Opinión
Ver día anteriorLunes 9 de enero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Un toro moderno
E

n la tarde dominical primera del año con un cartel esperanzador, los aficionados no respondieron. El sol hería las localidades semivacías y en otras los cabales dormíamos la siesta gozando del silencio y de una brisa que producía un ligero rumor que corría al ritmo de la corrida. Mientras en el ruedo los toros de La Estancia, disparejos de pelaje y de juego, repetían la de siempre; recibían un solo puyazo, lo que impedía observar su bravura. Los toros más allá o más acá resultaban mansos mensos, algunos más complicados como el tercero al que José Mauricio le paró los pies y le cortó una oreja después de una estocada muy desprendida. Hasta que salió el sexto de la tarde, un auténtico bombón que parece ser el prototipo del toro moderno que esperan los grandes públicos y los toreros.

Un toro incapaz de tirar una cornada, fijo, repetidor, que literalmente planeaba y que permitía al torero estar totalmente relajado y realizar lo que le venía en gana. José Mauricio literalmente hipnotizó al toro y el toro a él. Tanto es así que la faena perdía emoción, recreándose en el juego hirviente del remolino luminoso de su muleta al embarcarlo.

Previamente había realizado una media verónica que fue una auténtica pintura y que anticipó lo que podía ser una faena de consagración. Toro para tal fin, pero desde mi perspectiva José Mauricio se dedicó a jugar al toro y emborrachado de torear parecía torear con la carretilla con la que practican los toreros el toreo de salón. Toros que permitieron a los aficionados abrir una ventana a los sueños y a los toreros con que un toro de esta condición les saliera en la Plaza México: que acometiera humillado y con una suavidad aterciopelada y acariciar en su desempeño.

Estaba tan entusiasmado el torero con su labor que se perdía en esa locura llamada toreo. El problema fue que al entrar a matar se rompió la hipnosis, el toro ya no le colaboró y pinchó en dos o tres ocasiones. No importaba; él estaba para jugar al toro no para matarlo. Lo que llama la atención fue un grupo que durante toda la tarde pareció dedicado a molestar al torero.

Resulta determinante que la falta de torear en el año y llegar al coso de Insurgentes con poco rodaje impida el poder aprovechar al caramelito que le tocó en suerte. El Capea se le ve toreado en plazas mexicanas y con sitio, pero los toros que le correspondieron no tenían transmisión y Fermín Rivera, que asume maneras clásicas, muestra a su vez la falta de corridas toreadas. Habrá que volverlos a ver.