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Valle de Chalco Solidaridad

Los habitantes se quejan de la creciente delincuencia

San Miguel las Tablas, sin agua, electricidad y escuela
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Las autoridades no atienden las peticiones de introducir serviciosFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Lunes 11 de abril de 2011, p. 4

El jardín de niños de San Miguel las Tablas se derrumbó con las lluvias de febrero del año pasado. Decenas se quedaron sin colegio. Unas semanas después, el presidente municipal de Valle de Chalco Solidaridad, Luis Enrique Martínez Ventura, colocó la primera piedra de la nueva construcción, pero los menores aún están en espera de su escuela.

Alrededor de 40 peregrinan de una casa prestada a otra para tomar clases. Otros 135 van a la primaria de esta colonia, regularizada hace año y medio, pero donde las calles, llenas de tierra, apenas se están abriendo. No hay agua potable ni electricidad.

Los padres están ausentes durante el día, pues trabajan en el Distrito Federal. Unos obtienen ingresos, en promedio, de 500 pesos a la semana; otros, menos. Son albañiles, pepenadoras, tianguistas, trabajadoras domésticas o costureras. Cuando los niños salen de la escuela van a sus casas. En el mejor de los casos su madre está pendiente de ellos, o son cuidados por vecinos. Si no, se quedan solos.

Los menores quedan expuestos a la inseguridad, en un lugar donde con frecuencia se encuentran cadáveres que son dejados al amparo de la oscuridad. Existen muchos asaltos y carencias, platican los vecinos.

Hace 14 años se empezó a poblar la zona, que antes era un tiradero.

La colonia era parte de terrenos ejidales de Tláhuac, pero ahora pertenece a Valle de Chalco. Ahí residen 310 familias en viviendas con paredes hechas de láminas de metal y techos de lámina de cartón. Sólo hay unas cuantas casas de concreto.

Las Tablas está a un lado del canal de aguas verdes y pestilentes El Acapol. No hay ni una calle pavimentada. Las vías, que apenas se están abriendo, son de terracería, blancas.

El polvo se impregna en la piel, en la ropa e ingresa a las viviendas, donde la escasez de agua en esta temporada se sufre más, lamenta Sonia Pérez, suplente de secretaria de la delegación municipal. Tiene la piel rojiza, partida por el sol y la tierra.

Preocupada, expresa que hay muchos problemas. Lleva 12 años viviendo aquí. Relata que hasta hace unos meses pocas calles estaban abiertas. “Esto estaba peor, pues había que saltar bordos para llegar a las casas, pero ahora se han emparejado algunas vías.

Con nuestro dinero jalamos cable de la luz de los postes, para tener servicio en las casas. No sabemos qué espera la Comisión Federal de Electricidad para poner la luz, pues con el dinero de los colonos se hizo un plano digital. Hemos hecho oficios para que electrifiquen, pero nada.

Esto es lo más preocupante. Si eso se arregla podría disminuir la delincuencia. Aquí vienen a dejar muertos, a desvalijar carros en las noches. Hay asaltos en las casas porque vienen drogadictos. En las noches es peligroso andar aquí, advierte.

“Además, el agua que usamos para lavar la ropa es verde o amarilla. Traer una pipa cuesta 400 pesos. Una familia gana 500 a la semana. Eso que cobran los piperos es demasiado. Hay gente que a veces, al día, gana 30 o 40.”

Aquí quien golpea más fuerte es quien gana, señala Agustín Rivera, representante del gobierno municipal asignado a esta localidad, pero vive en otra colonia. Durante el día todo se ve lento, seguro, pero en la noche, cuidado. Hay robos a diario. Vienen a tirar muertos que son de las colonias de Valle.

Observador de las necesidades de este lugar, que es igual a Valle de Chalco hace años, cuando empezó, indica que hay un alto rezago educativo y urge una guardería.

Para sobrevivir hay que realizar muchas cosas. Me dedico a la crianza de animales, hago barbacoa, compro y vendo material industrial y hago fletes. Cuando empleo gente le pago 80 pesos. Esto es, cuando hay que matar un toro para hacer comidas, comenta Mariano Pérez, segundo delegado municipal.

Pero aquí la gente es muy pobre. Gana poco, 40 o 50 pesos al día. ¿Qué va a hacer con eso? El kilo de tortillas cuesta 11 pesos, un refresco de tres litros 20 pesos, y luego hay que pagar transporte. Si son muchos de familia, pues eso no basta, expresa.

Asegura que esta colonia tiene unos mil lotes en 94 hectáreas, pero la gente viene y no se queda. Este lugar da tristeza. Nada más los que tienen mucha necesidad se quedan.

Señala una casa que está hundida hasta la azotea, y dice que es suya. Me han dicho que la tire, pero no. La tengo así para que sea ejemplo de lo que ha pasado, afirma en alusión a las lluvias que, en febrero pasado, ocasionaron el desbordamiento del río La Compañía.

Manuel Sánchez, primer delegado auxiliar de la colonia, advierte que ha presentado muchos escritos para que se hagan obras, pero no hemos tenido respuesta. Los escasos avances han sido por pocos vecinos. La gente no participa, aunque sea en su beneficio, se queja.

Señala a lo lejos un terreno: “Allá va a ser el kínder. El presidente municipal del Partido Revolucionario Institucional vino a poner la primera piedra hace un año. Cuando le pregunté qué pasó con el kínder, me respondió: ‘¿Cuál?’”