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Andanzas

El cascanueces CND

S

í existe conjunción de estrellas también en la Tierra. Sin lugar a dudas la creación y estreno del ballet El cascanueces el 5 de diciembre de 1892, en San Petesburgo, Rusia, fue uno de esos fenómenos que reunió mentes brillantes, talentos y espíritus connotados para, juntos, producir una obra que hasta el día de hoy sigue estando en cartelera en los teatros del mundo con el beneplácito de niños y padres, aficionados y casuales amantes del gran espectáculo y de una historia solvente que permanece viva a sus casi 200 años de edad.

La partitura del compositor de la obra, Piotr Illich Tchaikovsky, es de una brillantez extraordinaria, imaginación y coherencia que nunca decae, transportándonos velozmente sobre las notas a insospechados y sublimes momentos de la música para ballet.

Una de estas personas extraordinarias que confluyeron en la creación y producción del ballet fue el príncipe Veseolosovsky, hombre de gran cultura y sensibilidad, a la sazón, director del Teatro Imperial de San Petesburgo, y quien animó a Tchaikovsky a estudiar las posibilidades de componer la música para la producción del cuento del escritor de moda Hoffman, en toda Europa, y producir El cascanueces.

El mismo Tchaikovsky participó en la creación del libreto balletístico y con su inseparable asistente, Lev Ivanov, coreógrafo también de gran talento y capacidad, se avocaron a describir y contar los tiempos con el compositor en algunas escenas de la obra, como la danza de los copos de nieve, tal como la deseaban.

El crédito coreográfico se atribuye casi siempre a Petipa, el coreógrafo francés instalado en Rusia, respetado y temido, aunque algunos autores conceden a Lev Ivanov, cien por ciento ruso, la autoría de esta obra maestra, seguramente con la mano y brillantez de Petipa, la cual opacaba a todo aquel que tenía condiciones para la composición coreográfica. A pesar de todo a Ivanov, bailarín y maestro depurado en la más sólida escuela de ballet imperial participó en casi toda la obra de Petipa, la historia no le ha hecho la justicia que merece.

La construcción arquitectónica del movimiento a partir de las secuencias balletísticas del lenguaje académico son verdaderas joyas de la danza, imposibles de superar, pues se desarrollan con una lógica de pensamiento y movimiento que no tienen comparación. Es tal la perfección emocional y académica de estos célebres coreógrafos, que nos ubican en el ensueño, donde la armonía y la belleza, la serenidad y el esplendor en las obras inmortales del ballet de estos personajes inigualables nos ubican en la cumbre del éxtasis.

A casi 200 años del surgimiento de esta obra incomparable en su género, la historia de Hoffman y la música de Tchaikovsky han pasado por cientos de manos, así como sus diversas versiones e interpretaciones hasta ubicar a El cascanueces y otros célebres ballets en la era actual, lo que no deja de tener cierto interés y algunos logros importantes, a pesar de pertenecer al... sagrado repertorio de la danza clásica... Pero la fuerza original de la música, la coreografía y el libreto de El cascanueces no se han podido superar.

Foto
Escena de la coreografía de la Compañía Nacional de Danza

La magia y el encanto de las diferentes escenas de la obra permanecen, aun dejando a la imaginación el enamoramiento precoz de la niña heroína de la historia, por el muñeco de madera cascanueces convertido en heroico militar en su batalla contra los ratones, y convertido en príncipe, al derrotar al rey con la ayuda del zapatazo de Clara, o la luz de su lámpara en otras versiones, aunque el significado es el mismo.

Una vez realizada la magia, la pareja recorre en una barca maravillosa lejanos países, donde son halagados con danzas y alabanzas en el dulce sueño mágico, navegando por el mundo almibarado de caramelos y golosinas en un viaje maravilloso entre copos de nieve y cantos sublimes; todo se parece mucho al estereotipo de casarse con un joven guapo, rico, noble y pasearse unos meses por Europa o el mundo desconocido de Oriente en una empalagosa luna de miel.

Así, el sueño de la niña Clara en la noche de Navidad en su casa con su familia, y con la mágica influencia del tío Drosselmayer, quien le obsequió el muñeco de madera, un poco como el buen tío, amable y un tanto misterioso, propicia el agigantamiento del árbol de Navidad, los muebles y su cama, que vuela por toda la sala, así como el ejército de ratones vencidos por el cascanueces.

Este fabuloso divertissement de la obra reúne infinidad de posibles interpretaciones, tanto como el lucimiento de solistas y toda la compañía, en la que se acostumbra incluir como los ratones a los niños pupilos del ballet, así como el lucimiento técnico del famosos pas de deux del hada de azúcar.

Nombres ilustres en la historia del ballet estrenaron la obra en aquel diciembre de 1892, quedando de este modo los créditos: música, Piotr Illich Tchaikovsky; coreografía, Lev Ivanov; decorados y vestuario, Bontcharov y E. Ivanov; bailando, Antonietta Dell’Era, Paul Gerdt y Nicolás Legat, raíz de la famosa dinastía de maestros y bailarines que dieron clases de ballet por toda Europa tiempo después.

De esta manera, aquí en México, una vez más, La Compañía Nacional de Danza del INBA presentó este fabuloso ballet de El cascanueces, como lo ha venido haciendo ya tradicionalmente en el Auditorio Nacional.