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Desfiladero

Edomex: Morena durmió con el enemigo

A

finales de enero, Alberto Casanova llegó a pagar su impuesto predial a la tesorería de Ecatepec. Sorpresa: le descontaron 30 por ciento por cortesía de Eruviel. Magdalena Cota se compró un terreno en Tlalnepantla y empezó a construir su casa. Para darle las escrituras del predio, el gobierno mexiquense le exigió, a ella y a sus cinco hijos, ejercer su libre derecho al sufragio efectivo obligatoriamente por Eruviel.

Federico Olivares se entusiasmó tanto con las propuestas de Encinas, cuando lo visitó una brigada de Morena, que pidió una manta y la colgó sobre la fachada de su casa para hacer proselitismo. Al día siguiente, sus vecinos, allá en Cuautitlán Izcalli, le apedrearon las ventanas, rompieron la manta y la señora de la tortillería, después de llamarlo traidor, le dijo que no volvería a venderle una tortilla por el resto de su vida.

Para obtener la lealtad de los más pobres del estado de México, Eruviel entregó una tarjeta de débito, llamada la efectiva, que permitirá hacer compras en los centros comerciales por hasta mil 500 pesos, no está claro si al mes o a la quincena, cuando tome el poder. Sabiendo que esto no era suficiente, prometió comprar los votos hasta en cinco mil pesos. No en vano rebasó cuatro veces el tope de gastos de campaña, fijado en 204 millones de pesos: hasta donde se puede calcular, derrochó más de mil millones, o 100 millones de dólares (40 por ciento de lo que le costó a Obama llegar a la Casa Blanca).

El día de la jornada electoral, en Ecatepec, dadas las inundaciones que una vez más provocó el desbordamiento del río de Los Remedios, hasta patrullas de la policía del estado fueron usadas para acarrear votantes. En Tenancingo, camionetas pick-up de la policía municipal repartieron despensas casa por casa. En Cuautitlán, antes que los ciudadanos entraran a las casillas, mapaches del PRI les entregaban teléfonos celulares para que fotografiaran su voto por Eruviel. Después, se acercaban a la ventanilla de un coche cercano, devolvían el aparato, demostraban que habían cumplido y cobraban sus cinco mil pesotes.

El abstencionismo fue de 56.87 por ciento, de manera que de los votos contabilizados (4 millones 388 mil), Eruviel obtuvo 2 millones 856 mil, que representan 27.16 por ciento del total del electorado, incluyendo a los que no se acercaron a las urnas; en tanto, el primer líder nacional que tuvo El Yunque en México, el ex secretario particular de Felipe Calderón y ex dirigente del PAN, Luis Felipe Bravo Mena, recibió únicamente 569 mil votos, equivalentes a 5.41 por ciento. En otras palabras, el binomio del PRIAN logró, con sus dos candidatos, el apoyo de sólo 32 de cada 100 electores.

Con 963 mil boletas cruzadas a su favor, Alejando Encinas consiguió el respaldo de nueve de cada 100 electores, y cayó derrotado ante Eruviel por 3 a 1. Descubrir las razones que produjeron este resultado para el candidato de Morena es necesario a fin de superar la desesperanza, no volver a cometer los mismos errores y corregir la estrategia hacia 2012. En primer lugar, Encinas no es Andrés Manuel López Obrador ni estuvo presente en el estado de México, trabajando, hablando y conviviendo con la gente, en los años previos a la elección del domingo pasado. Su carisma no puede compararse con el del máximo dirigente opositor del país, que causó furor en las mayores plazas públicas de la geografía mexiquense durante los cierres de campaña.

En segundo lugar, de las 17 mil 489 casillas que fueron instaladas en poco más de 8 mil secciones electorales, analistas de Morena estiman que alrededor de 10 mil no fueron vigiladas. ¿Por qué? Porque Luis Sánchez, líder del PRD mexiquense y jefe local de los chuchos, y los hermanos Bautista, de la tribu ADN, no hicieron campaña por Encinas y, peor aún, no capacitaron a los militantes de Morena para que fueran capaces de defender el voto o, simplemente, no los dejaron participar en la contienda. Ustedes limítense a promover la votación, nosotros vigilaremos las urnas, les dijeron los chuchos a los morenistas de Cuautitlán, cuenta la activista Montserrat Mondaca.

