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¿La Fiesta en Paz?

En los toros la imaginación le hace el quite a la realidad, dice el maestro Alejandro Estrada

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Sueño circularFoto Ilustración Alejandro Estrada
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odo buen aficionado a los toros casi siempre sale descontento de la plaza. Desde los tiempos de Pedro Romero los cronistas dan cuenta de las exigencias y reclamos del tendido. Incluso la época de oro de principios del siglo pasado no se libró de ello. Pero lo que corre en estos días es asunto aparte. Ahora las tardes de toros son cada vez más monocromáticas.

Habla Alejandro Estrada, de Puebla, quien ha dedicado su vida a las artes plásticas, siendo la tauromaquia su tema favorito, cuando de niño copiaba de las cajas de cerillos las estampas de Carlos Ruano Llopis. Discípulo de Martín Serrano, ha participado en innumerables exposiciones individuales y colectivas a lo largo y ancho del país. Miembro de la Sociedad Mexicana de Acuarelistas, su obra ha sido premiada en varias ocasiones.

“El toro bravo, principal protagonista –añade Estrada–, acude cada vez menos a la cita, en su lugar mandan a su pariente pobre, aún con dientes de leche y testuz de chiquillo despeinado. Con mi cuaderno de apuntes bajo el brazo, acudo tarde a tarde o noche a noche a la plaza. Entre manchones de carbón, pastel y grafito, aparecen suertes imaginativas, toreros gallardos, estocadas fulminantes y toros bravos… que no vimos.

“La imaginación entonces le hace el quite a la realidad y pone a prueba el oficio de creador y criador. Paradójicamente, en estos días ser pintor taurino es un privilegio plástico del que no gozaron Roberto Domingo o Ruano Llopis. En su época, con bravura, oficio, arte y figuras, congelar bellas suertes era un mero trámite, entiéndase la ironía. Ahora se tiene que hacer uso de todos los recursos inimaginables. El romanticismo, la ilusión y sobre todo la esperanza son obligados a la hora de pintar.

“Los toros se pintan con los pinceles en la diestra y la paleta en ‘la de cobrar’, sentado sobre los recuerdos para no dejarlos escapar, la añoranza de fondo musical y atrapada entre las pestañas una nostalgia de lo que jamás se vio. Cuando la tristeza me asalta y el pesimismo hace el paseíllo a lo largo de mi estudio, cuando el desencanto se cuela entre mis pinceles, apoderándose de los recuerdos frescos de la corrida recién vista, es cuando las musas con aromas de otros tiempos me visitan, dictándome lo que el deseo manda pintar.

“Entre flores sepias a la sombra de un olmo gris, sobre una poltrona de cuero desgastado, vestido todo de blanco se encuentra Manolete. A su lado Lupe Sino, con cuidados de madre, acomoda cariñosa y lentamente los escasos mechones encanecidos del diestro envejecido. Preparo el color, ejecuto el trazo, tomo los pinceles; todo con premura, antes de que la imagen se desdibuje y la realidad me lo deslave.

“Y es que lo que ven mis ojos casi nunca termina de cuajar una vez volcado sobre el lienzo. Será por eso que de mi paleta los colores vibrantes van perdiendo terreno. Los grises han sacado de sitio a los primarios. Ahora el gris Payne ocupa el lugar del azul y el pardo Van Dyck prácticamente ha desplazado al rojo y al verde. Pasada la nube negra la vida retorna, y con ella la ilusión. Todo artista es un soñador. Antes que la técnica, el oficio, la creatividad o incluso la imaginación, el artista cuenta con la ilusión. El arte es fantasía, alegría, optimismo.

Yo sueño todos los días. Sueño con el tendido rebosante de aficionados, no sólo de asistentes. Sueño con ganaderos orgullosos y laureados. Sueño que por toriles irrumpen toros enormes, enormes en trapío, en bravura y en casta, no en kilos. Y sueño con matadores que nos devuelvan la emoción de aquellas tardes que se cuentan en los libros. Esto último puede que no sea sólo un sueño, es más una esperanza, casi una certeza. Sé también que sobre el Atlántico navegan de vuelta al hogar un grupo de hombres resueltos a hacer sentir su presencia. En todos ellos deposito la ilusión de que le devuelvan a las tardes de toros su esplendor y con ello, tal vez, a mis lienzos el color, remata elegante el maestro Alejandro Estrada. Contacto: www.facebook.com/opuscom