Opinión
Ver día anteriorJueves 5 de enero de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La interna panista
E

s asombrosa la capacidad que tienen nuestros partidos para sorprendernos. El que no llora la muerte del dictador norcoreano acoge con entusiasmo a un rechazado de otro partido por sospechas de corrupción; mientras otro se alía con un grupo de malandrines que en el pasado se ostentaba como defensor del medio ambiente, pero que ahora ya ni siquiera siente la necesidad de adoptar una causa para justificar su existencia. La confusión que reina en Acción Nacional a propósito de la elección de su candidato presidencial es casi tan sorprendente como cualquiera de esas decisiones partidistas.

El PAN siempre se ha preciado de tener reglas internas claras y de respetar los procedimientos que los panistas mismos se han dado; además de que el cumplimiento de las normas del sistema electoral ha sido distintivo del partido frente a otras organizaciones que buscan de manera sistemática darles la vuelta, cuando no de plano las ignoran luego de cuestionarlas con severidad. Ahora, sin embargo, la elección del contendiente panista en la competencia de este año ha colocado al partido en una incómoda posición, en la que parece atrapado entre la pared de sus estatutos y la espada de las preferencias de su dirigencia, y probablemente del Presidente, que se inclinan por Ernesto Cordero. Para descontento del establishment panista, el antiguo secretario de Hacienda no ha logrado aumentar el apoyo público que desde hace meses lo mantiene en un distante tercer lugar en relación con Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel; pero como el presidente Calderón tiene puestas en él todas sus complacencias, el CEN del partido está buscando reajustar sus mecanismos internos para favorecer a su candidato. De ahí nació la idea de una encuesta indicativa entre la militancia del partido, que es un grupo restringido que probablemente se disciplinará a las decisiones de la dirigencia y a las directivas del Presidente. La propuesta es tan transparente que su intención de favorecer a Cordero no ha escapado a Vázquez Mota ni a Creel, quienes han manifestado en tonos distintos sus dudas al respecto. Ambos consideran que se están modificando a destiempo las reglas del juego, y desestiman el argumento del presidente del PAN, Gustavo Madero, de que así el partido responde a la desventaja en que lo ha colocado la decisión del IFE de permitir la promoción de los candidatos únicos del PRI-PVEM-Panal y del PRD-PT-MC. La verdad es que esta respuesta suena fuera de lugar, como si a quien pregunta la fecha de la elección se le respondiera: En Colima.

Por claro que sea el objetivo del Presidente, sus razones lo son menos. Si Cordero no ha sido capaz de levantar el entusiasmo de sus correligionarios, ya no digamos del público en general, ¿qué hace pensar a la dirigencia del PAN que podría ganar la presidencia de la República? Es posible que estén apostando a los errores de Enrique Peña Nieto, que recientemente ha enriquecido su fama pública, pues ya no es sólo el candidato copetudo, el esposo de la artista de las telenovelas, también es el candidato que cada vez que habla, mete la pata. También puede ser que apuesten a los malos recuerdos que en un amplio sector de opinión evoca la candidatura de López Obrador. Pero aún tomando en cuenta a los otros contendientes, hasta ahora las probabilidades de Cordero son poco prometedoras. Entonces ¿por qué la terca insistencia en hacerlo candidato? Ancho es el campo de las hipótesis.

¿Y si el Presidente hubiera dado por perdida la elección de 2012 y quisiera salvar al partido de los estragos de la previsible debacle? La multicitada frase de Felipe Calderón de 1994, cuando era presidente del PAN, de que había que ganar el gobierno sin perder el partido, revela la importancia que le da a su conciencia de militante, así como hasta qué punto la cultiva y la procura. Se le ha reprochado con insistencia que como Presidente de la República no haya olvidado su identidad partidista ni por un minuto, aun cuando el costo político de esa fidelidad haya sido alto para él y para nosotros; y ya no digamos lo que eso ha significado para la administración pública que ha sido colonizada por panistas, incluso pese a que tenían una experiencia pobre, si es que alguna, en las materias que pusieron en sus manos. Para nadie es un secreto que para ser funcionario público hoy, es más importante la credencial del PAN que la credencial del IFE.

Supongamos que la dirigencia panista ha analizado los resultados de encuestas nacionales que ubican las preferencias por su partido en segundo lugar con 21 por ciento, frente al PRI que en noviembre pasado, en alianza con el PVEM y el Panal, obtenía 40 por ciento; mientras que el PRD-PT-MC recibía 17 por ciento. (22 por ciento de los ciudadanos no declararon su preferencia. Consulta Mitofsky, Así van… noviembre 2011.) Como nada sugiere que la candidatura de Cordero podría remontar la distancia que lo separa del PRI, es válido suponer que están considerando qué hacer en caso de derrota. Normalmente, cuando un partido pierde una elección el impacto en el interior de la organización es brutal, bien lo sabe el PRI que en 12 años se ha reconstruido apenas con posturas impensables en el pasado –por ejemplo, en relación con la interrupción voluntaria del embarazo–, o con representantes salvajes verdaderamente ajenos a la tradición de políticos ilustrados, como Jesús Reyes Heroles. Si el PAN pierde la Presidencia, el partido vivirá un periodo difícil: habrá acusaciones mutuas, fracturas y desgajamientos. Si todo esto ocurre y no existe un liderazgo fuerte capaz de amortiguar el golpe, la recuperación del partido tendría que esperar una o dos generaciones. Y quién sabe qué puede pasar en ese tiempo largo.