Sólo por sentir el flujo de adrenalina que me provoca la emoción, por una causa social para ayudar a la gente que padece distonía de torsión y por poner el nombre de México en alto, la nadadora de ultradistancia Raquel Márquez volverá a las andadas, cuando busque en los siguientes días hacer el cruce doble del Canal de la Mancha.

Antes de embarcarse hacia lo que está convencida será su tercer intento exitoso, al enfrentar a nado estilo libre la separación entre el puerto inglés de Dover y el de Calais, en Francia, la maestra universitaria de inglés esta vez no fue abanderada por autoridades deportivas oficiales, ni apoyada por ninguna organización social. Debió vender pasteles, playeras y pulseras para reunir recursos necesarios para alcanzar su hazaña.

Afectada ella misma por la enfermedad incurable –que tuerce y traba cualquier parte del cuerpo involuntariamente y sólo puede controlarse con medicamentos muy caros–, Raquel llegó a un acuerdo con el laboratorio que produce el fármaco, con el esquema de uno a uno, para que la nadadora compre un tratamiento y la empresa regale otro igual.

Serena, sin molestarse por las adversidades que ahora debió afrontar para probarse de nueva cuenta en las heladas y turbulentas aguas del brazo de mar del oceáno Atlántico con el Mar del Norte, la ultranadadora se preparó cada día de los dos años anteriores desde las 4 de la mañana hasta las 8, 10 y algunas veces por nueve horas en la alberca olímpica Bicentenario del Bosque de Tláhuac.

Tras haber conquistado en dos ocasiones una de las grandes hazañas de la natación en aguas abiertas, Raquel espera que se abra la ventana de buen tiempo entre el 20 y 26 del presente, cuando con la colaboración del capitán inglés Lance Oram y sus colaboradores aborde la embarcación para ayudar a miles de niños que padecen la enfermedad.