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A la mitad del foro

Con la Iglesia hemos topado

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Los ministros José Fernando Franco, Margarita Luna, José Ramón Cossío y Sergio Aguirre, durante la sesión en que se discutió la constitucionalidad de las reformas en Baja California y San Luis Potosí Marco PeláezFoto Foto
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aja California, el otro México, brazo de la República, la península que baña el mar Bermejo, el golfo de Cortés, al otro lado de Sonora, donde los yaquis vuelven a pelear en defensa de sus tierras, del agua que el supremo gobierno quiere encauzar rumbo a Hermosillo. Ahí llegó al poder el primer panista elegido para gobernar un estado de la República que todavía era federal, representativa y laica. Se llamaba Ernesto Ruffo y, en cuanto llegó, en nombre de la sacrosanta propiedad privada, apalearon a colonos asentados en tierras urbanas. Ahí están desde entonces los del ánimo cristero y el oscurantismo confesional.

Ahí vimos los mexicanos la sumisión de las autoridades civiles al mando militar en este mes de la patria. No eran policías ni agentes del Ministerio Público. Eran el gobernador del estado y su secretario de Gobierno. Ante numerosa concurrencia y las cámaras de la televisión o las omnipresentes redes sociales electrónicas, un general, jefe de la zona militar, alzó la voz para ordenar al burócrata de marras: ¡Ven! Tú. ¡A tí te estoy hablando! Obedeció el funcionario civil. Escuchó con la mirada en el piso lo que el general dijo de él al gobernador Osuna: es un borracho, un informal, un irrespetuoso que se presentó tarde y ebrio a la ceremonia conmemorativa del 13 de septiembre, la que rinde homenaje a los Niños Héroes. Para usted, mis respetos, señor gobernador. ¡A éste no lo quiero volver a ver en una instalación militar!, remató.

Y el gobernador de Baja California dio la callada por respuesta a la reprimenda pública del oficial del Ejército. Tenía razón el general. La forma en que el regañado acudió al llamado y aceptó que le dijeran borracho, informal e irrespetuoso, más que sumisión humillante, equivalió a vergonzante confesión. Pero calló el gobernador, su jefe, el de la autoridad civil. Y lo dejó en el puesto, además. Llegaron los herederos de La Profesa, de Agustín I y de El Quince Uñas; la gente de bien, los de las cristiadas y el sinarquismo; los de la procesión del silencio que estalló en incontinencia verbal al multiplicarse los poderes del PAN y alcanzar el Poder Ejecutivo de la Unión. Y las visitas papales que se adelantaron con el presidencialismo ilustrado y crepuscular de José López Portillo; las reformas salinistas que rindieron la plaza y demolieron los fundamentos del laicismo. Y Vicente Fox, jefe de Estado y de gobierno, arrodillado para besar el anillo papal de Juan Pablo II.

Felipe Calderón en armas. La guerra contra el crimen organizado sigue y el de Michoacán se compromete a combatir hasta las últimas consecuencias. Ya nadie podría pedir que se retiraran de ese combate las fuerzas del Ejército y de la Marina. Y nadie puede decirnos en qué consistirá la victoria y cómo se alcanzará. Avanzan en el otro frente, en las áreas que incluyeron en el proyecto de gobierno para el sexenio 2006-2012; el de la demolición de las instituciones del poder constituido en el proceso histórico de la Reforma y la Revolución Mexicana. Sobre todo y ante todo la disolución del Estado laico. Les sirvió de bandera la defensa de la vida, la imposición antinatura de que empieza en el instante mismo de la concepción; que al fecundarse el óvulo estamos ya ante un ser humano, ante una persona, dicen. Ergo, el aborto es homicidio.

