Opinión
Ver día anteriorJueves 27 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dinosaurios
L

a obra premiada del dramaturgo argentino Santiago Serrano se presenta en breve temporada producida por Días de Lluvia Producciones en el foro Rogelio Luévano de casa del Teatro bajo la dirección mancomunada de Yulleni Pérez Vertti y Mauricio Pimentel. Ambos directores ya habían trabajado juntos, aunque no en direcciones al alimón en Pátzcuaro para El Rocinante, el carromato ideado por Philippe Amand bajo el liderazgo de Luis de Tavira para llevar buen teatro a las más apartadas regiones de Michoacán, por lo que no es extraño que ahora presenten un proyecto conjunto. Yulleni Pérez Vertti es más conocida que su compañero en la capital por su desempeño como actriz en la Compañía Nacional de Teatro, aunque Mauricio Pimentel, actual responsable del Echeri Teatro del Centro de Arte Dramático de Michoacán (CEDRAM), ha tenido excelentes intervenciones tanto como actor como director y en este último rubro pude presenciar dos escenificaciones muy diferentes entre sí pero ambas excelentes, la de Los perros de Elena Garro en un cuarto semiderruido, y en gran formato y muchos personajes, la versión de Luis de Tavira de Fuenteovejuna de Lope de Vega.

Dinosaurios, que toma su irónico título de una nota periodística que Nicolás lee al final de la obra y que se refiere a la falta de modernidad de ambos, sobre todo de Silvina, condenada a sus casi cuarenta años a la soltería y al cuidado de su madre. Nicolás, cincuentón, empleado y fugitivo de un mal matrimonio con una esposa que le pega y, Silvina, que encontró cansado y perturbador su único noviazgo por lo que lo terminó y a la que le gusta más mirar el pasado que pensar en un futuro incierto, rompen esa noche en el andén del tren la rutina de sus vidas. Su circunstancia está determinada por el deseo de él de huir de su mujer, y en ella, por la necesidad de fugarse de la realidad ante lo que puede ser la inminente muerte de esa madre de la que no para de hablar. A la mitad de su vida, ambos se entregan a juegos infantiles y a escarceos eróticos que no llegan a culminar en un pleno encuentro sexual. Silvia, una antigüedad que camina, como se autodefine, que siempre gustó de lo viejo y la tranquilidad al grado de haber deseado ser monja para vivir sin sobresalto, pese a que no es del todo egoísta, como demuestran el cuidado de la madre –que bien podría ser pretexto para no lanzarse a vivir su vida– y la protección que le brinda a Nicolás y él, timorato ante la esposa y el trabajo pero que cobra libertad y audacia en esa noche única del andén, poco a poco logran un entendimiento muy cercano a la amistad y la aventura.

Los directores realizaron pequeñas modificaciones al texto, como convertir modos de habla argentinos en los modos que el público mexicano entienda mejor (el pronombre personal tú en lugar del vos que emplea el autor) y, sobre todo, en la edad de los personajes a los que rejuvenecieron una década, quizás para adecuarlos a la de los actores que los encarnan sin necesidad de maquillajes. La escenografía de Talya González Buenrostro consiste en una banca ya muy deteriorada, lo que crea muy bien una atmósfera de soledad y abandono, aunque su iluminación por momentos resulte caótica y; en ese pequeño espacio Yulleni y Mauricio dirigen en diversos tonos y ritmos a sus actores, pasando de la conversación pausada en el principio y en la comida en una especie de pic-nic a los alocados momentos del juego y del baile. Yo reprocharía el vestuario de Silvina, debido a Karina Díaz, que incluye una crinolina para acentuar el carácter anticuado del personaje, lo que quizás estaría muy bien en un texto expresionista, pero aquí se trata de una comedia realista. Con el apoyo de la música original de Alberto Rosas para el acordeón y cantada con energía pero desentonadamente por ambos actores –lo que no está mal, porque ubica bien a esos dos pobres seres con una vida plana y sin chiste– se desenvuelve la trama agridulce que propone el autor y que desarrollan con eficacia los dos directores. Karina Díaz, actriz egresada de Casa del Teatro, es una Silvina graciosa y convincente; Nicolás Luis Maya, del que no logré tener referencias, no logra del todo el tránsito de hombre apocado a una virilidad que se va desarrollando en su Nicolás.