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Tras más de 4 horas de concierto, parte del público bailó en el escenario al ritmo del djembé

Voces luminosas de varias latitudes cantaron por la paz en el Auditorio

Angelique Kidjo, Tereza Salgueiro, Bebel Gilberto, Olivia Gorra, Julio Migenes, Mala Rodríguez y Denise de Kalafe, ofrecieron, junto con sus músicos, una buena dosis de sus dones

 
Periódico La Jornada
Viernes 21 de octubre de 2011, p. 9

Pasaba la medianoche. Muchos se habían retirado, pero los que se quedaron, la mayoría mujeres, tuvieron la oportunidad de subir al escenario del Auditorio Nacional para cantar y bailar con dos interminables piezas, Tumba y Afrika, al ritmo del djembé, como si estuvieran en su propia fiesta.

La originaria de Benín, Angelique Kidjo, dínamo imparable que se ha ubicado como una de las cantantes africanas más influyentes en el orbe (es embajadora de la paz de Unicef), fue la que detonó la fiesta en el proscenio del Auditorio, recinto que sirvió a artistas de diversas latitudes y estilos para lanzar al público mexicano discursos de paz y entendimiento, pero en forma de bellas piezas musicales.

Se trató de Mujeres del mundo cantan: por una vida libre de violencia, concierto en el que intérpretes y cantautoras, bellas por dentro y por fuera, regalaron cuatro horas de sonoridad que, penetrante en muchas ocasiones, erizó la piel de muchos de los presentes. Su intención: reflexionar sobre la vehemencia de la condición humana que, principalmente sufren las personas del sexo femenino.

Felicidad de horas... meses...

Kidjo, Tereza Salgueiro (Madredeus), Bebel Gilberto, Olivia Gorra, Julio Migenes, Mala Rodríguez y Denise de Kalafe, ofrecieron –junto con sus músicos, de primer nivel– una buena probada de sus dones, en uno de esos actos incomprensibles que causa la música luego de un gran concierto: la felicidad de horas... o días o meses. La prueba fue el semblante de bienestar en el rostro de los que, casi a la una de la mañana, salieron de las puertas del foro de Reforma.

Con guitarra colgada, Denise fue la primera en aparecer en el escenario. Descalza, entregada, interpretó dos piezas: María de todas las flores, historia que hace recordar la de miles, y Señora, señora, himno transgeneracional que, a la fecha, es una de las canciones preferidas en el Día de las Madres.

Al tiempo que las piezas de la mexicano-brasileña suavizaban el ambiente, los datos duros sobre la violencia contra las mujeres, proporcionados por los maestros de ceremonias, la actriz María Reneé Prudencia y el conductor Nicolás Alvarado, regresaban al público a una descarnada realidad.

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Angelique Kidjo detonó el baile con el público en el proscenioFoto Fernando Aceves

No importó. Las cifras se eclipsaron por otra señorona del canto: la soprano neoyorquina Julia Migenes, emergida del Metropolitan Opera House. Mostró, además de sus dotes de sensualidad con movimientos gráciles sobre el proscenio, el alma de su blues con Use me y Summertime. Cantó también un Ave María e Imagine (de John Lennon).

Bossa electrónica y hip hop

Siguió la dulzura de la reconocida Bebel Gilberto (hija de la cantante Miúcha y Joao Gilberto), promotora del llamado bossa electrónica. Obsequió piezas sabrosas como Baby, So Nice, Secret, Samba de Bençao, Momento, All in One y Aganjú. La gente le pidió que regresara. Bebel, generosa, lo hizo con otra canción.

Mala Rodríguez y su rabioso hip hop llevaron a momentos de introspección a los asistentes al foro. Con versiones fragmentadas de su rolas, con sólo un baterista y un guitarrista, que controlaba los sampleos y loops, Rodríguez hizo sucumbir a los presentes. Nene, Ama, Tengo un trato y La niña, entre otras, fueron la aportación de la española.

Siguió la mexicana Olivia Gorra, distinguida como una de las mejores sopranos de México. Interpretó un popurrí de canciones de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez, acompañada de los maestros Miguel Peña y Juan Carlos Allende. Le pidieron otra, pero como no iba preparada para más, recitó México lindo y querido, que estremeció al auditorio, en su mayoría con muchas adultas mayores.

Los conductores seguían con los datos concretos sobre la violencia de género de cada país. Vino luego la luminosa presencia de la portuguesa Tereza Salgueiro –corazón de Madredeus–, quien con su voz hizo prácticamente levitar. Su set fue de piezas clásicas de su tierra: Senhora do Almurtao, Que amor nao me engana, O mistério, Senhores da guerra y un encore.

La explosión la suscitó Angelique Kidjo, quien después de hacer un gran discurso sobre la violencia, interpretó piezas como Atcha houn, Kelele, Senamou, Malaika, Move on up, y las primeras mencionadas, en una noche larga de buena música que dejó, sin duda, tatuados los mensajes de redención.