hilera.

“Desde la secundaria me metí al campo; la mentalidad de mi padre era sembrar siempre maíces criollos; le pedí prestado un pedazo de tierra para trabajarla y empecé a cultivar maíz híbrido. Cuando empezó a ver los resultados se convenció del cambio. Al fin y al cabo se trata de precios y ganancias, de tener mejor nivel de vida.

Me gusta ser agricultor y ver este resultado, dice al hacer un semicírculo con la mano para mostrar las siembras, sin plagas ni maleza. Invita a meterse entre los surcos y a tocar las hojas; desprende una mazorca y, como si fuera un trofeo, la acaricia y muestra que no está carcomida por ningún gusano. Espero ser ejemplo para el resto de mis vecinos y de la región del valle de Valsequillo, donde muy pocos tienen altos rendimientos. Sembrar es cultura y herencia, pero también hay que actuar como pequeño empresario. Pensar en que se va a invertir un peso y a ganar dos, ver que en el mercado de la tortilla procesada por cada kilo de maíz híbrido se obtienen 1.8 kilogramos y con el criollo 1.5.

Carlos Espinosa Limón, presidente del Consejo de Productores de Maíz en Puebla, comenta que el valle de Valsequillo es una de las regiones estatales óptimas para sembrar maíz; son 30 mil hectáreas de ejidos y pequeñas propiedades que pueden aprovecharse mejor. Si el gobierno estatal diera 25 por ciento de ayuda para la compra de fertilizantes y semilla mejorada, los campesinos podríamos tener cosechas tan elevadas como los sinaloenses, cubrir la demanda local y tener excedentes. Si la meta es dar de comer a la gente, aquí estamos. No queremos nada regalado, sí el apoyo técnico y financiero para trabajar mejor.

En San Pedro La Joya, municipio de Tepeaca, región de cultivos de temporal, José Josafat López López comenta que por tradición familiar, hasta hace dos años, había sembrado maíz criollo y los rendimientos no rebasaron 3.5 toneladas por hectárea. Pero empezó a experimentar con el híbrido y mejoró el rendimiento en su parcela de dos hectáreas. Este ciclo empecé a sembrar en doble hilera, como marca el Proemar, y sé que voy a sacar 50 por ciento más de utilidad, aunque también tuve que invertir 30 por ciento más de lo que normalmente gastaba. Los vecinos han venido a recorrer mi siembra, algunos se convencen de los beneficios y otros dicen que continuarán con el maíz criollo.

Rechazan que maíces criollos estén en peligro

Descarta que con este nuevo método se ponga en riesgo la existencia de los maíces criollos, pues no todos los campesinos tienen recursos para comprar semillas. En el estado, 85 por ciento de campesinos siembran grano criollo y sólo 15 por ciento utiliza semilla mejorada. “Somos 300 mil productores quienes destinamos 600 mil hectáreas a ese cultivo; sabemos ser productivos con los criollos y para ambos tipos de maíz hay mercado.

“Hay que entender que los campesinos, con parcelas en promedio de dos hectáreas, tenemos que encontrar la forma de mejorar nuestros ingresos y que si con la siembra de doble hilera de maíz híbrido logramos ingresos de 6 a 8 mil pesos mensuales, nos quedaremos a cultivar nuestros campos, a planear las cosechas y a buscar mejores mercados.

“La vida es como un juego de futbol. Puedes llegar a superar al Chicharito Hernández o estar en la banca y no anotar gol, o de plano nunca intentarlo. El equipo en el que le tocó participar representa el destino. La forma en que usted juega es su elección.” De esta forma, el despacho Asistencia Técnica Integral para el Desarrollo Rural (Atider) llama la atención de los campesinos para sumarse al programa de alto rendimiento.

En diciembre de 2009, Firco –dependiente de la Secretaría de Agricultura Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación–, con una inversión de 33 mil 100 millones de pesos, apuntaló el Proemar, creado para respaldar con asesoría tecnológica, capacitación y acompañamiento tecnológico, durante tres años, a campesinos con hasta 20 hectáreas de temporal o de riego para producir maíz o frijol.

Para quienes participan en el programa es un aliento, para otros es una gota en el desierto.