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Antonio Ramos describe la vida de un niño que pone fin a una historia ancestral

Explora narrador el respeto que se debe a la muerte; publica libro en Almadía

El protagonista de la novela busca superar el estigma de ser el hijo del mariachi de difuntos

 
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de abril de 2011, p. 7

La infancia de Pablo Rodas fue una pesadilla, porque los muertos colmaron su mente y no le fue fácil asimilar el estigma de ser el hijo del mariachi de muertos.

Esa historia es el hilo conductor de la novela El cantante de muertos, de Antonio Ramos Revillas, la cual fue presentada hace unos días y en la que enfatiza sobre el respeto que se le debe a la muerte.

En el volumen, publicado por Almadía, Ramos Revillas narra la vida de Pablo Rodas, el pequeño que sueña con muertos todas las noches, quien impotente trata de olvidar el apremio que gobierna a su progenitor por cantar melodías en los funerales con su insustituible guitarra guinda.

El escritor recrea los alrededores de Monterrey y presenta a Salvador Rodas, personaje que tiene una tienda de ropa deportiva, capaz de dejar todo cada vez que se solicita a un músico que sepa acompañar a los difuntos.

En una parte de la novela, Pablo Rodas dice: Es imposible huir de mis miedos. Aunque no lo quisiera, poco a poco los veía muertos a todos: a la chica del mostrador de la tienda, al boletero del camión, al niño que sacaba el brazo por la ventanilla de un carro.

Sufrimiento e impotencia

El cantante de muertos, explica Ramos Revillas, es una novela donde se presenta la vida de tres generaciones narra desde el punto de vista de un niño que decide poner punto final a la historia ancestral que ha condenado a su familia a vivir condenada.

El autor dijo que la obra tiene tintes autobiográficos, como es el caso de Camarena, el niño, que me golpeaba cuando era niño y de Sol, esta última es un personaje que rinde homenaje a mi abuela Juanita.

Entre el sufrimiento e impotencia de Pablo, dijo el escritor, se aborda la aventura, el amor, la traición, las leyendas y se recuperan una serie de corridos norteños.

La historia, dice, toma varias vertientes, como los funerales en mi familia, los cuales se realizaban siempre en casa del difunto.

Ese momento de duelo, era evidente en la sala donde estaba el féretro, pero en los otros lugares existía una especie de reunión festiva: había comida, bebida y los hombres narraban sus hazañas de juventud.

Es imposible, agrega, “separar la biografía de la obra; incluso el lugar donde transcurre la vida de Pablo es la misma colonia donde viví.

En la novela también retomo pequeñas historias o minificciones, las cuales son leyendas o tradiciones que mi abuela alguna vez me contó. Este imaginario popular siempre quise utilizarlo y esta obra fue el momento para hacerlo.

La guitarra guinda

Otro elemento al que recurre Ramos Revillas es a la guitarra guinda que tiene adherida la calcomanía de un gallo. Ese instrumento imprescindible en la narración “perteneció al abuelo, y cuando ésta es destruida se halla el testamento del original cantante de muertos.

No hubo una gran revelación plasmada en el documento, sino una pequeña carta de amor escrita antes de que el cantante se volviera loco y asesinara a su prometida.

En la historia, donde la muerte sale a cada paso, se descubre a una abuela aficionada a las revistas sensacionalistas, a fantasmas que se ensañan contra quien ose probarse sus vestidos o al misterioso Antonio Heredia.

Antonio Ramos Revillas (Monterrey, 1977) es egresado de la carrera de letras españolas de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Sus relatos han obtenido varios premios. Ha publicado cuatro libros de cuentos, además de las novelas para niños Los cazadores de pájaros, Reptiles bajo mi cama e Ixel.