Opinión
Ver día anteriorMartes 25 de octubre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Lola Álvarez Bravo
Foto
Uno de los trabajos fotográficos de Lola Álvarez Bravo
“W

eston le hizo un retrato fotográfico a Nahui Olin estupendo, como corajienta, desamparada, como si se fuera a enajenar de repente. Tenía una vida interior de lo más rara y eso lo captó Weston. Al último se volvió loca. Diego de Mesa y Juan Soriano insistieron mucho en que los llevara a la casa de Nahui Olin en Puente de Alvarado. Salió un perro horrible, lanoso, ciego, de lo más impresionante. Nahui lo adoraba porque la habían querido asaltar y el perro la defendió. Después Nahui nos pasó para adentro. A Juan y a Diego los previne: ‘Por favor, les ofrezca lo que les ofrezca, aunque sea Coca-Cola que ustedes vean que destapa allí mismo, no tomen una gota de lo que les sirva Nahui’.”

Decía que tenía sus bebedizos para tener a todos los hombres y a todo el mundo a sus pies y que tenía sus menjunjes y sus hierbas y andaba rezando: San Martín Caballero trae al hombre que yo quiero y quien sabe qué. Empezamos a platicar y le pido: Oye Nahui, enséñanos los retratos que te hizo Weston. Esas porquerías, ¿cómo quieres que te enseñe esas porquerías? Ahora verás, te voy a enseñar retratos de a de veras buenos. Abre un arcón y saca dos revistas, yo creo que era un Jueves de Excélsior o vete tú a saber qué, unas fotos de ella de bebé, y otras picaronas, alzándose el vestido como del can can, ella volteada para atrás levantándose las enaguas, enseñando el trasero, como las coristas, bueno, unas vulgaridades de fotos.

Le pregunté: ¿Qué tal tus cuadros?

Nahui hacía unas pinturas naif. Estoy esperando que me manden un cable de España, porque los reyes quieren inaugurar una gran exposición mía. Yo nada más respondo cuándo y ya me voy, ¡qué bueno!, porque los de aquí no entienden nada ni saben nada. ¿Y te vas a ir a Madrid? Sí, porque además allá me está esperando mi amor. ¿Si? ¿Y quién es tu amor? Vengan. Nos mete a una pieza y nos enseña una sábana de cama matrimonial colgada de la pared con un mono de este tamaño que todo encuerado, nada más la trusa, forzudo, con los conejos, horrible, pero los ojos verdes, verdes, verdes con sus pestañotas tiesas y la boca así de corazón eran de Nahui. Era todavía más impresionante el orangután ese con los ojos de Nahui. ¿Cómo ven?, él todos los días viene y me acompaña. Yo lo descuelgo y duermo con él, me tapo con él y me cuida. Mira, yo me enamoré mucho de él y él de mí, pero se tuvo que ir. Entonces nos fuimos a Veracruz y salió en su barco porque él era marinero y yo me quedé en el muelle sentada en el malecón y se fue el barco y de lejos se despedía de mí, me mandaba besos. Ya me escribió que el rey de España me está esperando. Yo voy a ir con mi exposición y nos vamos a casar.

Luego nos dice: Porque yo todo lo sé. Ahora verán lo que yo hago. Cierra las persianas y saca un jarrón de este tamaño como de talavera antigua lleno de focos y nos dice: Ahora verán, fíjense muy bien en lo que yo hago. Saca un foco y lo talla con otro, le hace así, pun, pun, pun, pun, y empiezan a salir chispas, una cosa horrorosa. Ya ven, ya ven mis fuerzas. ¿De dónde creen que son mis fuerzas? La fuerza cósmica que tengo me la manda el Sol. Y nosotros, mirándola abrazados los tres del terror en la oscuridad, mientras ella ¡pun, pun, pun! Lo único malo es que aquí los vecinos son terribles. En la mañana el sol tiene que defenderme, baja a regañarlos y me protege, porque los muchachos me avientan de pedradas. El Sol me hace cariñitos, se acuesta en mi cama, me da consejos, platico con él y ya me ha dicho que sólo por mí no destruye México, si no ya habría echado a volar en mil pedazos a los muchachos porque todos son unos malvados.

