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Periodistas discuten sobre la guerra contra el narcotráfico

Genera la violencia una estética de la inmediatez, suceso artístico-trágico
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 4 de diciembre de 2011, p. 6

Guadalajara, Jal., 3 de diciembre. En la discusión sobre la guerra calderonista en México, periodistas, cronistas y escritores coincidieron ayer que la ficción supera la realidad pero, a la vez, da paso a un fenómeno artístico trágico, lo que Élmer Mendoza calificó como la estética de la inmediatez, que obliga a los narradores a reaccionar ante el alud incontenible de violencia avasallante con productos que otros escritores –quienes prefieren el reposo y el lenguaje depurado, listo para la traducción– califican como faltos de calidad.

La mesa organizada por la FIL en el contexto del Encuentro Internacional de Periodistas, con el tema La guerra en México, imagen, crónica y ¿ficción?, reunió además del escritor sinaloense a los periodistas Marcela Turati, Alejandro Almazán y al fotoperiodista Alejandro Cossío, quienes se han caracterizado por estar en la línea de fuego para lograr trabajos que reflejan con mucha claridad no sólo el fenómeno de la violencia, sino la burbuja completa que hay alrededor de esta tragedia nacional.

Estamos haciendo una literatura social en la que están los elementos que intentan explicar lo que pasa en este país, en esta guerra sin fronteras en que estamos inmersos. Muchas de los críticas fuertes de lo que hacemos tienen que ver con que estamos intentando una estética de la inmediatez. Hay la teoría de que sólo se pueden contar cosas cuando se han procesado y ahora, lo que está ocurriendo, no forma parte del recuerdo de los narradores ni de los que están ahí, no ha entrado el subconsciente, forma parte de las noticias, dijo Mendoza.

Señaló que la crítica les cuestiona sobre el tomar una noticia para transformarla en discurso literario, pero afirmó que no sólo se puede hacer, sino que además en muchos de los casos está quedando bastante bien.

Todos los narradores tienen recuerdos propios, símbolos en su cabeza, una formación que les ayuda a equiparar lo que realmente está pasando con lo que tienen en la cabeza y poder así contar todas las historias. Pero esa estética de la inmediatez implica la recopilación, el registro de una serie de sensaciones y puede haber algunas iguales y otras con diferencias, porque si bien hay cadáveres, también hay una gama de emociones que mucha gente no había experimentado y tienen que ver con el miedo, la angustia, la incertidumbre, el coraje y a veces con la esperanza de que las cosas se resuelvan, agregó.

Dijo que, contra quienes se refieren de forma peyorativa a la narcoliteratura, los narradores de este género van logrando que la gente que permitió que la delincuencia creciera al grado actual por lo menos se avergüence de esa creación que hoy está sin control alguno.

El mundo de los narradores se está enriqueciendo muchísimo con el dolor, porque hay toda una burbuja alrededor, un país con 50 millones de pobres, muchos millones de desempleados, con más de 7 millones de personas que no estudian ni trabajan. Pero también un narrador no debe perder el control, porque si lo pierde le puede pasar que no sepa lo que está contando y al final termina sin contar nada.

Marcela Turati en su turno comentó que su trabajo busca hacer visibles a las víctimas que pocos entrevistan y a partir de eso lograr crónicas que humanicen el horror y a la vez ofrezcan un sentido más claro a lo que pasa en las zonas de alto riesgo en el país.

La realidad muchas veces supera la ficción. No son anécdotas sueltas ¿Cómo hacer para que el muerto número cinco o el 50 mil importen?, ¿cómo mantener viva la indignación y la esperanza?, ¿cómo mantener viva la memoria?, cuestionó.

Para el fotoperiodista desde hace 15 años y colaborador del semanario Zeta, Alejandro Cossío, los fotógrafos que retratan crímenes a causa de la delincuencia organizada intentan no perder el asombro al presenciar de manera tan cercana los hechos.

Cossío mostró una serie fotográfica de él y otros reporteros de la lente, que más allá de las palabras lograron poner en perspectiva el tema ante los cientos de personas que se reunieron para escuchar a los invitados.

Alejandro Almazán por su parte, criticó, como parece su costumbre, lo que considera una falta de sensibilidad de los medios de comunicación ante las tragedias y a los periodistas que no acuden a la línea de fuego y en lugar de ello prefieren contar muertos desdeñando las historias que podrían contar de las víctimas, calificando incluso de que narcoficción el trabajo de una parte del periodismo.