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Ver día anteriorMartes 16 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Discusiones pertinentes
E

n foros importantes, el más reciente de los cuales tuvo lugar hace poco en La Esmeralda, convocado por su director Eloy Tarcisio en mancuerna con el pintor Ulises García Ponce de León, de la Escuea Nacional de Artes Plásticas, sigue vigente la problemática de la validez de la pintura como medio de expresión artística actual.

Ya me referí a esa discusión en una nota anterior, pero fue insuficiente, porque lo que sigue en diálogo vigente concierne en otros foros, generalmente académicos (y no sólo en éstos) vinculándose a la enseñanza de la historia del arte e incluso a la existencia como tal de esta disciplina del saber humanístico. En realidad es cierto, como asentaron varios profesores en un conciso, aunque cuestionable volumen de reciente edición en Estados Unidos (Norton and Co.), que la historia del arte como tal no existe.

No existe en el sentido de que es inabarcable y también poco comprobable en cuanto a intencionalidad, porque los objetos que calificamos de artísticos, como la pintura de las cavernas en Altamira o Baja California o las esculturas de la isla de Jaina que provocan fascinación absoluta, anteceden al recuento histórico de hecho.

Tampoco conocemos la cosmovisión de la cultura olmeca, pero no sus creaciones que datan de unos 5 mil años aC, y que son altamente realistas, tanto que hasta Rufino Tamayo solía decir que eran retratos y que bien podía suceder que alguno de esos rostros correspondiera a ancestros suyos, afirmación que hizo pública cuando tuvo lugar su exposición en el Guggenheim, de Nueva York, que se acompañó de piezas prehispánicas. Tamayo en realidad era mestizo, pero se autodenominó indio puro, cosa difícil de comprobar.

La fallecida investigadora Beatriz de la Fuente dedicó buena parte de su fructífera labor a estudiar la cultura madre y su copiosa biblioteca es consultable desde hace algún tiempo en la sede del Instituto de Investigaciones Estéticas en Oaxaca, que es también lugar de enseñanza e investigación.

Lo que puede sostenerse es que no hay una historia del arte lineal que empieza en las cavernas, transcurre por periodos que obedecen a denominaciones como gótico tardío, rococó, posmodernidad o nano-art. Se supone que ésta es la forma de arte más reciente, no confundible con la microfotografía, porque no son los fotones, sino los electrones la base de los productos de apariencia tridimensional de los que también ya se apropió el mercado.

Una estupenda narración del británico Ian Mac Ewan (2010), titulada Solar, analiza esta técnica con objeto de hacerla más comprensible a quienes somos legos en el asunto, involucrándola con el historial (ficticio) de un Premio Nobel de Física que se ve involucrado en un supuesto juicio por asesinato, cuya víctima fue uno de sus discípulos y admiradores.

Mac Ewan no abunda tanto en cuestiones de arte, como lo hace su compatriota Julian Barnes, en su igualmente reciente libro de historias.

Hay múltiples definiciones acerca del arte y son archiconocidas desde la Grecia clásica, por conducto de Plinio el Viejo, hasta nuestros días. Así y todo, un teórico tan famoso como otro compatriota de los escritores mencionados, Richard Wolheim (1923-2003), asentó en Art and its Objects, en 1980, que la naturaleza del arte está entre los problemas tradicionales más elusivos que existen de la cultura humana.

Wolheim fue un filósofo analítico que amalgamó en sus estudios estéticos tanto teorías sicoanalíticas (publicó un conjunto de artículos sobre Sigmund Freud acudiendo también a Wittgenstein), además de que en 1965 acuñó el término minimalismo, tendencia que en el arte o en la decoración veta el ornato innecesario y que se centra, como es sabido, en las cualidades intrínsecas y esenciales de los objetos.

Algunas personas versadas en las artes, por lo común amantes de la arquitectura, han optado por la decoración minimalista en sus domicilios. Sin embargo, es bien posible percatarse de que son precisamente ellas quienes aman con preponderancia la pintura, generalmente abstracta. Contrapaniéndose en cierto modo al estricto ángulo minimalista, atesoran pinturas, esculturas y hasta algunos objetos de ornato en sus estancias domiciliarias. Esto que digo no implica una crítica negativa. Antes al contrario, pretenden situar a tal tipo de coleccionista, amante del Minimal en la arquitectura, como a alguien que no puede prescindir de formas, colores, texturas, volúmenes, pátinas, etcétera.

Por decirlo al modo de Wolheim: objetos estéticos, como los que éste analiza en Patterns of Intention. Pero las obras figurativas también implican el mismo tipo de patterns, de eso me ocuparé en otra ocasión.