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Ver día anteriorLunes 1º de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Estados Unidos: del dilema financiero al político
H

ubo un tiempo en que Winston Churchill pudo decir que: Siempre se puede contar con que los americanos hagan lo correcto, después de que hayan tratado todo lo demás. Hoy, el entorno es muy diferente y la crisis política en Estados Unidos, desatada por el endeudamiento y el déficit fiscal, apunta a un resultado bastante negativo.

La disputa en el Congreso para legislar un alza al tope del endeudamiento arrastró al gobierno de Obama que, a pesar de haber hecho grandes concesiones a los republicanos, no consiguió un compromiso razonable. En cambio mostró una inclinación mucho más conservadora de lo que quienes lo eligieron en 2008 supusieron entonces.

La deuda es enorme en términos absolutos (14.3 billones de dólares) y en términos relativos (95 por ciento del producto de esa economía). Pero no es Grecia. El gobierno de Washington puede contratar deuda para pagar y disfruta aun del enorme privilegio que es el dólar, que funciona como dinero mundial.

La situación actual proviene del gobierno de G. W. Bush, que desde su inicio en el año 2000 –cuando había un superávit de 4 por ciento heredado de Clinton– y hasta su fin en 2008, acrecentó el déficit con respecto al producto a más de10 por ciento. Hoy llega a alrededor de 12 por ciento.

La cuentas no son muy complicadas: en esos ocho años se redujeron los impuestos, especialmente a los estratos de ingresos más altos; se postergó el arreglo de los sistemas de salud; se incrementaron los gastos de guerra luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001, y se intervino masivamente con fondos públicos en la gran crisis financiera de 2008.

Los republicanos parecen tener amnesia política y, así, se confunde lo que quieren hacer pasar por una defensa de los principios ultraliberales que sostienen para no llegar a un acuerdo político. Ese dilema es falso y los representantes de la facción del Tea Party en el Congreso actúan con fundamentalismo ramplón.

Hay diversas versiones de esta postura que tiene un contenido moral muy sospechoso. Una de ellas sostiene que no se debe vivir más allá de los recursos que se tienen. La base religiosa del movimiento que secuestró al partido republicano y que va por todo, lleva a proponer que se merecen, por ejemplo, que las calificadoras de la deuda degraden la calidad de los bonos del Tesoro.

Se lo merecen, según ellos, por los excesos del gobierno que interfiere con las libertades individuales. La redención mística que tratan de imponer los libertarios de extrema derecha es un consuelo verdaderamente pobre.

Es significativo que este mismo tratamiento del problema financiero, político e ideológico se de abiertamente en la cadena televisiva FOX, del grupo de medios de Rupert Murdoch, hoy ampliamente cuestionado por sus métodos y que es muy afín a las propuestas libertarias de la derecha extrema, pues es un buen negocio.

Hay un aspecto práctico de la crisis de la deuda en Estados Unidos. La quiebra del gobierno castigará sobre todo a aquellos que en los últimos quince años se han rezagado mayoritariamente en la distribución del ingreso. Ahí se concentra la mayor parte de los gastos sociales del gobierno. Igual ocurrirá con los pensionados cuyos fondos están invertidos en la deuda pública.

Pero afectará a muchos más, puesto que cancelará las magras posibilidades de una recuperación económica en ese país. Los últimos datos oficiales ya revisados indican que el crecimiento fue menor al antes anunciado desde 2008 y hasta el segundo trimestre de este año.

El capitalismo al que se ha apodado como financierizado se ha ido gestando desde hace 30 años, lo que hoy ocurre no es una sorpresa, y sus repercusiones se han ido acelerando notoriamente en la última década. La disputa abierta en Estados Unidos no sólo ha exhibido la mediocridad de los políticos y los legisladores, como también ha ocurrido en Europa en el marco de la crisis del euro. Pone en evidencia la disfuncionalidad de un sistema en el que la riqueza financiera supera a la que se crea en la producción y mediante la generación de empleos e ingresos. De ahí proviene, finalmente, buen parte del financiamiento público.

Esto no se resuelve en el campo de la mera ideología. Tampoco se solventa con medidas de corto plazo y una mala mezcla de deuda, impuestos y recortes del gasto. En este sentido la responsabilidad del gobierno y los legisladores estadunidenses rebasa el espacio geográfico de su país.

Una nueva crisis financiera y económica, aunada a la de 2008, tendrá efectos muy adversos en todas partes, en especial en México. Esta afectará el valor de las reservas internacionales, el valor del peso, las tasas de interés y el crecimiento de los precios. Serán peores las condiciones de trabajo de la mayor parte de las empresas y las posibilidades de crear empleo.

Aunque se llegue a un arreglo para superar el impago de la deuda de Estados Unidos, quedarán pendientes las medidas para reducirla junto con el déficit fiscal. En unos meses o cuando mucho luego de las elecciones de 2012 se enfrentará otra crisis que no será aislada, pues la de Europa sigue viva.

Las condiciones en que se desenvuelve el capitalismo global son altamente conflictivas y no se solventan sólo con medidas de corte financiero: deuda y déficit. Eso parece que sólo puede llevar a crecientes confrontaciones en un entorno cada vez más frágil por todas partes y que quebranta incluso la supervivencia física de muchas personas.

El déficit real es político. Y no sólo en Estados Unidos, sino por todas partes. Un líder como Obama debería forzar acuerdos parciales inevitables de manera práctica e inmediata junto con una convocatoria para rearmar el sistema financiero internacional y definir el papel de los países más avanzados de los que se llaman emergentes y sin excluir a los que siguen en el margen. No parece haber disposición alguna para emprender esa ruta. Es inevitable la siguiente crisis.

Renovar la capacidad de crecimiento global es impostergable, so pena de una enfrentamiento cada vez más grande de corte nacionalista que se asoma por todas partes.