La táctica de las huestes de Jesús Ortega y Jesús Zambrano no pudo ser más obvia. Por acción, por omisión y mediante convenientes acuerdos por debajo de la mesa, no ayudaron en absoluto a Encinas, para culpar de su fracaso a López Obrador, por no haber aceptado aliarse con el PAN (esto es, con El Yunque, Calderón, Elba Esther, Lozano, Cordero, Lujambio, Molinar Horcasitas, García Luna, Carstens y los 30 dueños del país) y reiterar que Marcelo Ebrard sí está dispuesto a ir con ellos en 2012, para que todo siga igual que ahora.

Cuando López Obrador presentó en marzo el Nuevo Proyecto de Nación, y dijo que la meta de Morena era organizar 65 mil comités para cuidar todas las casillas de 2012, no contaba con que la estructura del PRD boicotearía esta estrategia en el estado de México. Si la idea de nombrar a Manuel Camacho como coordinador de campaña de Encinas, era para fortalecer la aparente unidad recién recuperada, se equivocó por completo. Camacho hizo lo mismo en las elecciones presidenciales de 2006: AMLO lo designó responsable de los comités ciudadanos del norte del país y Camacho los dejó vestidos y alborotados.

Ya no hay duda: Ebrard, Camacho y los chuchos van con todo en contra de López Obrador, y los acompañan los levantacejas y los opinócratas, que se desvivieron por forjar la alianza PAN-PRD, con el evidente propósito de sacar de la campaña mexiquense a Andrés Manuel y facilitarle aún más las cosas a Eruviel y Peña Nieto.

¿Conclusiones? La victoria del PRI mexiquense fue producto de un fraude; éste, sin embargo, no distorsionó el resultado final de la elección y por lo tanto no puede ser impugnado. A pesar de esto, la ausencia de casi 60 por ciento de los votantes, el ridículo 27 por ciento que se adjudicó Eruviel, y que no lo convertirá en un gobernador representativo de la mayoría, desvirtúan el supuesto éxito de la gestión de Peña Nieto, que ahora se embarcará rumbo a los comicios presidenciales exhibiendo una fuerza muy mermada.

Por su parte, el escuálido 9 por ciento obtenido por Encinas refleja el voto duro que tiene AMLO en el estado de México y cubre con el manto del misterio el verdadero número de electores que el año próximo cruzarán la boleta por él. No hay, pues, motivos para deprimirse, sino para seguir actuando en la dirección que se ha trazado, para construir esos 65 mil comités de ciudadanos afiliados a Morena, y reunir a cuatro millones de protagonistas del cambio verdadero de aquí a diciembre, para que cada uno de ellos, en el primer semestre de 2012, convenza a cinco personas más, y así se amasen las fuerzas de 20 millones de votantes para el próximo domingo primero de julio.

Esta es la visión optimista que prevalece después del desastre mexiquense. Ahora bien, una interpretación lúcida, serena y objetiva del modo en que se comportaron Ebrard, Camacho y las tribus perredistas aliadas a los dueños de México, debe poner fin a los apapachos diplomáticos. No, Ebrard no es un excelente gobernante del DF: su quinquenio se caracterizó por la corrupción, el autoritarismo, la represión a las bases del movimiento que lo elevó al poder, pero también por un incomprensible deseo de hacernos vivir en la capital del país como en una ciudad bombardeada, que en 2012, si Morena no toma medidas urgentes, caerá de nuevo en manos del PRI. El movimiento debe romper con el PRD ya. De no hacerlo, ese partido en descomposición destruirá la única opción real de cambio que hay en México. Es ahora o nunca.

¡Hasta siempre, maestro Sánchez Vázquez!