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Rindieron homenaje al cronista en el Alcázar del Castillo de Chapultepec

La obra de Monsiváis, uno de los triunfos inapelables de la literatura mexicana: JEP

El poeta evocó en un texto la percepción de su amigo sobre el pavoroso porvenir de los escritores de su generación

No tenía ni la más aproximada idea de la extensión de su trabajo

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Francisco Pérez Arce, Rolando Cordera y Luis Barjau, ayer, durante el acto en memoria del escritor Carlos Monsiváis (1938-2010)Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Viernes 29 de abril de 2011, p. 5

De acuerdo con José Emilio Pacheco (JEP), una de las principales obsesiones de temprana juventud en Carlos Monsiváis era su percepción sobre el pavoroso porvenir que debía enfrentar la generación de escritores mexicanos a la que ellos pertenecen.

A los 30 años, diremos a los jóvenes de 20: íbamos a escribir y a publicar libros y a seguir adelante, pero nos estrellamos contra el muro de México y todo se vino abajo para nosotros, rememoró el poeta lo que su amigo, el fallecido escritor y cronista, le compartió en 1963, en una de las charlas que acostumbraban hacer entonces durante el trayecto del domicilio de éste, en la Portales, a la casa del poeta, en la colonia Del Valle.

Esa costumbre, José Emilio Pacheco la atribuyó a su colega y también amigo Sergio Pitol, quien a su vez la había heredado de la generación del Ateneo de la Juventud.

Hoy comprendo hasta qué punto se equivocó Monsiváis respecto de sí mismo, destacó el autor de Las batallas en el desierto. Lejos de ser un fracaso, su obra es uno de los triunfos más contundentes e inapelables de la literatura mexicana.

Tarea para las nuevas generaciones

Aunque no pudo hacerlo de manera personal, sino mediante el texto que envió, titulado Monsiváis, en presencia de su ausencia: una recordación muy personal, Pacheco fue uno de los cinco participantes en el homenaje que el Centro de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia rindió la noche del miércoles a esa figura imprescindible de la cultura nacional, a nueve meses de su muerte y en vísperas de su cumpleaños 73, el 4 de mayo.

El acto tuvo lugar en el Alcázar del Castillo de Chapultepec y constó de una breve sesión musical a cargo del flautista Horacio Franco, además de la intervención del economista y colaborador de La Jornada Rolando Cordera, y los historiadores Luis Barjau y Francisco Pérez Arce.

En voz de este último, José Emilio Pacheco reconoció que tiene una deuda impagable con el autor de Días de guardar, con quien sostuvo una amistad de más de 50 años, aunque no tan apegada, íntima, si bien se conocieron cuando aquél tenía 19 años y él 18.

Por eso hoy que lo recordamos me sorprenden dos cosas: una, que con esos temores y presentimientos, Monsiváis haya sido más fuerte que todo y se convirtiera en uno de los escritores en verdad imprescindibles del siglo XX mexicano.

Y la otra, abundó, que a pesar de esa cercanía y mi genuino interés por su trabajo, nunca me he dado cuenta de quién era realmente, y hoy me sorprenda la calidad de textos suyos que desconozco por completo.

Nunca menosprecié a Monsiváis, todo lo contrario; pero sí admito con pesar que no tenía ni la más aproximada idea de la extensión de su obra, sin contar todo aquello que no se ha recopilado y no se puede juntar: miles de conferencias, los programas de radio, los artículos y notas, las entrevistas, las intervenciones en simposios y programas de radio y televisión.

Pacheco resaltó que si el trabajo de Alfonso Reyes ha dado para 30 volúmenes, la vastedad y la diversidad del trabajo de Monsi, en un cálculo muy rápido y superficial, ocuparía al menos 50 tomos.

Propuso un orden provisional para esa producción, dividiéndola en ocho apartados temáticos. Según precisó, ese ejercicio de ninguna manera significa una propuesta formal de editar las obras completas de Monsiváis.

Sobre todo, explicó, al ver lo que ha sucedido con las del propio Reyes o las de Amado Nervo; este último más víctima que nadie de este afán recopilador cuando se habla de las obras ominosamente completas.

Como lector, aceptó que quisiera tener a su alcance toda la obra de Monsi, pero reiteró que eso no le conviene a nadie. Abrió, sin embargo, un atisbo de que esa edición pueda concretarse tarde o temprano, cuando dijo que en todo caso esa selección sería tarea de las nuevas generaciones.

Sea como fuere, a casi un año de su muerte, me afirmo en la certeza de que, cuando la mayoría de sus contemporá-neos seamos polvo en el polvo y olvido y el olvido, Carlos Monsiváis será un autor vivo y el testigo más lúcido y más crítico de lo que fue México en la segunda mitad del siglo XX.