Opinión
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Obama aislado, busca a los latinos
P

or los datos que tenemos a mano, sólo había un negro en el war room cuando se realizó la operación comando más relevante de lo que va del siglo XXI. Al mismo tiempo, sólo había un mexicano, Rubén Mejía, entre el grupo super selecto de seals que tomó por asalto la mansión fortificada donde vivía y se escondía Osama Bin Laden.

En la fotografía publicada por La Jornada, donde se aprecia al consejo de guerra estadunidense observando en vivo el desarrollo de la operación Gerónimo, se puede percibir la tensión a flor de piel, fue un momento clave para la historia contemporánea y para el futuro político del primer presidente negro de Estados Unidos.

Pero una mirada más detallada de la foto nos permite destacar a tres personajes: al centro un general repleto de galones, sentado en la butaca principal, que parece dirigir desde su computadora la operación de asalto, con una frialdad y seguridad asombrosas. A su lado el presidente Obama aparece encogido, arrinconado y empequeñecido. Carga en sus hombros caídos una responsabilidad tremenda. En el otro lado Hillary Clinton parece refrenar un grito de angustia y se cubre la boca con la mano derecha. Todos los demás son simples espectadores que están viendo con atención un video.

En esa foto, que ha dado la vuelta al mundo, a Obama se le ve solo. Es el único negro entre doce blancos. No se trata sólo de la soledad del presidente sentado en la oficina oval, que debe tomar una decisión difícil. Obama está aislado y desesperado. Su popularidad aumentó en 11 por ciento tras la muerte de Bin Laden, pero tiene un panorama muy difícil en las elecciones que están por venir.

Y en su soledad ha vuelto la mirada hacia los latinos, que votaron por él de manera mayoritaria. 67 por ciento de latinos votó por Obama, mientras 31 por ciento lo hizo por McCain. Fueron jóvenes latinos los que se adhirieron de manera masiva a su proyecto y 76 por ciento votó en su favor. Sin embargo, esto no significa que todos hayan estado desde siempre a su favor, ya que en primarias ellos votaron de manera mayoritaria por Hillary Clinton, en una relación de dos por uno.

Como quiera, Obama requiere del voto latino, allí radica su posible triunfo. Ya cuenta con el voto negro, que votó de manera casi absoluta a su favor (95 por ciento). Pero ha perdido votos blancos, donde sólo obtuvo 43 por ciento. El peso del voto blanco es fundamental porque representa a la mayoría del país y del electorado, mientras que los votantes negros y los latinos son minorías.

El panorama se complica más con el peculiar sistema electoral estadunidense de representantes por estados. La mayoría simple no define el voto a nivel nacional. Por eso fue fundamental que en Florida 57 por ciento del electorado latino votara por Obama, cuando este reducto tradicionalmente era un voto cubano-republicano. Recordemos que fue en Florida donde se definió el triunfo de George W. Bush frente a Al Gore. La influencia de la vieja guardia cubana ha perdido fuerza en la península y ahora pesa más la diversidad latinoamericana.

Obama se ganó el voto latino con promesas, que no ha podido o no ha querido cumplir en los primeros tres años de mandato. De ahí su interés, su desesperación, por ganarse otra vez ese voto y relanzar el tema migratorio, a sabiendas de que la ventana de oportunidad legislativa se cerró el año pasado y que ni si quiera se pudo pasar a la discusión la propuesta del Dream act, que proponía legalizar a jóvenes migrantes en Estados Unidos que estudiaran o fueran miembros de las fuerzas armadas.

La reforma migratoria está atorada, no sólo por la intransigencia de republicanos, sino por la de muchos demócratas que se enfrentan al dilema de ir a contracorriente de la opinión pública y de los medios, en un tema candente. En las campañas electorales los republicanos se presentan como verdaderos conservadores, incluso como radicales del ala conservadora. Pero los demócratas ni siquiera pueden afirmar que son liberales, pese a tener un presidente que se considera liberal. Peor aún, Obama ya ni si quiera es considerado liberal, sino socialista. La batalla ha sido frontal y Obama, como en la foto, aparece en un rincón, tenso, abrumado y desencajado.

Por eso sale a destiempo y en mala forma a buscar el voto latino. Se esperaba más de él. Por tres años se limitó a dar justificaciones diciendo que no contaba con los votos necesarios en el Congreso, que la batalla estaba perdida y que no podía invertir en ese tema su capital político. Pero ahora no quiere pagar la factura.

Hace una semana Obama se reunió en la Casa Blanca con un grupo de comunicadores y miembros de la farándula latina: Emilio Stefan (empresario artístico cubano), el inefable don Francisco (chileno), las artistas América Ferrara (hondureña), Rosario Dawson (puertorriqueña), Eva Longoria (mexicanoestadunidense) y los comunicadores Eddie Piolín Sotelo (mexicano), José Díaz Balart (cubanoestadunidense) y María Elena Salinas (mexicanoestadunidense). Y volvió sobre la asignatura pendiente, la reforma migratoria. Que siempre sí, que él la apoya por completo, pero fíjate que los republicanos no.

Pero con reforma o sin ella los latinos tendrán que votar demócrata. No les queda de otra. Votar por los republicanos será suicida. Eso lo saben los republicanos, en especial los extremistas, que han ganado escaños atacando a latinos y cualquier posible reforma migratoria. La derecha ha tenido que abandonar sus antiguas banderas del racismo y el anticomunismo. Ahora enarbola la xenofobia disfrazada de seguridad nacional.

En el fondo persiste el viejo problema de la raza que atraviesa el sistema electoral estadunidense. Una alianza permanente entre latinos y negros les daría una fuerza tremenda. Pero persiste mutua desconfianza que se ha acentuado con la actitud poco clara de Obama.

Por eso, pese a la promesas y la urgente necesidad de solucionar el problema migratorio es difícil que se dé una reforma. Los latinos ya son la segunda minoría y podrían crecer mucho más si se abre un programa de legalización que terminaría en un proceso masivo de naturalización. Los conservadores lo saben, quienes podrían capitalizar ese voto son los demócratas.