Opinión
Ver día anteriorMartes 24 de mayo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La pieza española en la crisis
S

i se genera política y perspectiva, estaríamos observando el principio del fin de la transición española como era y que tantos análisis ha inspirado en América Latina desde la caída del franquismo.

Es, como dijo Guillermo Zapata (La Jornada, 22/5/11), el fin de la visión entre izquierda y derecha, por la nueva confrontación entre los de arriba y abajo, entendiéndose a estos últimos, como los excluidos sociales y generacionales que fue acumulando el esquema de la transición. El rompimiento es también, de alguna manera, generacional, pues la España de hoy bulle de jóvenes que antes del 15 de mayo hablaban desde mil rincones españoles sobre las consecuencias de la crisis y un incierto futuro.

Es una lección a tomarse en cuenta, pues la concentración en la Puerta del Sol ha expresado de mil maneras su hartazgo con el esquema político, profundamente desgastado, como el que vemos también en México, donde la crisis política revela la crisis de representatividad de los partidos y las instituciones de la política formal. Hay en el discurso del M-15 una reflexión sobre la representación de los ciudadanos ante los gobiernos y los mercados, y por ello se han definido, no como una concentración más, sino como una asamblea cuyo principal logro hasta ahora es su forma convocante e inédita en España, retando a la autoridad sobre el uso del espacio público.

Pareciera contradictorio, pero el contenido de esta movilización creciente e insurgente pasó sobre los comicios del domingo 22, donde el partido de la derecha, el Partido Popular (PP), se llevó en mayoría las elecciones municipales y autonómicas, superando al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) por más de 10 puntos porcentuales. ¿Cómo se explicaría que este giro a la derecha se dé en el contexto de un movimiento en esencia surgido de la crítica a la política económica y los recortes de inspiración neoliberal?

Atención, México: en el contexto electoral, la sociedad puede virar y dejar a la partidocracia sola con su fiesta por el poder, pues el asunto de la crisis de perspectiva lleva implícito no sólo lo económico, sino también el cuestionamiento hacia una forma de democracia política agotada o que ya no proporciona expectativas a los de derecha, centro o izquierda, pues todos los partidos han terminado haciendo lo mismo, exhibiendo sus debilidades de legitimidad.

En España, como en Europa, cuando se habla de crisis ésta tiene connotaciones diferentes las nuestras. Para ellos es una palabra nueva, mientras para nosotros son más de 40 años de crisis crónica.

Es por ello que el discurso de la acampada (plantones nuestros) tiene la gran fuerza del optimismo y la confianza, en que los miles en la plaza, revertirán las medidas de ajuste económico que afectan al conjunto del sistema educativo, de salud, empleo, vivienda, ahorro y niveles salariales. En este sentido, la gran pregunta es: cuando la asamblea decida levantarse, ¿con qué fuerza y perspectiva se hará? Las palabras claves serán interlocución, estrategia, mantener la frescura de hasta ahora, sumar las fuerzas estructurales y lograr la alianza con los sindicatos, las organizaciones pro vivienda, los gremios de profesionistas y estudiantiles, los movimientos gremiales que han surgido por cientos en toda España y que, en la víspera, han realizado manifestaciones particulares en rechazo a las medidas de ajuste económico.

Es obvio que la transición española construyó una política económica de Estado con un alto consenso y que sirvió de marco para contener la polarización política dentro de un acuerdo general. Un punto fue la inserción de España en la Unión Europea, que le generó avances y sustentabilidad económica para combatir el atraso y la pobreza dejados por el franquismo. Hoy, eso ya no basta y reclama un ajuste, pues hacia adelante muchas de las conquistas sociales están en riesgo de perderse: pero eso requiere de un nuevo pacto para las condiciones actuales. Lo contrario es reventar y dejar que las contradicciones afloren, como en México, donde los problemas y la crisis endémica nos alcanzaron y sobrepasaron por mucho.

El Estado español ha querido enfrentar la crisis actual con un dejo de tolerancia hacia la movilización. Esa tolerancia no pareciera estar sustentada en la seguridad, sino en lo incierto, pues lo que vive España es parte de la crisis en Medio Oriente, en Inglaterra, Francia, Portugal, Grecia, Italia y Rumania, donde la crisis económica y las políticas de rescate en la Unión Europea están permeando la perspectiva económica del mundo.

Por todo ello los acontecimientos de España son un gran laboratorio cercano, de agotamientos, de posibilidades de rupturas, pero también de diseño de perspectivas y, aunque nuestras realidades y crisis son diferentes, tienen el común denominador de ser sociedades que buscan alternativas ante sistemas y formas políticas agotadas, aisladas y grandemente cuestionadas.