Opinión
Ver día anteriorJueves 24 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La pequeña habitación al final de la escalera
M

auricio García Lozano regresa al teatro de pequeño formato y restaura, en cierta forma, su Teatro del Farfullero con esta obra de la dramaturga quebequense Carole Fréchette, algunas de cuyas obras dirigió anteriormente. Inspirada en el cuento Barba Azul, mantiene casi todos sus elementos antes de dar un giro en tema y narración. El cuento escrito por Perrault en 1697 ha dado lugar a cuatro óperas y un sinfín de análisis que van desde pensar que el prototipo del cruel noble se basa en Giles de Retz hasta hablar de la nefasta curiosidad femenina con los ejemplos de Eva y de Pandora. La inclinación feminista de Fréchette no podía ir por ese camino y, a cambio, ofrece una metáfora de la culpa y la capacidad de compartir el dolor ajeno al contrastar Gracia las riquezas que su matrimonio con Enrique le proporciona, con lo que ve o cree ver en la pequeña habitación.

Por supuesto que la curiosidad de Gracia existe, como ocurriría con cualquier persona sin contar su género, al serle negada por Enrique la posibilidad de entrar en esa pequeña habitación, mientras todas las demás habitaciones de la inmensa mansión –que incluye grandes jardines y alberca– son suyas, como declara el enamorado marido. Pero ese no es el punto. Lo primordial es la dificultad de separar lo real de lo imaginario y, en ese sentido, separar el cuento que todos conocemos (aunque hace tiempo que se niega a los niños por su cariz sanguinario) de la ambigua historia que cuenta la dramaturga, intercalando las partes narradas por la protagonista cuando está a solas, con los diálogos que establece con los otros personajes. Cada espectador intentará explicar lo inexplicable, lo que había en la pequeña habitación al pie de la escalera, un ser humano herido al que la protagonista brinda su auxilio en secreto durante la ausencia de Enrique, o bien no hay nada más que algunos pertrechos desechables, y en ambos casos el misterio está presente. En el primero, quién es el desconocido y por qué yace allí, y en el segundo, la razón por la que Enrique niega a Gracia el acceso a ese cuarto, y en eso estriba gran parte del atractivo del texto, máxime que el misterio se da en un contexto de personajes que, a pesar de ciertos matices, pueden ser muy identificables. Gracia, la ingenua recién casada; Enrique, el enamorado hombre de negocios, que aparte de su negativa a que la amada conozca lo que hay tras la puerta cerrada, aparece como cualquier recién casado; Jocelyne, la tonta y superficial madre que alienta a la hija a no contradecir al marido rico; Ana, la hermana con los pies en la tierra, suspicaz ante lo poco que saben de Enrique; Jenny, la empleada doméstica que no deja de insinuársele al patrón y quien sin duda sabe más de lo que aparenta.

La escenografía de Jorge Ballina consiste en una alta plataforma cuadrangular marcada por oquedades transversales que, al iluminarse, conforman los diferentes espacios requeridos por el texto, sobre todo la escalera y la vía hacia el cuarto prohibido, complementada por la iluminación de Víctor Zapatero. García Lozano ubica a sus actores, cuando no están en escena, en sillas más bajas que la plataforma y pegadas al patio de butacas y, más alto en una esquina del butaquerío, a Raúl Zambrano con su guitarra en vivo tocando música original suya. El elenco, vestido con diseños de Jerildy Bosch, tiene notable desempeño, sobre todo la excelente Karina Gidi sobre quien recae el peso de la escenificación como Gracia, con sus tránsitos de enamorada a la mujer preocupada por el dolor ajeno pasando por el momento de temor, curiosidad e indecisión ante la puerta, marcada como todos los espacios, por las líneas de luz que salen del suelo. Verónica Langer como la frívola y voraz Jocelyne en sus agitadas apariciones cargadas de alegría; Aileen Hurtado como esa Ana muy contenta con lo que tiene, que incluye a su pareja, pero que teme por su hermana. Carlos Corona como Enrique, el marido enamorado que puede tornarse en un hombre violento y amenazador ante la desobediencia de su mujer. Gabriela Pérez Negrete, como la empleada doméstica Jenny, ambigua con su patrona, coqueta con su patrón, y que puede ser la guardiana de los secretos de la casa.