Opinión
Ver día anteriorJueves 8 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El rumor del incendio
E

l grupo Lagartijas tiradas al sol, compuesto por teatristas jóvenes que fueron convocados por Luisa Pardo y Gabino Rodríguez cuenta ya con varias escenificaciones, algunas más conocidas que otras, como sería Asalto al agua transparente que llamó mucho la atención más por el asunto que por su montaje. Es evidente que estos muchachos se diferencian de otros colectivos por su preocupación por tratar asuntos sociales, como en la obra antes señalada, por lo que no extraña su salto hacia el teatro político hecho con seriedad y conocimiento de sus recursos, ya que provienen del teatro universitario. Lagartijas tiradas al sol no hacen juego con el llamativo nombre de su pequeño grupo, ya que han trabajado con mucha intensidad y, poco a poco, se han abierto espacio en diferentes escenarios, a últimas fechas, y como les corresponde, en dos teatros universitarios. El rumor del incendio, primero en el Foro Sor Juana de la Universidad Nacional Autónoma de México –cuyo director de teatro es Enrique Singer– en temporada que se suspendió para hacer una breve gira por Girona, España, y posteriormente en Casa de la Paz de la Universidad Autónoma Metropolitana que vive un creciente auge gracias a Jaime Chabaud, el titular de teatro. Una obra que explore, así sea sucintamente, a la guerrilla y la llamada guerra sucia de los años 60 y 70 del siglo pasado, tiene su lugar ideal en escenarios universitarios y así entendieron con muy buen tino tanto Singer como Chabaud.

El rumor del incendio es, según sus autores, la segunda parte de la trilogía La rebeldía que tuvo su inicio en el blog El rumor del oleaje en el que se difundieron por cinco meses datos acerca de los grupos armados y la represión que sufrieron en esas décadas del siglo XX y cuya recopilación es la base del montaje presente; la trilogía tendrá una última parte conformada por un volumen en el que se recogen múltiples voces del momento. La vida de la ex guerrillera Margarita Urías Hermosillo que devino en historiadora y profesora en los años ulteriores a su militancia se narra mechada por incidentes y personajes de una lucha que finalmente ya no es suya y cuyo final es narrado por su hija. Tanto Luisa Pardo como Gabino Rodríguez, que actúan junto a Francisco Bareiro, como coordinadores generales y autores del texto, no omiten las contradicciones e inconsistencias de los grupos armados, aunque es evidente que sus simpatías están con ellos y en contra de los represores. Tampoco, y a excepción de escenas en que Margarita aparece lastimada por sus captores, se ofrecen teatralizaciones de las torturas, lo que sería un recurso fácil pero distractor del discurso verdadero. En el programa de mano, los jóvenes del grupo se hacen cuestionamientos muy serios tanto de su actividad profesional como de las maneras de cambiar al país, esto último gran preocupación de algunos de nosotros, los viejos, que presenciamos y a veces actuamos en muchos de los momentos revisados y que vemos (o queremos ver) en la postura de estos jóvenes el inicio de una oleada de indignados. Para los otros jóvenes, los no preocupados, quizás se plante una semillita de rebeldía.

En un escenario caótico en el que se encuentran multitud de objetos, sobre todo figuritas de plástico y con una pantalla al fondo, con el diseño e investigación iconográfica de Juan Leduc y el video de Yulene Olaizola, se proyectan escenas que se van videograbando con las figuras, sobre todo soldados, movidos con las manos de los actores. A veces se proyectan fotografías o escenas reales y en otras ocasiones los actores se colocan alguna de las máscaras de personajes vivos, sobre todo represores y los presidentes Echeverría y López Portillo, lo que demuestra la imaginación de los creadores, aunque no se ignoren detalles superfluos, como el que la actriz y los dos actores se despojen de pantalones y se queden en calzones sin razón alguna, o que algún actor vista una falda también sin razón o algunos movimientos fuera de contexto y aun elementos en el escenario, como el trenecito en proscenio, que nunca se usan. Los espectadores que estamos en contra de lo gratuito en el teatro esperamos que el muy buen grupo afine sus montajes sin perder su sello característico.