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El arte es un arma, más que un problema estético, dijo en mayo

Murió Josep Grau-Garriga, uno de los grandes artistas del siglo XX
 
Periódico La Jornada
Miércoles 31 de agosto de 2011, p. 7

Angers, Francia., 30 de agosto. El artista catalán Josep Grau-Garriga, de 82 años, avecindado desde hace 20 años en Saint-Mathurin-sur-Loire, cerca de Angers, oeste de Francia, y pionero de la tapicería contemporánea, murió el lunes, informó hoy la alcaldía.

Este contemporáneo de Picasso y Miró, a quienes recibió en su taller de tejido de Sant Cugat del Vallès (Cataluña), vio sus creaciones expuestas en el Metropolitan Museum de Nueva York, en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de París, en Houston o Sevilla.

A la entrada de su casa tenía colgados cuadros de sus artistas amigos, al lado de obras suyas: una pintura dedicada de Miró, una litografía de Jean Lurçat, un cuadro del mexicano Rufino Tamayo, entre otras.

Melena blanca, mirada dulce y sonrisa generosa, Grau-Garriga trabajaba en las riberas del río Loira y en su taller se observaba un retrato de Franco, a quien pintó con gafas negras e inquietante rostro, no lejos de una foto del gran Robert Capa de un voluntario de las brigadas internacionales, tomada en su ciudad natal, Sant Cugat, cerca de Barcelona.

Tenía siete años cuando estalló la Guerra Civil y su padre fue encerrado en un campamento. Luego se formó en la escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde descubrió la tapicería a finales de los años 50 del siglo pasado.

Se trasladó a estudiar en París con Lurçat y de regreso a Sant Cugat, rodeado de materiales baratos, reivindicó “una tapicería de nuestro tiempo, ruda y que hable de nuestra historia.

La tapicería era entonces considerada como un arte de clase, ligada a la nobleza, y también como un arte menor, pues era realizado por artesanos, decía.

Atraído por el arte bruto y el pop art, trabajó con hilos, cáñamo, tela para costales y bolsas viejas, por lo que dio relieve a sus obras y experimentó con el collage. Sus primeras creaciones tridimensionales fueron presentadas en Estados Unidos en los años 70, donde el museo de Houston le dedicó una retrospectiva.

En plena gloria, el pintor mexicano Rufino Tamayo le pidió una obra para su museo en México y lo invitó a instalarse en América Latina, pero Grau-Garriga prefirió quedarse en la región francesa, seducido por el río y una periodista.

Este año había sido homenajeado en Angers, con una exposición dedicada al artista que concluyó el pasado 29 de mayo en el Museo de la Tapicería Contemporánea Jean Lurçat.

En la exposición, el artista afirmó que el arte es un arma, más que un problema estético, que sirve para manifestar lo que sea. Es descubrir lo que existe y no tener miedo.

Pese a su edad, era una persona de gran juventud, subrayó Monique Ramognino, adjunta de cultura de la alcaldía de Angers y allegada al creador catalán.

El artista se había apasionado por la iglesia de Saint-Mathurin-sur-Loire, para la que creó una obra gigante dedicada a la paz.

Josep Grau-Garriga rechazó todos los fascismos y conservó de su familia de campesinos, donde nació, su gusto por el terruño.