Dice Diego de Mesa en voz baja: Oye, ya vámonos, porque vamos a salir más locos de lo que estábamos. Juan, como es perverso, se quería quedar a ver qué más hacía Nahui, hasta que ella se le echó encima con una de sus luces y por poco y lo deja ciego. Nos fuimos espantados. Le perdí la pista mucho tiempo hasta que una vez me la encontré en el elevador, en Bellas Artes. ¿Qué tal Nahui, cómo estás? Yo bien. ¿Qué estás pintando? Oye, me haces favor de no burlarte de mí. ¿Cómo burlarme de ti? ¡Ah no! Sabes que yo vengo a ver a Carlitos. Era Carlos Chávez. ¿Si? Pues qué bueno, allá vamos, yo también vengo a verlo. Sí, porque va a poner una sinfonía que yo escribí. Nada más que yo como todo lo hago intuitivamente porque me nace, lo tuve que escribir con letra, entonces pongo do, do, re, re y mi, fa, sol y Carlitos que es tan gentil me va a escribir las notas para todos los músicos, las trompetas, los cornos, los violonchelos, los violines... Sí, sobre todo los violines. El concierto lo va a tocar la Sinfónica de Bellas Artes. ¡Ay que bueno, Nahuisita! Te conmovía tremendamente ver a esa belleza tan extraordinaria, hecha un verdadero andrajo. Nahui era una gente que te daba... no lástima, es muy feo decir lástima... te daba amor, hubieras querido que no le pasara nada. Te daba tristeza que llevara esa vida tan dura, porque cayó de a tiro feo. El Dr. Atl todavía preguntaba por ella. ¿Ha visto usted a Nahuita? Sí, doctor ¿Y qué dice? Que es usted muy mula. No lo quería nada, ni a Manuel Rodríguez Lozano, pobrecita, decía que los dos eran basura. Bueno, Manuel no era basura, pero pintaba basura. Hubo una temporada en que a Nahui le dieron un chequecito de cualquier cosa, de 80 pesos o de lo que tú quieras en Bellas Artes, tal vez vitalicio, y con eso comía en un comedor para indigentes de Salubridad, creo, o en una cocina pública de esas de a 50 centavos, que les dicen económicas, pero a Nahui no le alcanzaba ni para la comida corrida, puros frijoles y atole. Entre el Güero Fournier, Diego Rivera y no sé quien más, creo que Misrachi, aunque es bien codo, le compraban sus cuadros para ayudarla, pero después ya no los quiso vender porque iban a viajar a la exposición de los reyes. Una vez andábamos en el Leda en un fin de año y Nahui se prendó de Obregón Santacilia. Y el pobre de Obregón Santacilia no sabía qué hacer porque ella colgada de él quería bailar con él tan estirado y se le aventaba y el pobre nada más volteaba a pedirnos auxilio, pero nosotros de malvados nos hacíamos los mensos, nosotros íbamos jueves, viernes, sábado, domingo y lunes. Venían Diego y Juan y me gritaban desde la calle como si fuera yo calantana: ¡Lola! Ya me acosté, ya estoy dormida. Levántate, vamos al Leda. Bueno, ahorita bajo. Nunca me hice del rogar. Me arreglaba tantito y ya íbamos. En el Leda te encontrabas a todo mundo; era de exposición. Te decían: Oye ando buscando a fulano, ¿dónde lo encontraré? Pues ve al Leda el sábado. Llegábamos todos después de la lata de los compromisos familiares. O de las cenas formales. Unos de cola, de largo, de alhajas, de quien sabe qué. Haz de cuenta que el Leda era nuestra casa, al grado de que si entraba alguno que no conocíamos, o algún impertinente que nos caía mal, le decíamos al dueño: Oiga Luis, ahí andan unos raros, yo creo que van a buscar borlote. ¿Quienes son? Aquellos. Háganse guajes, ahorita los mando sacar. Y seguíamos nosotros felices.

