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En ellas se destaca el aspecto social y se rompe con mitos sobre la gesta de 1910, señala

La novela de la Revolución, fuente ineludible, no de datos, sino de posiciones: Jorge Aguilar

Analiza en libro obras de Nellie Campobello, Esteban Maqueo y Juan Rulfo, entre otros

Foto
Imagen tomada del volumen Un día en la vida del general Obregón (Ediciones Era), de Jorge Aguilar Mora
 
Periódico La Jornada
Jueves 22 de diciembre de 2011, p. 4

A diferencia de la visión que ofrece la historia, la literatura y la obra de los grandes novelistas rompe con mitos sobre la gesta revolucionaria iniciada en 1910 que subsistieron durante mu-chos años. Los novelistas explican porqué luchaban y cuáles eran las motivaciones; en sus textos rescatan el aspecto social.

Así lo sostuvo el escritor Jorge Aguilar Mora, quien recientemente publicó el libro El silencio de la Revolución y otros ensayos (Ediciones Era), en el que analiza las obras de Nellie Campobello, Rafael F. Muñoz, Martín Luis Guzmán, Esteban Maqueo Castellanos y Juan Rulfo, entre otros.

En entrevista, el también autor del volumen Un día en la vida del general Obregón, señaló que las buenas novelas son narraciones de conflictos personales, porque aportan importantes decisiones sobre la gesta. Para mí la Revolución no la tenemos que ver sólo como un movimiento social, de grandes héroes, porque existe una riqueza que no se ha aprovechado, todas las experiencias personales que dan una visión muy singular de cómo lucharon los mexicanos en los dos bandos.

Subrayó que los novelistas presentan hechos que normalmente no aparecen en los libros de historia, porque se concentran sobre acontecimientos personales y vitales de los protagonistas. “La literatura –agregó– refleja cuáles son las motivaciones personales, al tiempo que proyecta una nueva idea de lo que es la historia y la lucha por la Revolución”.

Voces que forjaron corridos

El volumen de Aguilar Mora intenta sacar del término novela de la Revolución, los textos narrativos, que van desde Los bandidos de Río Frío hasta Pedro Páramo, para colocarlos dentro de la literatura latinoamericana del siglo XX en español.

Lamentó que obras de enorme trascendencia literaria sean encerradas en un género, porque limita el conocimiento y la posibilidad de descubrir, tal vez, las claves de documentos históricos sobre la Revolución.

“Escogí a escritores –explicó Aguilar– que son muy perceptivos en los acontecimientos y que solamente en una novela se pueden captar, porque no hay muchos epistolares del tema.”

Señaló que Nellie Campobello es una narradora extraordinaria que sabe captar la impor- tancia de la vida y de los acontecimientos singulares de cada personaje, además de presentar una dimensión general de lo que representa luchar por la libertad, por la justicia social.

Nadie en México –prosiguió el autor– ha escrito páginas más lúcidas y rigurosas sobre la violencia, la muerte, la rebeldía, la fidelidad, el caudillismo, el nacionalismo y el sentido de la historia que Nellie Campobello, Rafael F. Muñoz, Ramón Puente, Martín Luis Guzmán y Mariano Azuela.

Subrayó que algunas novelas de la Revolución Mexicana son una fuente ineludible, no de datos, sino de posiciones, de perspectivas y de interpretaciones.

El silencio de la Revolución y otros ensayos revalora la obra de los novelistas y rescata las voces que forjaron los corridos populares sobre Pancho Villa.

La novela de la Revolución le dio voz a la pluralidad de experiencias que la historia, en busca de acontecimientos objetivos, no se iba a molestar en recordar; le dio voz a la vitalidad de motivaciones que la ideología, deseosa de doctrinas clasificables, no se iba a molestar en recoger, expresó Aguilar Mora.