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El compositor abordará la temática del arte sonoro sacro, en la Universidad de Chicago

Mario Lavista deplora la ignorancia de la Iglesia en el ámbito musical

Cuando escucho obras polifónicas de ese género, habito un espacio acústico sagrado, dice a La Jornada

El nacionalismo inhibió la creación de partituras religiosas, afirma

 
Periódico La Jornada
Viernes 22 de abril de 2011, p. 2

En México, desde el punto de vista musical, la Iglesia es fundamentalmente inculta, lo cual no debe extrañarnos, asevera el compositor Mario Lavista.

Respecto de la música religiosa, el autor sostiene que ésta es, en esencia, compuesta para la gloria de Dios.

Es una música destinada a establecer, más que una conversación, una comunión con el ámbito de lo sagrado. Por ello su trascendencia va más allá del simple dato estético o acústico.

Lavista, quien el lunes 25 disertará sobre música sacra en la Universidad de Chicago, como parte del programa Cátedra Cultura de México, expresa que esa vertiente sonora siempre ha querido ser una representación del universo, un reflejo de la voluntad divina, términos que actualmente casi no tienen mucho sentido, pero para mí son muy trascendentales. Ahora, en última instancia, como dice el escritor Álvaro Mutis, la música es una forma de oración. Es la forma de oración por excelencia.

El entrevistado eligió ese tema, ya que hace tiempo, como parte de mi producción musical, comencé a componer algunas obras religiosas. Son composiciones que pertenecen a la gran tradición de la música religiosa occidental, sobre todo a la cristiandad. Mi primera obra en esa vertiente es de principios de los años 80 del siglo pasado y mi interés al respecto no ha cesado. Es un género fascinante en el que encuentro antecedentes musicales extraordinarios.

Geometría sagrada

La conferencia en Chicago, en realidad, señala Lavista, será una charla orientada a dos obras religiosas de su autoría: un stabat mater y un salmo, que se harán escuchar por dos razones: “Una, porque son un espejo de mis ideas más fiel que las palabras, de mis afanes compositivos. Luego, por el hecho de que nada ni nadie puede suplir el acto mismo de escuchar música. Es inútil hablar de música si no se escucha.

“Me sucede cuando escucho grandes obras polifónicas religiosas, sean de Bach o Palestrina. Tengo la impresión de habitar un verdadero espacio acústico sagrado, un sentimiento similar al que experimentamos al visitar una catedral o un templo en el que sentimos que hay allí, o que habitamos allí, una verdadera geometría sagrada.

Sabemos que las proporciones arquitectónicas, toda la construcción de esas grandes catedrales, estaba hecha porque aspiraba a crear precisamente un espacio sagrado. Es un sentimiento que guardamos y para quien lo haya vivido es inolvidable. Lo mismo pien-so que sucede con la música religiosa: nos crea un tiempo musical sagrado, diferente al secular.

Foto
Mario Lavista, durante la entrevista con La JornadaFoto José Carlo González

Hoy día no se escribe tanta música religiosa como en la antigüedad. Lavista aventura dos razones: “Una es que en el siglo XX en las escuelas musicales, por ejemplo, el nacionalismo básicamente fue una tendencia secular; nada tenía que ver con la religión, a pesar de que Diego Rivera tiene algunos cuadros de tipo sacro, pero ni Silvestre Revueltas ni Carlos Chávez las tienen. Quizá la excepción sea Miguel Bernal Jiménez.

La otra razón probablemente tenga que ver con la Iglesia misma como institución. Ésta se ha convertido, desde el punto de vista musical, en una de las instituciones más ignorantes. A partir de mediados del siglo pasado secularizó la música de hecho y permitió entrar a los templos cosas como las estudiantinas. Es como abrir la puerta al demonio. O, a los espontáneos, ésos que cantan con guitarras allá adentro unas melodías cursis y pobres.

–¿Por qué la Iglesia no fomentó una relación con los compositores?

–Se trata, creo, de una Iglesia fundamentalmente inculta; no le veo otra explicación, lo cual no nos debe extrañar en México si pensamos en los obispos que tenemos. Imaginemos a Onésimo (Cepeda) con una política musical acorde a su institución. Cuando se escucha este tipo de música en un templo, Dios con todo y sus séquitos se sale de allí inmediatamente.

En Chicago, Lavista tenderá “un puente que me conduzca a Sor Juana Inés de la Cruz, quien tuvo una relación muy estrecha con la música. Al leer su poesía sabemos que tenía un amplio conocimiento, además, todas las metáforas musicales presentes en su lírica están tomadas, o abrevan, de este corpus teórico. Sor Juana forma parte de la tradición mexicana de música religiosa, que tiene altas y bajas, pero tenemos a Bernal Jiménez, Gerard Muench y Juan Trigos.

Respecto del programa Cátedra Cultura de México, que facilitará al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes comenzar a vincularse con universidades estadunidenses, a Lavista le parece espléndido, porque permite continuar las relaciones culturales entre México y Estados Unidos, que siempre han sido muy estrechas. Muchos músicos estadunidenses trabajan aquí en orquestas y grupos de cámara. Asimismo, en ese país hay mexicanos que estudian o dan clases. Tenemos una relación muy sana con el imperio en el orden cultural, a diferencia de las relaciones políticas y económicas que siempre son un poco problemáticas.