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Abren en el Museo Thyssen-Bornemisza magna exposición del defensor del hiperrealismo

Muestra Antonio López sus momentos de lucidez y fracaso

Reúne 130 obras, entre óleos, esculturas y dibujos que rozan la perfección

En ocasiones la verdad es áspera, incómoda, expresa la hija del artista y comisaria de la retrospectiva

Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 25 de junio de 2011, p. 2

Madrid, 24 de junio. Aquí está toda mi vida: lo peor y lo mejor, así resumió Antonio López –el pintor del hiperrealismo y uno de los grandes pinceles del siglo XX español–, la exposición retrospectiva que se inauguró hoy en el Museo Thyssen-Bornemisza.

La Gran Vía, las esculturas de cuerpo entero, los paisajes urbanos o los interiores de su particular fantasía –baños, cocinas o bodegones con cabezas– forman parte de su singular arte y de pinturas hasta ahora desconocidas.

La gran exposición de Antonio López más reciente se montó hace 20 años, cuando el artista –quien nació unos meses antes del estallido de la Guerra Civil– fue reconocido como maestro y uno de los grandes precursores de las vanguardias en España, con especial relevancia por su defensa del hiperrealismo.

Su obra es de lenta elaboración, con pinceladas dilatadas en el tiempo y con un profundo trabajo de reflexión y contemplación detrás, de ahí que algunas de sus obras –como la más emblemática sobre la Gran Vía– se diga que rozan la perfección.

La muestra, titulada Antonio López, reúne 130 obras entre óleos, esculturas y dibujos, la mayoría de la producción casi clandestina de los años recientes, pues el carácter y el método de trabajo del artista convierten a las obras en piezas de construcción permanente, las cuales nunca terminan.

Estoy sobrecogido de ver todas estas piezas en las paredes, reconoció el artista, pues en esta exposición soy yo desde los 17 años. Están mis aciertos, mis momentos de lucidez y de fracaso, y mis obras más recientes.

La exposición, curada por su hija, María López, no sigue un esquema cronológico, más bien está dividida en los temas recurrentes de su estética: interiores de su casa, paisajes de Madrid, la Gran Vía de la capital española, su natal Tomelloso –en Castilla La Mancha–, sus retratos de parejas y bodegones fantásticos.

Pero también están algunos de sus cuadros más singulares, como el de Atocha, que pintó en 1964, en plena dictadura franquista, en el cual se ve a una pareja copulando mientras a su alrededor el tráfico sigue fluyendo y el ritmo de la ciudad no se detiene. Ese cuadro incorpora la contaminación a la pintura y eso no quiero repetirlo, quiero vivir otras incomodidades. Por eso creo que no lo podría repetir, explicó Antonio López, quien accedió a que en la exposición se mostrarán su taller y estudio e incluso algunas piezas que andaban por el estudio, como las cabezas de sus nietos o una serie de flores.

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Antonio López junto a su escultura Figura de mujer, ayer, durante la inauguración de la retrospectiva del artista en el museo madrileñoFoto Reuters

La curadora explicó que el resultado de esta búsqueda de las emociones y de este análisis no siempre es algo que guste ver. A veces la verdad es áspera, incómoda; ya la tenemos demasiado cerca y en permanente contacto. Nos puede atraer por el misterio que encierra, por el deseo de saber el porqué, pero puede producirnos rechazo cuando no alcanzamos a descifrar ese misterio de una forma tan inmediata.

Mientras, el director del museo, Guillermo Solana, apuntó: El valor singular de esta exposición consiste en ser, no una interpretación más de la obra de Antonio López, sino la versión del artista: una suerte de autorretrato.

El crítico Javier Viar añadió que en López su capacidad asombrosa de reproducir la realidad y de convertir ese recurso en su más clamoroso reclamo y signo de identidad es la mayor certeza en la obra. Es la abrumadora presencia de espejo que detiene el espacio del espectador y lo llena de un mueble, un niño, una pareja o un horizonte la que sorprende y la que deslumbra.

La muestra también cuenta con la proyección en una de las salas de dos documentales elaborados ex profeso con imágenes del trabajo de Antonio López en este año, tanto en su estudio como en exteriores, así como diversas entrevistas a personas cercanas a él.

Además, todos los sábados de julio podrá verse en el salón de actos del museo la película El sol del membrillo (1990-1992) en la que, a través de la contemplación de Antonio López pintando un membrillo en el patio de su casa, el cineasta Víctor Erice explora el proceso creativo de una obra de arte, planteado no como un documental sino más bien como un diario que vincula cine y pintura como instrumentos para capturar la realidad.

La exposición concluirá el 25 de septiembre.