Deportes
Ver día anteriorLunes 21 de noviembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Los atletas sólo dieron discreta vuelta al Zócalo capitalino

El desfile del 20 de noviembre, cada vez más militar y menos deportivo
Foto
Los deportistas saludaron y mostraron sus medallas al públicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de noviembre de 2011, p. 3

En el año de los Juegos Panamericanos, cuando la delegación mexicana batió récord de medallas, el desfile del 20 de noviembre fue menos deportivo y más militar. Luego de un despliegue de la historia bélica de la Revolución Mexicana, una suerte de opereta de la identidad nacional repleta de explosiones, recreaciones dramáticas y 775 caballos asustados, los atletas tricolores apenas dieron una discreta vuelta turística al Zócalo capitalino.

Montados en un par de autobuses descapotados, los deportistas mostraban orgullosos las preseas, que fueron 133 en esta edición de Guadalajara 2011. Un hecho inédito en el deporte nacional, pero que, al menos durante el desfile que partió del Centro Histórico rumbo a Chapultepec, parecía menos el contingente panamericano que un grupo de vacacionistas de paseo por la ciudad de México.

El público congregado tampoco se entusiasmó mucho por esos atletas, algunos de los cuales representarán al país en los Juegos Olímpicos de Londres, porque estaba más atento a los mosaicos que 5 mil 400 militares componían con cartones multicolores por parte del comité de escenificaciones históricas de la Secretaría de la Defensa Nacional. Los asistentes parecían más interesados en la versión oficial de la gesta revolucionaria, repleta de tiros de salva, uniformes de época y bigotes postizos, que en ovacionar a aquellos que consiguieron destacar en las competencias celebradas hace unas semanas.

Sobre el turibús panamericano, los atletas estaban alegres, enfundados en el uniforme de la delegación. Excepto algunos, como Yahel Castillo y Rommel Pacheco, quienes portaron sus atuendos militares; en la delegación deportiva, 20 integrantes provienen del Estado Mayor Presidencial. No es que no recibieran aplausos sinceros, pero un saludo impresiona menos que la pólvora y la caballería.

En cambio, el ánimo se encendió cuando el equipo ecuestre acrobático ejecutó algunas suertes frente al palco presidencial de Palacio Nacional. A todo galope, formando pirámides humanas –bueno, humano-equinas–, jinetes colgaban peligrosamente sobre el asfalto, o a pelo, deslizándose sobre el cuello del animal que terminaba derribado y sometido.

Todo eso coronado por 12 paracaidistas que formaban una espiral durante su descenso. Si a eso se agregan las representaciones militares de ciertos episodios revolucionarios, con sus batallas coreográficas y sus muertos de mentira, poco pudieron hacer los deportistas mexicanos para destacar.

Desde Palacio Nacional, el presidente Felipe Calderón Hinojosa miraba, solemne, el desfile. Hacía comentarios sobre los episodios que presenciaba, acompañado de un lado por el secretario de Defensa, Guillermo Galván, y por otro el de Marina, Francisco Saynez.

En el Zócalo todo parecía más puesto para que destacaran las fuerzas castrenses, mientras en Los Pinos, más tarde, se realizó la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Deportes.

Me gustaría que se le hubiera dedicado más espacio a los deportistas, tal vez con algunas exhibiciones de sus disciplinas, dijo un joven de 19 años, hijo de un comandante, encargado en dirigir la creación de los mosaicos con imágenes revolucionarias y frases patrióticas. No sé, quizá que hubiera sido un poco menos solemne, agregó.

Al finalizar quedó el olor a pólvora en el aire, gradas que se vaciaban, el excremento de los caballos que desfilaron, y un contingente de trabajadores de limpieza que corría a la zaga del desfile que conmemoró el aniversario 101 de la Revolución Mexicana, cada vez menos deportivo, cada vez más militar.