Opinión
Ver día anteriorMiércoles 13 de abril de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Nada
E

xisten cuentos y novelas que al contarnos una historia nos cuentan el cuento de la vida. Poco importa su género literario y casi ni la trama que presentan sino el retrato de lo humano que dibujan sus líneas. La danesa Janne Teller acaba de publicar una de esas novelas que no sólo disparan la imaginación del lector sino que nos obligan a replantearnos algunas de las preguntas esenciales que todos alguna vez nos hemos hecho. ¿Qué es la vida? ¿Cuál es su verdadero significado? ¿Qué es lo realmente importante en el día a día?

Nada, publicado por Seix Barral, es un libro donde la lógica del absurdo es implacable: un grupo de niños se pregunta sobre el sentido de la vida y les asusta que no lo tenga. Darle significado a la vida se convierte en una tarea ardua y cada vez más, a tal grado que para encontrarlo se vale todo, transgredir cualquier límite, subvertir cualquier moral.

Moros y cristianos conocen la importancia de los símbolos religiosos ajenos aunque no los compartan. E incluso los ateos, los incrédulos, saben que un crucifijo o el rezo de un musulmán es punto de encuentro y de partida para no pocos. Destruirlos trastorna al orden social y puede incitar a la violencia.

Algunos han visto en El señor de las moscas, de William Golding, una novela semejante a Nada, porque en ambas un grupo de niños ensaya la crueldad sistemática como método de sobrevivencia. Pero los libros son muy diferentes. En el primero un grupo de niños náufragos pierde los parámetros básicos de convivencia al perder a un adulto que los acompañaba, mientras que los niños de Nada se vandalizan a pesar de sus padres y maestros, y más que náufragos son hijos de familia.

Me parece que Nada está más cercana a esa tradición de escritores que irritan y fascinan, como Camus, o el inolvidable Fernando Pessoa con su Libro del desasosiego o con su estupendo poema Tabaquería. Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada, dice Pierre Anthon en la novela de Teller, mientras que el protagonista del poema de Pessoa nos estremece con un No soy nada, nunca seré nada. No puedo querer ser nada. No hay nada que hacer dice Beckett, y Cioran que si las cosas son nada no se necesita salvación.

El tono de Nada es duro y oscuro, confiesa Teller en una nota final del libro. También nos dice que al escribir la novela no tenía idea de lo truculenta que resultaría su historia. Para ella y para no pocos la crueldad de los niños existe, pero decirlo y describirlo hace polvo esa idea de inocencia con la que acostumbramos identificar a la gente menuda.

Nada es demasiado. Prosa sin repostería literaria, trama sin maquillaje. Además de ser un estupendo texto literario es una crítica brutal contra la sociedad moderna y su concepto de bienestar: Que un grupo de niños de un país de primer mundo se convierta en una horda fanatizada por un proyecto no puede entusiasmar a todos. Por eso en algunos países el libro se ha convertido en libro de texto mientras que en otros se ha proscrito.

Teller retrata en Nada, una sociedad donde todo se vale para darle sentido a la vida: el sacrificio de una mascota, la exhumación de un cadáver, la destrucción de un crucifijo, la amputación de un dedo, el ofrecimiento de la virginidad. Como la vida no tiene sentido, al buscarlo se destruye el sentido mismo de las cosas. La voluntad colectiva se impone a la individual y el valor de las cosas puede resumirse al valor del dinero. El esperpento creado por los niños finalmente fue vendido y se convirtió durante un tiempo en materia periodística.

Más que una apología de la maldad como algunos han dicho, Nada es una provocación, una crítica a una sociedad sin límites, pragmática e intolerante, absurda y banal.