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El director Luis Szarán dirige el proyecto musical en zonas marginadas de Paraguay

Niño que toca a Mozart de día no rompe vidrios de noche, avala Sonidos de la Tierra
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En 10 años de programa, miles de niños dejaron de buscar entre la basura para soñar música. Aquí, en Asunción, Paraguay, durante los festejos por el bicentenario de la independencia de ese paísFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Domingo 22 de mayo de 2011, p. 4

Berlín, 21 de mayo. El joven que toca Mozart de día no puede romper vidrios de noche: la frase preferida del director de orquesta paraguayo Luis Szarán podría ser una simple declaración idealista, si no estuviese avalada por uno de los proyectos sociales más exitosos de América Latina.

Premiado en el mundo por su trabajo como director de orquesta, compositor y musicólogo, Szarán lleva 10 años dirigiendo el programa Sonidos de la Tierra, red de orquestas formadas en barrios marginales de Paraguay que ya hizo que miles de niños dejaran de rebuscar entre la basura para estudiar y soñar música.

Szarán, de 57 años, se deleita al contar la experiencia. Acomodado en una butaca del Instituto Iberoamericano de Berlín, donde esta noche dirige un concierto por el bicentenario de la independencia paraguaya con la asistencia del presidente Fernando Lugo, desgrana con emoción sus orígenes.

Llegó un momento en que necesitaba devolver a la vida lo que había recibido. Vivir de algo más que el aplauso, cuenta.

Queremos instrumentos

La idea de hacerlo mediante la música llegó gracias a una anécdota vivida por unos amigos ingenieros que construyeron una represa cerca de una reserva indígena. Al terminar la obra ofrecieron donar algo a la comunidad y el cacique, tras consultar con su tribu, transmitió su deseo: Queremos instrumentos musicales.

Ante la sorpresa de los ingenieros, cuenta Szarán, el cacique explicó su decisión: No necesitamos escuelas, porque nosotros somos la escuela. No necesitamos hospital, porque somos gente sana. Sin embargo toda la noche nos reunimos a cantar. Y la música nos inspira para encontrar la solución a los problemas que nos va presentando la vida.

El maestro comprendió el poder de la música y comenzó a instalar una red de escuelas gratuitas en barrios marginales de Paraguay, muchas en el sector rural. Los resultados se vieron de inmediato.

Interactuar en una orquesta hace que desde el primer día el joven entre en un juego interdisciplinario donde aprende de honestidad, respeto, actitudes democráticas, trabajo en equipo. Sin sermones ni discursos, automáticamente cambia su actitud.

El proyecto beneficia ya a 12 mil familias en más de 150 comunidades y tiene una particularidad: a diferencia de iniciativas similares, como la Orquesta Simón Bolívar en Venezuela, Sonidos de la Tierra no depende del apoyo público y se financia en 88 por ciento con el trabajo de las orquestas, lo que fomenta la implicación de los participantes.

Szarán lo subraya más de una vez: No es un proyecto paternalista. Junto con la formación musical para los jóvenes, el programa incluye cursos de contabilidad, plan de negocios y administración para adultos, que se comprometen así con el éxito del proyecto. Fomentamos una actitud emprendedora, celebra.

Con el programa en marcha, Sonidos de la Tierra sufrió un giro inesperado cuando intentó aterrizar en Cateura, el mayor basural de Asunción, donde unas 3 mil familias viven de reciclar desechos.

Como en otros lugares, se dejó instrumentos a los participantes y se les pidió que lograran conseguir más para seguir con el programa.

Pero aquí las familias pasaban unas 16 horas trabajando entre desechos y no tenían tiempo para trabajar en eso. “Así que en la siguiente reunión se presentó un padre carpintero y nos dijo que no habían podido comprar nada, pero que tenía algo que tal vez servía, y sacó un ‘violín’ hecho con una cacerola, un tenedor y unos alambres estirados.

Nos dio una lección extraordinaria: aun viviendo en el último estadio de la miseria, si uno tiene creatividad puede convertir la basura en herramienta educativa que cambie su vida, dice Szarán con emoción.

Eso inspiró una orquesta completa de instrumentos reciclados: cellos de latas de aceite, flautas de caños de agua y saxofones con llaves de tapitas de refrescos. El repertorio va desde obras clásicas de Mozart o Händel hasta música tradicional paraguaya.

Lo bueno es que los chicos han puesto de moda esos instrumentos. No se sienten mal por no tener un violín verdadero. Lo estudian con alegría y después dan el salto a uno de verdad. Transmitiendo ese entusiasmo, la orquesta se hizo muy famosa y ya hizo más de 10 viajes a Europa.

Entre tanto, el proyecto ya se exporta a ciudades fronterizas de Paraguay, Argentina y Brasil, y los organizadores asesoran un programa en Uruguay y otros dos en India.