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México SA

Desempleo y educación superior

IPN-UNAM: crítica puntual

Calderón: discurso e hígado

C

ada día menos tolerante a la crítica, el inquilino de Los Pinos retorcióse por el puntual reclamo de la comunidad politécnica, en voz de su directora general, Yoloxóchitl Bustamante: de poco vale la tarea (educativa), por lo menos de manera inmediata, si nuestros egresados no encuentran empleo adecuado para las competencias en que han sido preparados.

El planteamiento de la directora general del Instituto Politécnico Nacional fue el siguiente: “la frase del único sobreviviente de la tragedia de Sabinas, Coahuila, Fernando Lara Ruiz, un joven de 15 años, es muy elocuente: sigan estudiando para no trabajar en estas cosas. Con ello, pareciera indicar que las instituciones de educación superior deben ser los espacios donde los jóvenes forjen su propio porvenir. Formar los cuadros que requiere el desarrollo del país es algo en lo que están empeñadas las instituciones públicas de educación superior. Pero de poco vale la tarea, por lo menos de manera inmediata, si nuestros egresados no encuentran empleo adecuado para las competencias en que han sido preparados. Terminamos por definirlos con calificativos despectivos y denigrantes, que deberíamos, por vergüenza, desterrar del lenguaje público. Lo cierto es que para la nación, el costo de formar egresados de alta calidad que terminan en el desempleo, el subempleo, la economía formal o lo peor, en actividades delictivas, es altamente oneroso económica y socialmente… Educación, empleo, seguridad, crecimiento económico son las mejores armas contra la violencia y los factores disgregadores de la sociedad mexicana”.

Con el hígado en la mano, el susodicho reviró que el gobierno federal está rompiendo el círculo vicioso de egresados sin empleo, generando, precisamente, a través de la capacitación tecnológica, una ventaja de oportunidad para México que genera empleo. Eso dijo, como dice tantas otras cosas, pero ¿en serio se ha roto ese círculo vicioso? ¿Los egresados de educación media superior y superior realmente tienen acceso al empleo? Pues bien, la propia estadística oficial (del Inegi, en este caso) desmiente al inquilino de Los Pinos.

Antes, durante y después de la crisis –si es que ésta en realidad concluyó, lo cual es dudoso– uno de sectores poblacionales más afectados por el desempleo y la subocupación fue, es y seguirá siendo el que cuenta con educación media superior y superior. Lo revela la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que periódicamente levanta el Inegi, y lo confirma, como si fuera necesario, la Secretaría del Trabajo.

Cuando en octubre de 2008 el gobierno federal reconoció oficialmente que el catarrito devino en pavorosa crisis, alrededor de 28 por ciento de los desempleados en el país correspondía a trabajadores con tales características educativas. Para enero de 2009, tal proporción había crecido a 30.2 por ciento, y a finales de ese mismo año a 35.5 por ciento. Lo anterior se traduce en que alrededor de un millón de mexicanos con educación media superior y superior se encontraban en el desempleo abierto. Por el contrario, la desocupación entre los trabajadores con educación primaria incompleta se redujo, en el periodo referido, de 9.5 a 9 por ciento, es decir, que de cada 10 mexicanos sin empleo sólo uno correspondió a este nivel educacional.

Felizmente llegó el año de la sólida recuperación y las cifras históricas en empleo (calderón dixit, con reproducción automática de Ernesto Cordero). En enero de 2010, el 36.16 por ciento de los desempleados en el país correspondió a mexicanos con educación media superior y superior, una proporción mayor a la del cierre de 2009. En julio de 2010 tal indicador se incrementó a 36.45 por ciento, para descender a 35.63 al cierre del periodo, ligeramente por arriba de lo registrado en 2009 y siete puntos porcentuales por arriba de lo reportado en octubre de 2008.

En el arranque de 2011, el año del vamos de maravilla, somos perfectos y vamos a refrendar la Presidencia de la República en 2012 con programas emocionantes (Cordero del señor y dirigencia panista dixit), la tasa de desempleo entre los trabajadores con educación media superior y superior retrocedió a 33.06 por ciento, pero sólo para agarrar vuelo. En marzo de este año tal indicador se incrementó a 36.87 por ciento, casi nueve puntos porcentuales por arriba en comparación con registro de octubre de 2008, es decir, antes del reconocimiento oficial de la crisis.

Por el lado del subempleo, la misma estadística nos ilustra: en enero de 2009, el 21.32 por ciento de los mexicanos que requerían trabajar más horas, pero no tuvieron oportunidad de hacerlo, correspondió a quienes contaban con educación media superior y superior. En diciembre de ese mismo año la proporción creció a 21.67 por ciento. Al concluir 2010 creció a 22.15 por ciento y en marzo de 2011 (última cifra disponible) avanzó a 23.94 por ciento.

Las cifras anteriores, desde luego, no incluyen la creciente emigración de mano de obra calificada, la fuga de cerebros que tanto le cuesta al país, y no sólo en el plano económico. Décadas atrás, los paisanos que cruzaban la frontera norte mayoritariamente carecían de escolaridad, o en el mejor de los casos registraban la mínima. A estas alturas, una proporción creciente de ellos se distingue por contar con educación media superior y superior.

Entonces, como se constata, el discurso calderonista discurso es, en discurso se queda. No trasciende el micrófono, ni se anima a afrontar la realidad nacional. Prefiere alegar inexistentes rupturas de círculos viciosos e ilusorias ventajas de oportunidad. Pero lo dijo con toda claridad la directora del IPN, una institución fundada por Lázaro Cárdenas: para la nación, el costo de formar egresados de alta calidad que terminan en el desempleo, el subempleo, la economía formal o lo peor, en actividades delictivas, es altamente oneroso económica y socialmente.

Pero ante la cruda realidad, oídos sordos en Los Pinos y ataque hepático de su inquilino. Con esa actitud, rápido saldrá el país del hoyo.

Las rebanadas del pastel

Y el rector de la UNAM, José Narro Robles, le puso la cereza al pastel: el cambio que requiere el país es de fondo, de un modelo económico que ya no da más. Necesitamos encontrar mecanismos que nos permitan realmente actuar con justicia social. Tenemos que cambiar porque las cosas no van bien; no es un asunto de un año, dos o tres, de un periodo presidencial o de dos... Ya tenemos varias, demasiadas décadas en las cuales los niveles de desigualdad en el país no se atenúan.