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Los ingresos de las familias se reducen a los niveles de los años 20, destaca The Guardian

La boda real, signo de continuidad para ricos; una incierta derrama para pobres

Lo que es bueno para La Firma, lo es para el país, parecía indicar la sonrisa de Isabel II

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En las portadas de los diarios británicos se destacó el matrimonio de los duques de CambridgeFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Domingo 1º de mayo de 2011, p. 7

Londres, 30 de abril. Lejos quedaron las políticas de austeridad, el pesimismo, las protestas por los planes de ajuste: la boda el viernes del príncipe Guillermo y Kate Middleton –ahora duques de Cambridge– hizo olvidar, al menos durante un día, la crisis que afecta al Reino Unido.

Y no llovió, lo que alegró más a la muchedumbre, que entre ovaciones olvidó también las masivas protestas que sacudieron hace pocas semanas el país, movilizado contra el drástico plan de ajuste anunciado en octubre por el gobierno para reducir el déficit.

Aunque no se ha divulgado ninguna cifra oficial, la boda de la nueva pareja real –que no sólo está en la línea de sucesión al trono británico, sino también al de otros 15 países del mundo–, ha costado varias decenas de millones de libras.

Una parte de esos gastos correrá a cargo del contribuyente, que está ya golpeado por la desaceleración económica y el desempleo, así como por los más severos recortes del gasto público en décadas, con los que el gobierno de coalición de conservadores y liberal demócratas espera reducir un déficit récord.

Las cifras económicas son bastante sombrías: el desempleo bordea 8 por ciento, el cual afecta sobre todo a los jóvenes. La tasa de este indicador entre los muchachos de 18 a 24 años se eleva a 20.4 por ciento.

Falta por confirmar sí, como apostaron algunos, la boda, además de subir el ánimo de la nación, con la pompa y el fasto desplegado a raudales, habrá significado ingresos para el país.

Los cálculos

La firma consultora Verdict vaticinó, antes del enlace real, que supondría 630 millones de libras (715 millones de euros, 1.030 millones de dólares) de ingresos para el país.

Otros analistas pusieron en duda esas cifras optimistas; calcularon que el efecto de la boda en la economía británica será ligero y transitorio.

En contraste con el clima alicaído de la economía británica, se yergue la casa de Windsor, conocida también como La Firma, que es hoy la más poderosa familia real del planeta, cuya continuidad ha sdo garantizada por la boda de Guillermo y Catalina, que reinarán en algún momento del siglo XXI.

La fortuna de Isabel II, quien como señala un comentarista, no es sólo la monarca británica, sino que también es mundialmente conocida como la reina, ha sido estimada por la revista Forbes en unos 500 millones de dólares.

Recibe actualmente cerca de 42 millones de libras anuales (70 millones de dólares, equivalentes a 47 millones de euros) del Estado para cubrir el presupuesto de la casa real y sus gastos personales.

El comentarista Isaac Biglio, de la Escuela de Economía de Londres, recuerda que la Mancomunidad de Naciones que preside Isabel II agrupa a más de un cuarto de la humanidad, en territorios que bordean los 20 millones de kilómetros cuadrados.

Los sitios donde reina Isabel, y donde Guillermo y Catalina podrían reinar en el futuro abarcan 16 estados –entre ellos Belice, situado en territorio maya y donde la mitad de la población habla español– y otros 14, esparcidos en todos los océanos y continentes, señaló.

Quizá por eso el color que vistió la reina en la boda de su nieto fue un alegre amarillo canario, el cual parecía desafiar el clima económico decaído de su país.

Además, algún no muy común en ella, se le vio sonreír abiertamente, de oreja a oreja, lo que parecía augurar que lo que es bueno para La Firma, es bueno para el país.

Los comentaristas de la prensa británica llenaron de elogios este sábado la boda real del príncipe Guillermo y Kate Middleton, considerando que el hecho dio un impulso más que necesario al país en tiempos de estrechez.

El enlace ha propiciado que la nación se reúna sin desacuerdos de partido, sin pretextos para la discordia política, señaló The Times.

En un momento tan difícil para Gran Bretaña, cuando la moral nacional está baja, el Sol brilló y todo el mundo pudo compartir las risas y la felicidad, indicó el diario conservador.

La boda se ha dado en momentos en que los británicos enfrentan grandes dificultades en el plano del empleo, así como los más severos recortes del gasto público en décadas, dados a conocer recientemente por el gobierno de coalición liberal-conservador, que pretende reducir un déficit público récord.

El tabloide más vendido de Gran Bretaña, The Sun, subrayó que la boda de los miembros de la pareja principesca –quienes ahora ostentan el título de duque y duquesa de Cambridge– ha dado un gran impulso al país. Gran Bretaña mostró ayer al mundo que tiene buen corazón, que es capaz y que está abierta para los negocios, dijo.

Nuestros nuevos jóvenes duque y duquesa tienen un importante papel que desempeñar en nuestra recuperación, añadió.

Aunque nadie duda de que la brillante ceremonia fue una distracción frente a las nubes de tormenta y austeridad que amenazan, algunos la han visto también como intento para desviar la atención de asuntos más importantes.

En el mundo real, debajo de la delgada capa de pompa, hay desajustes sociales cuyas grietas comienzan a parecer, advirtió The Guardian, diario de izquierda y antimonárquico.

Los ingresos de la mayoría de hogares se están reduciendo como no ocurría desde los años 20. Se están eliminando servicios y cientos de miles de trabajos, añadió.

Con todo, la mayoría de los comentaristas considera que la boda ha servido para realizar la imagen de la familia real ante la sociedad, tras los traumas de la pasada generación.

Entre ellos, el divorcio de los padres de Guillermo, Carlos y Diana, y la muerte accidental de esta última en París, ocurrida en 1997.

La boda demostró de forma poderosa el valor de la monarquía, escribió The Times.

Asimismo, corrieron ríos de tinta sobre el vestido de Kate Middleton, diseñado por Sarah Burton, de la casa de moda Alexander McQueen.

La mayoría de los comentaristas aprobó la elección de forma entusiasta.