Al Leda vimos llegar a Dolores del Río con Orson Welles. Yo creo que de él sí se enamoró Lolita, no de Martínez del Río, ni de Cedric Gibbons, ni Nacho de la Torre, ni mucho menos del Indio Fernández tan machote y pistoludo. De Orson Welles sí, mucho, mucho. No te creas, Dolores tuvo sus liberaciones, pero la tradición familiar y las costumbres siempre las mantuvo y le quedó así como cáscara, no se pudo deshacer de ella, sus liberaciones las tuvo pero muy medidas, muy discretas, muy furrisitas. Yo creo que a ella le importó más el qué dirán que el vivir y el crecer. En cambio, su prima María Asúnsolo no se cuidó nada, ella sí se lanzó, era bonita, bonita, bonita, tenía los pies más bonitos del mundo y los enseñaba, sus uñitas de porcelana, toda ella un bibelot y ¿qué le pides a un bibelot? Pues nada. Que adorne. Que se deje ver. Lupe Marín, en cambio, era una fiera viviente, verdad, que te arañaba y te mordía y te amaba, te hacía horrores, era atrabancada, te daba tus tarascadas, te mordía, te hacía cosas buenas, cosas malas, una gente llena de ímpetu, sus manos grandes muy buenas para las cachetadas. Pero lo peor era su boca de carretonera.

Lupe Marín iba mucho al Leda, un poquito menos que Juan Soriano, Diego de Mesa y yo, pero sí iba mucho y ella bailaba muy chistoso, como era tan grandota, bailaba como los danzantes de La Villa, arrastraba los pies z s, z s, z s, zapateaba en un mismo punto, dale y dale y como se jorobaba de tan grandota, se veía como conchero. Luego imagínate que a Rubén Salazar Mallén le dio por irla a enamorar al Leda. Entonces sí, era la diversión horrible, porque Rubén era como el Quasimodo de Nuestra Señora de París, era un borracho insufrible. Era muy amigo del Loco Ortega, de Salvador Toscano, del Chepe Alvarado, y ellos sí lo domaban, pero nosotros no. Un día también a ellos se les hizo un abuso pegarle a un hombre así de desconyuntado, pero ahora verán, vamos a amarrarlo. Lo sentaron en una silla, lo ataron, le vendaron la boca, bajaron una cortina de la calle para que nadie lo viera y se fueron. A Diego, a Juan y a mí nos hacía groserías: pedíamos una Coca-Cola y de repente Rubén enjuagaba en nuestro vaso sus dientes postizos y se los volvía a poner.

Juan Soriano era un encanto precioso, pero muy cuete, cuetísimo, siempre terminaba comiéndose el aserrín de las cantinas a puños y luego cuando llegaba a su casa se colgaba de una cortina y su mamá lo bajaba a escobazos. De repente teníamos que venirnos del Leda, Diego de Meza y yo cuidándolo, porque quería romper todos los aparadores de esas casas donde están los coches, los vidrios, y ahí nos tienes a nosotros deteniéndolo. Era terrible Juan. Y muy talentoso. Siempre fue inteligentísimo y además muy, muy ingenioso. Otra cosa; le dio a muy buen tiempo por cultivarse, leer, estudiar. Vino bien burro de Guadalajara. Diego de Mesa le enseñó todo lo que sabe.

No sólo las fotografías de Lola tenían un sabor único, su forma de hablar y contar su vida era un encanto. Se parecía a la de Juan Soriano y su hermana Mar-tha. Creativas y ocurrentes, las tapatías son las mujeres que ejercen mayor fascinación no sólo sobre el hombre que las ama, sino sobre todos aquellos que tienen la suerte de escucharlas. Frida Kahlo, Nahui Olin, Lupe Marín, Lola Álvarez Bravo, Chabela Villaseñor, Concha Michel, Adelina Zendejas, Aurora Reyes fueron mujeres extraordinarias y su lenguaje resultó creativo y conmovedor. Salvo a Frida Kahlo, todavía les debemos un gran homenaje. Recordarlas como hoy lo hace el Museo Casa Diego Rivera al exhibir las fotografías de Lola es un acierto y un acto de justicia. Olivier Debroise, el gran promotor de Lola, estaría contento al ver cómo las fotos de su gran amiga muy bien expuestas suscitan admiración y nostalgia.