Opinión
Ver día anteriorLunes 27 de febrero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
El adiós a un torero
B

eto Preciado, el mejor subalterno de años recientes en México, se retiró de los ruedos con lágrimas en los ojos. El capote de Beto se pintó de colores con la luz apagada de la llovizna de la Plaza México. Majestad reposada del torero potosino. Circulares con las que recibía a los toros y los metía en el capote y nunca terminaban. Como no parecía terminar nunca la vuelta al ruedo entre ovaciones, golondrinas y gritos de torero. Manso arroyo el capote al que difícilmente alcanzaban los toros. Beto fue serenidad en los ruedos y en el vuelo de su lancear se fue a un paraíso encantado llevándose en las espaldas la fantasía, signo de su torear. Qué manera de aliviar el peligro, que era milagrería pura merced al giro quebrado del serpentear de la tela roja en sus muñecas.

El garbo de su caminarle a los toros se va y no se va para deleite de su familia que lo espera al calor del hogar. En el redondel de la México deja el revuelo de la lentitud de los giros con los que doblaba a los toros hasta rematarlos revolucionando la profesión de subalterno. Al grado de adquirir tanta importancia o más que los toreros. Que maneras de quebar a los toros, muy reunido en los enlaces de encajería. Dentro de su estilo clásico: parar, templar y mandar.

Atrapado el capotillo en las manos de Beto el aire se volvía loco. Espirales infinitas alzaban el vuelo en sus faenas para hacer doblar a los toros. Cómo me gustaba ver las faenas de Beto Preciado, torero de pies a cabeza. Rico buqué a torero quedaba en la plaza al jugar al toro en los pares de banderillas siempre seguro, conocedor de distancias y terrenos de los toros, después de recortar las navajas del aire, sin buscar el lucimiento que dejaba a su matador.

Lo demás fue lo de menos una vez más ayer en la México; toros mansos, de don Marcos Garfías, rodando por el suelo, y dos de La Estancia, que resultaron bravos y alegres con el caballo del rejoneador Diego Ventura, que toreó para las galerías y desde mi visión estuvo por debajo de sus enemigos a pesar del corte de oreja. Qué pena la cornada a El Zapata que equivocó los terrenos y no se percató de que el toro ya lo había avisado. Con una herida grande regresó a su toreo espectacular y cobró una estocada en todo lo alto y un juez impresionado por la cornada le dio dos orejas. Un torito de reglo le permitió demostrar lo buen torero que es a Fermín Rivera, que requiere más corridas y llegará a ser una gran figura del toreo.

Como cantaba Manuel Machado antes que torero mi deseo primero era ser banderillero, ¡enhorabuena Beto!