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El escritor y economista presentó el libro La rosa de la China, de editorial Planeta

Auge de la novela de aventuras, positivo para generar nuevos lectores: Panqueva
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La vida del autor transcurre entre contar historias y contar númerosFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Domingo 10 de abril de 2011, p. 4

La vida de Jaime Panqueva transcurre entre contar números y contar historias. Por lo menos hasta la fecha, pues, para su buena fortuna, reconoce, aún no se ha visto en la disyuntiva de tener que elegir sólo una de sus dos facetas profesionales: la de economista y la de escritor.

Nacido hace 36 años en Colombia, pero naturalizado mexicano hace cuatro, comenta que ambas actividades lo mantienen en un sano equilibrio entre la realidad y la imaginación, además de que la economía –enfocada en el área del mercado de capitales– le da para vivir, mientras la literatura, para gozar y explayarse.

Esta breve descripción da idea de quién es el joven escritor que yace detrás del libro La rosa de la China. La increíble historia de una princesa que llegó de Oriente para convertirse en la milagrosa Catarina San Juan, la China Poblana, la cual acaba de ser publicada por editorial Planeta, tras haber obtenido en 2009 el Premio Juan Rulfo a primera novela.

En este volumen, el autor se basa en acontecimientos reales entreverados con la imaginación para rescatar un misterioso y remoto suceso para muchos inadvertido: la llegada de la primera comitiva japonesa a la Nueva España y la historia de una descendiente de la realeza india que se convirtió en una de las más conocidas leyendas mexicanas.

Si bien cerca de 70 por ciento de esa obra está sustentado en hechos documentados, Jaime Panqueva aclara que no se trata de una novela histórica, sino de aventuras, género del cual disfruta mucho y que, a su decir, estuvo un tanto defenestrado hasta fechas recientes.

Los hechos históricos, en el caso de mi libro, fueron el pretexto para contar apasionantes aventuras. Cierto, la que expongo es una historia documentada, pero hay muchos elementos de ficción; no soy historiador, advierte en entrevista el también colaborador de la revista Los suicidas. Literatura entre líneas.

Siempre hay muchos elementos que la historia no nos dice y como escritores nos tomamos la licencia de llenar esos huecos con la imaginación. Allí es cuando los datos reales se imbrican con lo ficticio y nace una historia nueva.

A su decir, este auge que ha comenzado a cobrar de nueva cuenta la novela de aventuras resulta altamente positivo, sobre todo porque es un camino ideal si queremos iniciar a nuevos lectores.

Es un tipo de literatura muy vivo, fresco y sobre todo altamente visual, explica, aspectos que concuerdan y conectan fácilmente con el público juvenil de nuestra época.

El interés del autor por la historia de la primera embajada japonesa en México nació luego de asistir al Museo Franz Mayer y ver un biombo del siglo XVIII relacionado con el tema.

Fue así como se adentró a investigar a fondo ese hecho, pero en el trayecto se topó con el personaje de Catarina San Juan, nombre de quien con el tiempo se conocería como la China Poblana.

Fue tal la fascinación que le provocó esa inasible y legendaria mujer, quien llegó de Filipinas luego de ser secuestrada en India por piratas, que terminó por ser la protagonista de su novela, la cual estaba pensada en principios para ser una historia de samurais.

“Conforme la fui conociendo, descubrí que contrastaba completamente con la imagen que tenemos de la China Poblana como la maja mexicana, exaltada a más no poder por el nacionalismo de la primera del siglo XX.

Pensé que podía jugar con ese concepto de dualidad que la distingue: una mujer que es santona y está entregada a la mortificación del cuerpo y la búsqueda de la espiritualidad al tiempo de que posee gran belleza y está casada.

Uno de los aspectos que más atrajeron a Jaime Panqueva durante el proceso de escritura de la novela fue encontrarse con la manera en que se desvirtuó la imagen de esta mujer –quien era una monja fuera del convento– y se construyó la leyenda, la cual se debe, señala, al historiador Antonio Carreón.