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Searching for Sugar Man participa en el festival independiente de Sundance, en Park City

Documentalista pretende el renacimiento de un Dylan chicano relegado en los años 70

Sin saberlo Sixto Rodríguez, sus canciones triunfaban en la Sudáfrica antiapartheid

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El cineasta Malik Bendjelloul, con la prensa de SundanceFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Domingo 22 de enero de 2012, p. 9

Park City, 21 de enero. Era el equivalente de Bob Dylan, de Velvet Underground y de los Stones, pero después de dos álbumes que pasaron inadvertidos Rodríguez colgó su guitarra, antes de renacer en Sudáfrica, a fines de los años 90. Este destino fuera de lo común está relatado en un documental que participa en el festival de Sundance.

Searching for Sugar Man, primera película del documentalista sueco Malik Bendjelloul, compite en el festival estadunidense de cine independiente que se lleva a cabo hasta el 29 de enero en Utah.

Fue en 2006, durante un viaje de seis meses en África, cuando Bendjelloul escuchó hablar por primera vez de Rodríguez.

Cuando descubrió el destino de este cantante nacido en Detroit (Michigan) en 1942, abrió grandes los ojos y exclamó: ¿Es en serio? Esa es la historia más alocada que jamás he escuchado.

De hecho, la historia de Sixto Rodríguez parece haber salido de la pluma de un guionista de Hollywood de pronunciado gusto por lo novelesco.

Nacido en una familia de inmigrantes mexicanos, Rodríguez fue descubierto por dos productores en un bar, donde se había hecho de una pequeña reputación. Convencidos de haber descubierto una pepita de oro, en 1970 lo hicieron grabar su primer álbum, Cold Fact. La crítica fue buena, pero el disco fracasó sin apelaciones.

Al año siguiente, otro productor se fijó en el cantante; sin embargo, su segundo álbum, Coming from Reality (1971), que confirmó una vez más el talento del artista, también resultó un fiasco.

Rodríguez abandonó entonces la música y comenzó a trabajar de obrero en la construcción, sin saber que una copia de su producción llegó por casualidad a Sudáfrica; ahí, su música, de acentos libertarios, se transformó en himno de la juventud blanca progresista irritada por el apartheid.

Su éxito fue tal, que por años las leyendas más locas corrieron sobre su persona. Luego se descubrió, con asombro, que estaba vivo, y lo hicieron viajar a Sudáfrica, donde fue acogido como héroe en 1998, para realizar seis conciertos con auditorios completos.

La película de Bendjelloul reconstituye la investigación de los dos fanáticos y concede la palabra a todos los actores del renacimiento de Rodríguez.

La presión era grande, debido a que debía realizar un filme que fuera bueno tanto en su historia como en su música, explicó el realizador.

Su mayor temor, antes de trabajar en el documental, era sentirse decepcionado por la música de Rodríguez. “¿Y si era mala?... Se la hice escuchar a un seguidor de Bob Dylan, quien me dijo que era mejor que la de éste. Cold Fact es uno de los más grandes discos de todos los tiempos”, expresó.

Pero, entonces, ¿cómo explicar su fracaso en Estados Unidos en los años 70? Para Malik Bendjelloul, hay que buscar por el lado de los orígenes de Rodríguez.

En esa época, si eras mexicano podías hacer música, pero mariachi o étnica. Sin embargo, Rodríguez desafió la escena del rock blanco; es decir, a los Rolling Stones, Velvet Underground y a Bob Dylan. En aquella época en Estados Unidos no te dejaban hacer eso, precisó.

En la cinta, Rodríguez no expresa, sin embargo, ninguna amargura: lleva bien sus 69 años, pese a una situación económica muy precaria –jamás tocó un centavo de sus centenares de miles de álbumes vendidos en Sudáfrica–, en calma, desenvuelto y divertido por este reconocimiento tardío.

Está prevista una gira en verano en Estados Unidos, la cual permitirá juzgar en vivo el eventual retorno de este astro de la música.

Nunca encontré a nadie tan digno en toda mi vida, aseguró el cineasta. Uno puede sentir esa gracia, ese lado real cuando lo encuentra. Él merece respeto, amor y justicia, concluyó Bendjelloul.