Más de 10 entidades de la República laica reformaron sus constituciones locales para establecer la obligación de defender la vida que empieza en el momento mismo de la impregnación. Menos mal que a ningún legislador de nuestro sistema plural de partidos, porque se han aprobado esas reformas con votos del PAN, del PRI, del PRD y el resto de los que tienen registro, menos mal, decía, que no incluyeron juicio penal contra los del onanismo, pero la oscurantista versión de la defensa de la vida ya llevó a prisión a varias mujeres, pobres desde luego, que abortaron en Guanajuato, donde los Solones inquisidores dictaron sentencias de 30 años de cárcel. Y ahora Baja California, la del estreno blanquiazul, al mismo tiempo que San Luis Potosí, el de curros y beatas, donde el cacique Gonzalo Nicanor Santos concedía audiencias públicas acompañado del obispo.

Llegó a la Suprema Corte la acción de inconstitucionalidad y se impuso la sinrazón. Siete ministros manifestaron sus argumentos favorables a la inconstitucionalidad de reformas que privaban o reducían derechos que reconoce y garantiza la Constitución General de la República; cuatro argumentaron pro vida, en favor de la visión religiosa de la instantánea transustanciación de célula en ser humano hecho y derecho. No hubo fallo alguno: Se desestimó la acción, aclaró la ministra Olga Sánchez Cordero, una de los siete cuyas intervenciones favorecían establecer la inconstitucionalidad demandada; una de los que previeron, predijeron, que esa normatividad criminalizaría a las mujeres, sobre todo a las pobres. Ya muchas, demasiadas, han sido condenadas a 20 y 30 años de cárcel. Enfrentados a la repulsa ciudadana, gobernantes, jueces y fiscales que fueron verdugos tuvieron que simular racionalidad para reducir las penas o liberar a sus víctimas en Guanajuato.

El obispo de Mexicali, José Isidro Guerrero Macías, pregonó el milagro de las comunicaciones modernas al servicio del oscurantismo medieval: Casi perdíamos ayer, pero una llamada del Papa, no sé a quién, no me pregunten, cambió todo. Lo desmintió el vocero papal desde el Vaticano; negaron la intervención telefónica del vicario de Cristo los obispos de aquí, así como los funcionarios del gobierno que promueve la ofensiva contra la despenalización del aborto y el derecho de las mujeres a decidir. Jorge Camargo, vocero de la Suprema Corte, rechazó lo dicho por el obispo: los ministros, dijo, resolvieron guiados por criterios jurídicos y con absoluta independencia. Pero el obispo de Mexicali repicó las campanas a rebato: en la resolución de la Corte el Papa participó, el gobernador participó, los gobernadores participaron y el Presidente de la República participó.

La Corte archivó el asunto. De haber declarado la inconstitucionalidad no hubiera alterado las reformas vigentes en otros estados. Cierto, pero el Poder Legislativo no debe archivar el tema. Debe actuar de inmediato, formular y aprobar iniciativas que reformen las oscurantistas normas que las buenas conciencias confesionales impusieron en simulada defensa del derecho a la vida. A lo mejor se lavan la cara los diputados del PRI y del PRD que se lavaron las manos o vendieron su voto a cambio de una estampita de San Felipe de Jesús.

Ya ni los discípulos más fieles creen en los milagros a estas alturas de la década de la derecha desaforada, que recibió la democracia de manos de Ernesto Zedillo. En el 22 aniversario luctuoso del Maquío Clouthier, Ernesto Cordero confesó que en caso de no ser candidato del PAN aceptaría un cargo en el gabinete, una chamba en el próximo gobierno. Son escenarios que hay que considerar. ¿Lo habrá convencido Manlio Fabio Beltrones de que hay futuro en el gobierno de coalición diseñado y propuesto por el de Sonora?

Gustavo Madero se indignó porque Humberto Moreira declaró que el PRD, con Andrés Manuel López Obrador, era el adversario a vencer. Marcelo Ebrard dijo que él sabe gobernar y López Obrador de movilizaciones sociales. Pero hoy reúne en el Distrito Federal a sus fieles del Morena el estratega de Nacajuca y se anunció que Ebrard no asistirá: ¿dos de octubre no se olvida?