Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de septiembre de 2011 Num: 863

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El diario de Petrini
Orlando Monsalve

Escucha a los niños
Takis Varvitsiotis

Tres poemas
Nebojsa Vasovic

Germinar de la mirada
Ricardo Venegas entrevista
con Guillermo Monroy

Tradiciones que no se
han de cuestionar

Alessandra Galimberti

Raúl Flores Canelo y
el Ballet Independiente

Norma Ávila Jiménez

¡Indígnense!
Stéphane Hessel

Hessel y su siglo
Luis Tovar

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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El diario de Petrini

Orlando Monsalve

Imre Kertész escribió en 1985: “Los protagonistas verdaderamente buenos de las novelas tienen sus secretos, que guardan tanto ante sus lectores como ante el escritor que los inventa.” Es posible que para llegar a esa conclusión, Kertész haya conocido a Giulio Petrini, quien, siendo un personaje ficticio, cometió el peor error que se puede cometer desde la irrealidad: revelar su intimidad; se podría tomar como ejemplo el caso casi clínico del Augusto de Unamuno. Este Giulio, perdido entre la producción literaria de los 80, deja a merced de todos los curiosos su diario, un documento hecho con sutiles pinceladas de su vida, el cual, por coincidencias de causa no arbitraria, sino –más bien– isotópica, he podido robar un fragmento. El diario deja al pobre personaje a merced de cualquiera, da en evidencia toda su realidad. En sus viajes por Suiza, Giulio expresa las más íntimas emociones que le pueden generar un río, un árbol, un niño o un pedazo de hoja; para un poeta sería digno de admiración, pero para un indefenso personaje de ficción, eso es entregarse al pelotón. Juzguen ustedes:

Enero 12 de 1983, Montagnola.
Motivo: Lo que me dijo una tarde solitaria

A veces, Giulio, debes pensar que los poetas son como los labriegos: despiertan con el sol, su primera bebida es el rocío; a su paso, lenta y a la vez galopante, una musaraña de tierra tiembla en sus dimensiones microscópicas: sólo los poetas y los labriegos son capaces de verla; las redes de sus pescas son tan invisibles como el viento, que se va cazando por las montañas con disparos de susurro; rasgan la tierra y el papel de forma similar, buscan un punto no baldío, una palabra donde puedan arrojar su semilla multicolor; y ése es el fruto que se transforma en árbol y los protege del sol en las tardes solitarias.

Abril 13 de 1983, Neunkirch.
Motivo: Los que trotan siempre

Cuando no hace frío y es madrugada, voy a caminar por la cancha. Allí, como corceles en fila, marchan siempre los trotadores. Recorren la cancha una y otra vez, mirando hacia la nada, concentrados, muy serios, trazando el mismo círculo que trazaron ayer, enterados de no ir al destino. Cuando los miro, cuando mis ojos se encuentran con sus círculos eternizados, pienso en volver a ser pequeño y subirme en sus lomos, sentir la experiencia de montar un animal cuyo destino es ir a ninguna parte.

Noviembre 19 de 1984, Lugano.
Motivo: Los niños del jardín

Todas las mañanas me despiertan las voces de los niños en mi jardín. Cantan, juegan, lloran y bailan, sus solaces son la alegría del sol entrante. Saltan de un lado a otro, en filas, como nubes corriendo hacia el otro día. Agarran las manzanas del piso, se las lanzan entre ellos; los más pobres, los que siempre visten ropas sucias, se las comen, escondidos debajo de un árbol. A veces el caballo del vecino relincha y ellos salen a volar, asustados, gorjeando con sus vocecitas quebradas y débiles. Cuando los veo por la ventana, cuando están revoloteando en mi jardín profundamente verde, siento deseos de construir una pajarera bien alta, donde puedan descansar y agarrar vuelo, y así aferrarlos al cielo en el que viven.