Opinión
Ver día anteriorJueves 21 de abril de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La inauguración
E

l teatro universitario dirigido por Enrique Singer empieza su temporada con varios estrenos muy importantes. El primero de ellos es La inauguración de Václav Havel en adaptación de David Psalmon, quien la dirige basado en la traducción de la checa Alena Pavelkovna. Sería interesante saber el sentido del original, dado que Psalmon afirma que un 80 por ciento de lo escenificado corresponde al dramaturgo, ya que se trata de un texto eminentemente político que desconocemos en nuestro idioma. Sabemos que Václav Havel, primero disidente del régimen soviético y luego presidente de la antigua Checoslovaquia y primer presidente de la actual República Checa, escribió esta obra –primera de una trilogía– en 1975, es decir después de la Primavera de Praga y la invasión soviética y antes de la caída del Muro de Berlín, por lo que es posible que su propuesta ideológica difiera de la del adaptador. Tampoco ignoramos que la visión de un director puede subvertir radicalmente la lectura de cualquier obra. Por eso hemos de atenernos al punto de vista de Psalmon y analizar su escenificación tal como la ha concebido.

Planteado como si fuera un espectáculo televisivo de reality show, es decir como el más provocador acto de exhibicionismo, en que los miembros del staff suben al escenario en plena representación, el montaje se desarrolla en una escenografía debida a Aura Gómez Arreola –también responsable del vestuario– que según Psalmon es un vaso comunicante con el espectador. A mi ver, su extravagancia impide que la veamos como la casa de un coleccionista de arte, con esa cantina y esa mesa que cuelgan pendientes del telar, de donde caen un Cristo con regalos, varios anzuelos, una cuerda de ahorcado y cabezas humanas. Adosados a un muro lateral, frente al sofá, varios televisores, primero apagados y que luego se convierten en parte del espectáculo. Todo ello quizás se interponga con la temática ante los ojos del espectador que tiene que enfrentar tantos elementos distractores.

Acorde con todo ello, la dirección de actores les da, a la pareja constituida por Michael y Vera actitudes retenidas y de suma sofisticación en contraste con la naturalidad de Ferdinand. En un principio ambos cónyuges, después de haber ubicado el montaje como un set de televisión, se sientan en el sofá, inmóviles y sin hablarse como si su existencia dependiera de que el otro los observe. A la entrada de Ferdinand se van dando varias escenas que previamente han sido anunciadas por comerciales en las televisiones. La primera sería acerca del buen comer en que Michael ofrece a Ferdinand un platillo exótico que apenas come y que sirve para que Vera sea elogiada como gran cocinera y la contraste con la simplicidad de Eva, la mujer de Ferdinand. La segunda sería el placer de tener un hijo en el que repiten lo que consideran una frase inteligentísima de su hijito: ¿las ranas no se ahogan? La tercera para la que se ha recorrido el sofá y con proyecciones hacia el confesionario que es otra adquisición de la pareja, compara a Vera –que hace una erótica demostración sobre el desconcertado Ferdinand– con Eva, la simplona mujer del amigo.

La insistencia de ambos para que Ferdinand cambie sus hábitos de vida se vuelve agresiva cuando lo amarran a un sillón de ajusticiado con un casco que pende del telar y en el que es sometido a un auténtico lavado de cerebro. Ferdinand ha de aceptar el desenfrenado consumismo y la globalización que ya está en puerta. Este es el verdadero sentido de la obra. Otro tema que no se escapa es la cosificación de la mujer ya que Michael elogia a Vera como cocinera y ama de casa, como madre y como amante ardiente, es decir las tareas que tradicionalmente son propias de la mujer y que ella acepta alegremente. El espectáculo es relevante en parte por el video-arte de Daniel Ruiz Primo Martínez y sobre todo por las excelentes actuaciones de Hernán Mendoza como Michael, Nailea Norvid como Vera y de Sergio Ramos como Ferdinand. Se esté o no de acuerdo con todas las partes del montaje de David Psalmon, es indudable que se trata de una escenificación muy cuidada que presenta realidades muy reconocibles.