Opinión
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La mano tendida
E

n su artículo Debate en libertad, Enrique Krauze ofrece a La Jornada tender la mano. Lo hace al tiempo que lanza nuevas calumnias y mentiras contra el diario y sus directivos. Su propuesta despide la misma fragancia que la emitida el 1º de agosto de 1968 por Gustavo Díaz Ordaz en Guadalajara. En aquella fecha, el presidente ofreció su mano extendida a quien quisiera estrecharla. Después de eso ordenó la matanza del 2 de octubre.

Este doble rasero quedó al descubierto en su escrito Pasar la página, publicado el pasado domingo 27 de noviembre. Allí el escritor se declara dispuesto al debate de ideas, pero lo hace diciendo nuevas falsedades e infundios contra La Jornada. Sin aportar pruebas, acusa al periódico de estalinista, mentiroso y antisemita.

El actual pleito con La Jornada tiene más de siete años. En marzo de 2004, Fernando García Ramírez, subdirector de Letras Libres, incriminó al diario como cómplice del terror de ETA. Su calumnia carecía de cualquier sustento. Enrique Krauze, el director de la revista, apoyó a su pupilo y se negó a disculparse.

A pesar del tiempo transcurrido desde la aparición del libelo, el director de Letras Libres sigue denunciando a La Jornada de ser cómplice de ETA y justificando las calumnias de García Ramírez. En Debate en libertad, afirma que Josetxo Zaldúa, coordinador general de edición, tenía dos procesos abiertos en España al momento de la publicación de Cómplices del terror. El señalamiento es falso. Trece años antes, en 1991, el juez Carlos Bueren, de la Audiencia Nacional, cerró los procesos. Josetxo Zaldúa tiene doble nacionalidad (México y España) y viaja libremente por el mundo, incluyendo España, donde estuvo por última vez en julio pasado.

Ahora, a pesar de los infundios, Enrique Krauze pretende hacerse pasar por víctima. Se dice ofendido porque el periódico ha mostrado los intereses a los que sirve, su papel de intelectual orgánico de la derecha iberoamericana y su función como compañero de viaje del Partido Popular de España.

Entre el 11 de mayo de 1998 y el 15 de marzo de 2004 La Jornada criticó en sus editoriales a ETA y su política criminal al menos en 11 ocasiones. Sin ambigüedad señaló que sus atentados eran inadmisibles e injustificables, que la organización debería desaparecer y que ninguna causa justificaba su violencia. No fue novedad. Lo hizo antes y lo ha seguido haciendo después.

En un ejercicio que muestra de cuerpo entero su seriedad y profesionalismo como historiador, Enrique Krauze ocultó estos editoriales. Como eran prueba documental de que él y su revista han mentido durante años, decidió ignorarlos.

Al director de Letras Libres le molesta que se diga que es el intelectual orgánico de la derecha. Nada hay de malo en ello, excepto que él se niega a reconocerlo. Lo es desde que escribió El timón y la tormenta para criticar la nacionalización bancaria de 1982, y desde que en 1981 publicó Caras de la historia, enojado porque no fue incluido en el libro Historia ¿para qué?, una obra que, según él, es estatista. Pero, más allá de su enojo, sus posiciones políticas ante conflictos centrales dentro y fuera de México demuestran que es un hombre de derecha. Sin ir más lejos, basta recordar la posición que defendió en las dos guerras del Golfo.

A pesar de declararse pacifista, el director de Letras Libres avaló las dos intervenciones militares de Estados Unidos en Irak. Durante la primera guerra del golfo Pérsico, la aventura guerrerista de George Bush padre, escribió en La Jornada el 20 de enero de 1991: Reconocer esos casos no debería bloquear la consideración específica de los momentos en que la acción norteamericana ha contribuido a la paz global. Las dos guerras mundiales y la actual del Pérsico pertenecen a ese género.

Poco más de 12 años después, en el El voto de la responsabilidad, promovió que México apoyara en las Naciones Unidas la invasión a Irak. Fernando del Paso desmontó en La Jornada todos sus argumentos en favor de la locura intervencionista en el artículo No se vota por la caída de una tiranía, se vota a favor de intereses petroleros estadunidenses.

Meses más tarde, cuando las tropas estadunidenses ocuparon ese país, El País le preguntó si había sido un error invadir militarmente Irak. “Mira –respondió–, yo creo que tarde o temprano habrían tenido que entrar.” Y añadió sobre la negativa de Francia y Alemania a embarcarse en la agresión bélica: Estamos hablando de un caso profundo de ingratitud (hacia Estados Unidos) por parte de ellos.

A pesar de ser vocero de la derecha, Enrique Krauze busca redimir a la izquierda mexicana (y latinoamericana) de sus pecados radicales diciéndole cómo debe comportarse para salvar su alma. Sus consejos son, por supuesto, un recetario social liberal de lo que la derecha anhela que la izquierda sea.

Sus críticas a la izquierda desde hace tres décadas siguen el mismo patrón. Denuesta y falsifica las posiciones de quienes se oponen a sus intereses, presentándolos como personajes arcaicos, populistas, redentores o fundamentalistas. Cuando le responden se hace pasar por víctima y los acusa de ser estalinistas, antisemitas o estatistas. Carente de argumentos documentales, responde con exabruptos viscerales.

Recientemente, destilando racismo, catalogó a los movimientos indígenas del cono sur que luchan contra los estados coloniales como fundamentalismo suave, y consideró que se oponen a los valores democráticos de Occidente.

El autor de El mesías tropical asegura en Pasar la página que basta con que Andrés Manuel López Obrador ejerza su ascendiente moral para desterrar el odio del periodismo de La Jornada. Puras ganas de ofender a quienes dirigen y hacen todos los días el diario.

Se equivoca por partida doble el que ofrece tender la mano. Primero, porque el diario practica un periodismo crítico, no de odio. Va a la raíz de los hechos. Informa a sus lectores sin hacer concesiones al poder, algo que desagrada a los poderosos y que es incomprensible para quien sirve a los intereses. Y segundo, porque ningún personaje de la política o del mundo empresarial fija la línea editorial del diario. Que Enrique Krauze crea que los contenidos informativos y de opinión de La Jornada son definidos por López Obrador dice mucho del periodismo que él practica.