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La ópera de Messiaen se presentó con una de las producciones más espectaculares de Europa

San Francisco de Asís, teología sonora que se estrenó en Madrid

En el Teatro Real se instaló una cúpula gótica de 22 toneladas, símbolo y eje de la puesta en escena

El montaje cuestiona al hombre moderno y llama a alejarnos de nuestras ciudades y celulares, y que observemos el vuelo libre de los pájaros, refirió el director del TR, Gerard Mortier

Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 18 de julio de 2011, p. 8

Madrid. Una teología sonora que evoca a la naturaleza y su luminosidad, y que cuestiona los cimientos del hombre moderno se estrenó en Madrid, en una de las producciones más espectaculares de los tiempos recientes en Europa, San Francisco de Asís, del compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992). La producción es del Teatro Real (TR) y sólo para la escenografía se instaló en el escenario un domo de 22 toneladas, que sirve de eje a una propuesta musical y escénica de cuatro horas y media de duración.

El belga Gerard Mortier, director del TR, se ha empeñado, desde que asumió el cargo, en dar un giro a la programación clásica de la máxima institución de lírica en Madrid, con el estreno de óperas hasta ahora inéditas en este país y con un enfoque que pretende explicar y difundir el carácter contemporáneo de la ópera. Con esta perspectiva, el prestigioso director de escena presenta ahora una megaproducción de San Francisco de Asís, que se estrenó en el Madrid Arena –una especie de estadio para actos deportivos y musicales.

Una de las principales novedades de la puesta en escena fue la cúpula gótica que fabricaron en 2007 los artistas rusos Emilia e Ilya Kabavov, por encargo del propio Mortier para el estreno de la Trienal de Ruhr.

Entre los principales atractivos musicales del nuevo proyecto del TR estuvo la dirección de orquesta, del artista francés Sylvain Cambreling; así como la voz del protagonista, el bajo barítono español Alejandro Marco-Buhrmester, y el coreógrafo, Giuseppe Frigeni, además de los 261 personajes que aparecieron en escena. Y pájaros reales, que además de estar presentes a través de los instrumentos de viento, fueron protagonistas de la puesta en escena.

La obra se presentó en cinco ocasiones, con un aforo de 4 mil 500 personas, también sirvió para desplegar la capacidad lumínica y escenográfica de un centro no habitual para espectáculos operísticos. El despliegue de medios ha sido abundante y generoso, con mil 400 fluorescentes que iluminaron la masa cupular de estilo gótico, pero que además estuvieron programados para ir cambiando de color al de la música y las emociones de los personajes. Lo más importante de las cuatro horas y media de música y producción es la fuerza que proporciona. Ese es el mayor regalo para el espectador. Es un lenguaje nuevo, no es ni tonal ni dodecafónica, es distinto, aunque sí es francés en el sentido de que asemeja a Debussy o Berlioz, explicó el director musical.

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La dirección de orquesta corrió a cargo de Sylvain Cambreling, y el bajo barítono español Alejandro Marco-Buhrmester encarnó a san FranciscoFoto Javier del Real

Mientras el autor intelectual de su representación en Madrid, Mortier, apuntó que “en San Francisco de Asís el canto de los pájaros no lo escucha el hombre moderno, aunque llega a ser el elemento estructural de la melodía. Tras ver la ópera llegamos a comprender la naturaleza de diferente forma, al tiempo que nos identificamos con el personaje de san Francisco”. En el fondo –reconoce el prestigioso director musical– hay un cuestionamiento de fondo al hombre moderno y a la civilización que ha creado: En el mundo occidental en el que vivimos, donde la moda llena con regularidad las páginas de decenas de periódicos mientras se cuenta a millones los jóvenes universitarios que no tienen trabajo ni futuro; en este mundo, en plena descomposición de nuestros valores a pesar de una tecnología más avanzada, Francisco de Asís nos cuenta que quizá sería bueno que nos alejáramos de nuestras ciudades, de nuestros coches, de nuestros celulares y que nos rencontráramos con la naturaleza, que observáramos el vuelo libre de los pájaros y nos interesáramos por los problemas de los que necesitan ayuda.

El personaje del monje cristiano que se aleja del ruido de la civilización y de su propia Iglesia es el eje sobre el que gira la trama, en la que hay un trasfondo más espiritual que religioso. Siempre nos preguntan por qué elegimos la cúpula como símbolo, si es que somos religiosos. No. Es porque es un símbolo de elevación espiritual y cultural, capaz de concentrar sentimientos y esperanzas. Es una ópera larga, en la que no transcurren demasiadas cosas, una música difícil que tuvimos que escuchar ocho veces para comprender todo lo que tiene dentro, resumió Kabakov.

El director musical añadió que la obra de Messiaen está vinculada al canto de los pájaros y al tiempo que pasó encerrado en un campo de concentración, tampoco es fácil. Para los que la escuchan por primera vez, lo que se retiene es confianza y gran amor por la humanidad. Lo más importante es la fuerza que te da. Cuando termino de dirigirla, y son cuatro horas y media de función, estoy menos cansado que al principio.